BLANCPAIN

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Hay nombres que marcan el tiempo y Blancpain es una de ellos. Desde 1735 Blancpain participa en la evolución de la relojería mecánica sin dejar de perpetuar el tradicional saber hacer de su fundador.

A principios del siglo XVIII, Jehan-Jacques Blancpain se dio cuenta del gran potencial que ofrecía un sector totalmente novedoso como era la relojería. En 1735, fundó la marca Blancpain e instaló su primer taller en su casa de Villeret, en el Jura bernés. Al inscribirse en el registro oficial de la propiedad del municipio de Villeret, este pionero sentó las bases de lo que se convertiría en la marca de relojes más antigua del mundo.

 

Desde los primeros años, los relojes Blancpain gozaron de gran éxito y los herederos de Jehan-Jacques Blancpain supieron perpetuar sus conocimientos y su experiencia. El cambio de siglo fue determinante. En 1815, Frédéric-Louis Blancpain, el bisnieto de Jehan-Jacques, que en esa época dirigía la empresa familiar, modernizó los métodos de producción y transformó el taller artesanal tradicional en una fábrica de producción en serie.

Frédéric-Louis introdujo una innovación sin precedentes en el mundo de la relojería al substituir el dispositivo de rueda de encuentro por uno con escape de cilindro. Gracias a su oficio, Blancpain se convirtió, a mediados del siglo XIX, en la empresa más importante de Villeret. En la segunda mitad del siglo XIX, con los inicios de la industrialización, los precios de los productos relojeros bajaron y muchas manufacturas tuvieron que cerrar. Fue un paso de en paralelo a una nueva revolución industrial.

 

Para hacer frente a la competencia americana, Blancpain construyó en 1865 una fábrica de dos plantas en la ribera del río Suze, para aprovechar la energía hidráulica y conseguir la electricidad necesaria para sus actividades productivas. Gracias a la modernización de sus métodos y a la apuesta que hizo por los productos de alta gama, Blancpain fue una de las escasas empresas relojeras de Villeret que consiguiera sobrevivir.

En 1926, la manufactura se asoció con el relojero John Harwood y comercializó el primer reloj de pulsera automático. Al cabo de cuatro años, Blancpain adaptó este sistema a los relojes pequeños y lanzó el «Rolls» rectangular de Léon Hatot que se convirtió en el primer reloj de mujer automático del mundo. La manufactura Villeret se convierte en «Rayville»

 

El año 1932 marcó el fin de una gestión familiar. Al fallecer Frédéric-Emile Blancpain, su única hija –Berthe-Nellie– no quiso dedicarse al mundo de la relojería. Al año siguiente, los dos colaboradores más cercanos de Frédéric-Emile, Betty Fiechter y André Léal, adquirieron la empresa.

Como ya no había ningún miembro de la familia Blancpain en la dirección, los dos socios se vieron obligados por las leyes de la época a cambiar la razón social. A partir de entonces, la empresa pasó a llamarse «Rayville S.A., succ. de Blancpain». A pesar de este cambio de nombre, la identidad de la manufactura se perpetuó y las características de la marca se conservaron.

Betty Fiechter siguió siendo la directora de Blancpain hasta 1950, año en que su sobrino, Jean-Jacques Fiechter, se unió a la empresa y juntos le dieron un nuevo impulso. Entre los grandes éxitos de la empresa figura el Fifty Fathoms, lanzado en 1953 y que se fabricaba a la medida de los submarinistas del ejército francés, ya que necesitaban un reloj fiable para sus expediciones submarinas.

El capitán Robert «Bob» Maloubier y el alférez Claude Riffaud, cofundadores de la unidad, presentaron el proyecto a Jean Jacques Fiechter, entonces consejero delegado de Blancpain, quien aceptó el reto. El Fifty Fathoms, también utilizado por Jacques-Yves Cousteau, se convirtió en el reloj de referencia de los submarinistas.

 

Tres años después, Rayville-Blancpain renovó este éxito gracias al Ladybird, un modelo equipado con el movimiento automático redondo más pequeño de la época. Compra por parte de Société suisse pour l’industrie horlogère.

A finales de los años 1950, Rayville-Blancpain producía más de 100.000 relojes al año. Para poder satisfacer una demanda creciente, la empresa se integró en Société suisse pour l’industrie horlogère (SSIH), al lado de marcas como Omega, Tissot y Lemania.

La primera crisis del petróleo, en 1973, provocó una recesión mundial. SSIH se vio obligada a reducir su producción a la mitad y a ceder una parte de su patrimonio. El 9 de enero de 1983, vendió el nombre Rayville-Blancpain a Jacques Piguet, hijo de Frédéric Piguet y director de la empresa epónima, y Jean-Claude Biver, que entonces trabajaba en SSIH. La empresa se instaló en Brassus, en el valle del Joux, y pasó a llamarse Blancpain SA.

 

Era la renovación de Blancpain y se abría así un nuevo capítulo para Blancpain. Hasta el momento, muchos movimientos de la Manufactura se escondían en relojes de otras marcas, relegando el nombre de Blancpain a un segundo plano. A partir de su instalación en Brassus, la empresa decidió conservar la exclusividad de su saber hacer. Mientras algunos especialistas auguraban el final de los relojes tradicionales con la llegada del cuarzo, Blancpain centró sus esfuerzos en fabricar grandes complicaciones en relojes de pulsera.

La manufactura Blancpain empezó a fabricar relojes con el más puro estilo tradicional, análogos por su espíritu a los que Jehan-Jacques Blancpain y sus herederos habían realizado más de dos siglos atrás, a sólo un centenar de kilómetros de distancia. Paralelamente, Blancpain contribuyó con todas sus fuerzas a la renovación de la relojería mecánica recuperando las complicaciones tradicionales y dando a conocer la historia del gremio relojero y las obras maestras que encarnan el culmen de la relojería.

 

En 2002, Marc A. Hayek pasa a ser presidente y consejero delegado de Blancpain, y consigo trae un aire nuevo a la Manufactura, que se embarca en una cruzada por la excelencia sin perder jamás de vista su valioso legado. Se autorizan fuertes inversiones, se refuerza el departamento de I+D y se le anima a adentrarse en territorios inexplorados. La cantidad de primicias mundiales y de patentes se multiplica con un impresionante desfile de movimientos nuevos.

La tecnología y la calidad logran que la imagen de la marca sea precisa en el mercado internacional. Se revisa por completo la distribución y aparecen numerosas tiendas Blancpain en las calles más prestigiosas de las grandes capitales del mundo. Gracias a sus constantes innovaciones en el ámbito de la relojería de gama alta, Blancpain experimenta una gran expansión hasta convertirse en un referente del tiempo y el estilo.

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