Los 160 Km. de Florac

La épica de un binomio.

Cada año se repite el mismo ritual. Este año será entre el 18 y el 23 de septiembre. Caballos y jinetes se preparan para la gran semana de la resistencia en Francia. Son 160 kilómetros de esfuerzo y resistencia, donde llegar a la meta sin ser eliminados es un éxito... La victoria está sólo reservada a los semidioses. Caballo y jinete se unen para un único objetivo… Llegar al final!

Septiembre siempre es bonito en Lozere. Ya se huele el otoño. Aunque los días son largos, no ha amanecido todavía cuando los jinetes se preparan en la pradera de Ispagnac, a unos nueve kilómetros de Florac. Para muchos esto no significa nada, pero los aficionados a la modalidad hípica de “endurance” saben que estamos en una competición mítica. Posiblemente, el raid ecuestre más duro de Europa. Una carrera de 160 kms. en un día en donde caballos y jinetes demuestran su estado de forma.

Después de casi varias décadas, Florac se ha convertido en la gran prueba de resistencia ecuestre en Francia y por aquí han pasado todos los grandes nombres nacionales e internacionales de la equitación: Simon, Demière, Saint, Bégaud, y el gran Gastón Mercier. Y todos han estado de acuerdo en calificar los 160 kilómetros de Florac - Ispagnac como la carrera de resistencia en la que todo jinete debe de participar.

Junto a los jinetes profesionales, cada día son más los aficionados que optan por hacer el recorrido, con su propio caballo o alguno de los animales que entrenan en esta zona de Francia. El reto es afrontar un trazado en el que se combina la dificultad técnica, con la belleza y la necesaria disciplina. A la dificultad del recorrido, con severos desniveles entre l'Aigoual y Méjean, se une el placer de la variedad de los paisajes que se atraviesan, a lo largo de seis etapas, por los senderos del Parque Nacional de Cévennes.

Incluso no falta el tema cultural, porque estos mismos caminos son los lugares que Stevenson recorrió en sus días de retiro en el Languedoc francés... Aunque es cierto que lo hizo acompañado por una reata de burros. Ahora los colores de los chalecos, el herraje con plantillas de silicona o las sillas de carbono demuestran como la tecnología entra también en deportes que hasta hace poco eran minoritarios.

Por eso, a pesar del madrugón, miles de personas se concentran en la salida. A las cuatro de la mañana todo está listo. Los jinetes se disponen a partir, en la pradera de Ispagnac, dispuestos a abordar los 160 kilómetros del circuito de Florac. Se nota la tensión y la emoción. Todos somos conscientes de que lo importante no es ganar, sino acabar el circuito, toda una hazaña. Aquí se siguen unas reglas, casi unos ritos, antes de que se de la salida. La tradición manda. Cuando el speaker el Sr. Herbe, marca los diez últimos segundos comienza otra aventura…

A oscuras, comenzamos la primera etapa de la carrera. Los primeros son 34 kilómetros de subida desde la pradera de Ispagnac hasta la Barre des Cévennes. A la dificultad de la oscuridad hay que unir los fuertes desniveles. Al menos, el esfuerzo sirve para tranquilizar a los caballos que van sobrados de energía. Cuando superamos con éxito esta primera etapa, ya nos espera la segunda de 42 kms. con terribles subidas y bajadas. Un rompe piernas para los ciclistas y un tremendo gasta herraduras para los caballos.

Curiosamente, a medida que el esfuerzo se nota en jinetes y caballos, el paisaje es cada vez más dramático. Esa maravillosa visión de siluetas de bosques y montañas se encadenan unos con otros…

 

Además, en esta ocasión la previsión era de calor, pero la montaña es traidora y la lluvia y la niebla dificultan la llegada a Mont Aigoual. Los aficionados, fuera de la competición montan a caballo en las cercanías del circuito. A mitad de la carrera galopamos suavemente por la meseta de Cévennes, un lugar mítico para la hípica en Francia. Resulta curioso como alguna granjas olvidadas se han convertido en centros de entrenamiento, perfectos para profesionales y amateur de esta modalidad.

En la competición queda uno de los tramos más espectaculares, con la subida a La Citerne, después de cruzar las calles de Meyrueis, con su castillo, sus puentes y la escultura de Persik en un cruce de caminos. Más espectacular es incluso la bajada de nuevo hasta Ispagnac: senderos estrechos con piedra suelta y caballos acostumbrados a un continuo sube y baja…

Los jinetes más en forma corren al lado de sus caballos y los más ligeros van con cuidado en los terribles desniveles. Cuando se llegan a los cien kilómetros el cansancio es evidente. Fuera de competición es el momento de descansar en los bosques de Aigoual, o andar junto a su caballo en la meseta del desierto de Causse Méjean. Al fondo las gargantas del Tarn y sobre nuestras cabezas los buitres sobrevuelan... Incluso ellos no parecen entender mucho lo que sucede ese fin de semana.

Son ya casi cuarenta años desde que comenzó este raid que se diseño en parte para promoción turística y en parte como reto entre los aficionados a la equitación de la zona: el Parque Nacional de Cévennes, en Lozere, un lugar perfecto para andar, correr y pasear... Cualquier ejercicio es bueno para “atacar” posteriormente la gastronomía de la zona. Foie, quesos y embutidos con vinos de la zona. El mercado que se celebra en cada uno de esos pueblos es un festival gourmet.

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