Cartagena de Indias
En las galerías subterráneas del Fuerte de San Felipe de Barajas, es casi imposible no sentir un escalofrío por todo el cuerpo. La historia de aquellos asedios de piratas que duraban días, semanas, meses, mientras los españoles resistían gracias a la imponente mole de piedra de este castillo monumental, la fortaleza más grande e impresionante de América latina. San Felipe de Barajas, calificado como la obra maestra de la ingeniería militar española en América salvó a Cartagena de numerosos asedios y le confirieron a la ciudad su fama de inexpugnable.
El aire algo tétrico de las galerías subterráneas de San Felipe se disipa rápidamente en las calles de la vieja ciudad colonial. Dicen que es la ciudad más bella de América, y es difícil contradecir esta afirmación paseando entre plazoletas, claustros, balcones y pintorescas callejuelas coloniales. Envuelta por sus gruesas murallas de épocas heroicas, Cartagena invita a recorrerla despacio, varias veces, a pie y en un viejo coche tirado por caballos, a la luz del día y en la noche, cuando los faroles iluminan las plazas y obligan a la imaginación a remontarse a otras épocas y a dejar de lado los afanes de la vida moderna.
Sólo así se aprecia en toda su dimensión su belleza y el encanto de la época colonial que perdura en la ciudad vieja, entre sus estrechas calles flanqueadas por hermosos portones y balcones volados. Ingresando por la Puerta del Reloj, entrada principal del recinto amurallado, se accede a la Plaza de los Coches, en donde antaño tenía lugar el mercado de esclavos. Resta ahora adentrarse por las calles de románticos nombres e ir descubriendo plazoletas, iglesias, claustros y casonas, la Catedral, la iglesia y el claustro de San Pedro Clavet, la iglesia de Santo Domingo y lo que antes fue el claustro de San Diego, entre otros muchos edificios coloniales.
Entre las antiguas casonas coloniales merecen atención especial el Bodegón de la Candelaria, hoy sede de un excelente restaurante, y la Casa del Marqués de Valdehoyos. Otras mansiones tradicionales son la Casa del Marqués de Premio Real, la sede del Museo del Oro y la Casa Skandia. Hay centenares de edificios construidos a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, formando un conjunto único por el que Cartagena ha sido nombrada Patrimonio de la Humanidad.
Pero Cartagena es también Caribe: mar, playas, sol, ritmo sobre todo el del ballenato, y noches divertidas. Las principales playas de Cartagena son las de El Laguito y Bocagrande, los mayores centros turísticos del sector. Flanqueadas por grandes hoteles, restaurantes, cafés y puestos de frutas y helados, las playas de Cartagena son lugares plenos de animación y buen humor, y permiten realizar todo tipo de deportes náuticos.
En la playa las «palanquetas» probamos exquisitas frutas tropicales que balancean sobre la cabeza de vendedoras ambulantes. Es, sin duda, la forma más agradable de calmar la sed mientras se disfruta del sol y el mar. Otros prefieren disfrutar de las reservas submarinas que esconden las aguas caribeñas de Cartagena y que le convierten en un destino ideal para practicar el buceo, porque la realidad no es sólo lo que se ve.
ESCAPADAS, NO TODO ES PLAYA.
Las Islas de Rosario, a sólo una hora y media en lancha o yate de Cartagena son una de las excursiones casi imprescindible. Lo mejor es alquilar una embarcación y pedir a su dueño que nos lleve a una de las islas para preparar una agradable comida típica en la playa, descansar o bucear. Otras excursiones típicas son las aldeas de pescadores de La Boquilla a 7 kilómetros o Bocachica.
La vegetación exuberante del trópico está a las puertas de Cartagena. Basta con alejarse un poco, por ejemplo al Jardín Botánico de Turbaco, un parque de vegetación exuberante con inmensos árboles centenarios y numerosas especies de flores y frutas que ocupa los terrenos de una antigua plantación, a 20 kilómetros de la ciudad.
Los amantes de la artesanía encontrarán hamacas y tejidos originales en San Jacinto, un pueblo artesanal, a poco más de 100 kilómetros de Cartagena por la carretera que conduce a Sincelejo
San Andrés es hoy una isla turística, a 700 kms de la costa caribeña de Colombia, pero en el siglo XVII fue una de las bases del pirata Henry Morgan para atacar los galeones españoles y conquistar Panamá y Cartagena, donde llegaban la plata del Potosí y el oro del norte del Perú, tras haber hecho escala en el puerto limeño de El Callao.
CON SABOR A CARIBE
Pescados, mariscos, arroz y frutas tropicales son la base de una buena comida en Cartagena. El condimento esencial: el coco y para beber, una excelente cerveza o, para los abstemios, magníficos zumos tropicales. Lo que si que no falta nunca es un buen tinto, que aquí se refiere al café negro que se toma por todas partes.
Como restaurantes surgen nuevos cada año, pero hay algunos siempre muy recomendables, como Restaurante Moshi, el Capilla del Mar o, para los golosos, el Portal de los dulces. Entre los restaurantes de mayor prestigio para probar la cocina caribella, el Paco’s (Pza de Santo Domingo s/n) y para probar las míticas langostas de la región, La Langosta (Real del Cabrero, 41-43), que hace una caldereta deliciosa.
COMPRAS, COMPRAS, COMPRAS…
Artesanía, esmeraldas, reproducciones arqueológicas, antigüedades, pintura naif… Cartagena es uno de esos lugares donde se pueden pasar horas y horas curioseando entre los puestos callejeros e incluso en los centros comerciales más lujosos de las zonas turísticas. Entre las mejores compras figuran las esmeraldas y la orfebrería (clásica y precolombina).
En el recinto amurallado se puede disfrutar buscando antigüedades o artesanía típica, sobre todo en las tiendas de las calles de Santo Domingo, Ricaurte y Santa Teresa. Entre las tiendas recomendables: galería Cano en la Plaza Bolívar para comprar buenos cafés, artesanía y joyas de diseño precolombino. Las esmeraldas en Esmeralpe, en C/ Ayos 4-11 (proceden de la mina de su propiedad).