GIULIA disfruta en la montaña

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El placer de conducir no es sólo una cuestión de velocidad. Por eso, las carreteras de montaña ofrecen el placer de conducir con la emoción de unos escenarios diferentes.

Algunos tramos de asfalto en la sierra de Gredos son perfectos para el nuevo Alfa Romeo Giulia. Sus diferentes posibilidades de conducción son como los paisajes, emocionantes con las prisas y relajantes en la contemplación.

Sobre el mapa, el macizo de Gredos se nos muestra como una fortaleza inexpugnable, una mole granítica culminada por el Almanzor, con sus 2.592 metros. Un espacio natural compacto, casi impenetrable, donde las carreteras se ciñen a los accidentes geográficos. Gredos es una cordillera de referencias, casi míticas, para los montañeros, que son los únicos que se adentran hacia su corazón por algunos caminos no siempre fáciles. Este murallón castellano, frío y solitario es terrible en invierno y abrasador en verano pero siempre seductor.

Aquí, la carretera, que va tomando diversas denominaciones según los tramos, nos permite tener siempre presente la cordillera, desde el norte o el sur, y descubriendo algunos de los valles más encantadores del interior peninsular. Son comarcas con nombres propios, sonoros y bien conocidos, a caballo entre Ávila y Cáceres y que responden a cuatro ríos principales: el Tormes, el Ambroz, el Tiétar y el Alberche.

Una buena opción puede ser la de acceder desde el cruce de la N-502 a la altura de Arenas de San Pedro que, aunque no está en la misma carretera merece una escapada de unos kilómetros. Antes, hacemos parada en Candeleda, uno de los pueblos más típicos y con mayor encanto del sur de Gredos.

Ha llegado el momento de girar hacia el norte por el puerto del Pico, el único por el que se atreve la carretera a cortar el extremo oriental del Macizo central para acortar distancias, hasta llegar a la Venta Rasquilla. Las cerradas curvas son más llevaderas por la excelente estabilidad de nuestro Alfa Romeo. La conducción manual casi obliga a sentir cada kilómetro.

La vieja calzada romana dice mucho de aquellos viejos caminos. Para el que no conoce bien la zona es un simple cruce de carreteras en el que se cruzan la N-502 que une Ávila y Arenas de San Pedro, y la C-505. Un letrero identifica la fonda que tuvo sus días de gloria hace tan sólo unas décadas cuando los viejos “autobuses de línea” que iban de pueblo en pueblo llevaban los bultos cargados en lo alto, bailando por todo el Valle del Tormes, hasta el Puerto de Tornavacas, casi siguiendo los ritmos de la trashumancia.

La Venta, que sigue siendo famosa por sus platos de “patatas revolconas” es lugar del que arrancan muchas rutas por la Sierra de Gredos, que casi todo el mundo asocia al valle del Tormes, recorriendo los pueblos más célebres de Gredos que ya queda al sur: Navarredonda, Hoyos del Espino, Navalperal, Zapardiel de la Rivera, Aliseda de Tormes, Hermosillo y por fin Barco de Ávila. Se puede completar el circuito si estamos dispuestos a seguir hacia Plasencia. Si queremos más curvas siempre podremos subir hasta la Herguijuela y el puerto de Peña Negra.

La carretera del Tormes, asfaltada recientemente, es mucho más cómoda y perfecta para sentir las posibilidades del Giulia. No por ello, nos debemos confiar en exceso. Estamos en un lugar perfecto para conducir con sutileza y mucho sentido común… El mayor peligro reside en los numerosos animales que andan sueltos en las cercanías de la carretera. Sus prados y cañadas parecen el paraíso de vacas y caballos que saben poco de lindes. En los meses de invierno, a primera hora del día, las placas de hielo son muy frecuentes, por lo que debemos ser extremadamente prudentes.

A lo largo de todo el camino, el río nos acompaña, igual que la montaña, que a nuestra izquierda nos invita a hacer alguna de las excursiones más clásicas del montañismo meseteño, como la que lleva al circo de Gredos y la Laguna Grande, ambas de origen glaciar. En Navarredonda o en Hoyos del Espino, se ven muchos montañeros, pero también ha tomado mucha importancia el turismo ecuestre. Las rutas a caballo se adentran por cualquiera de los cuatro valles de Gredos, que son buenos escenarios para recorrer a lomos de un buen caballo. Estos caminos secundarios de estas tierras duras y montañosas han pasado de los duros tiempos de la trashumancia a otros más amables para turistas amantes la naturaleza.

Detenemos nuestro vehículo en el parador de Navarredonda, pionero de los paradores en España y pensado para que el rey Alfonso XIII tuviese un refugio de su altura cuando venía a cazar por estos parajes. Fue también este rey Borbón quien mandó construir la llamada Trocha Real, una senda que desde Navarredonda conduce hasta la Laguna Grande de Gredos. Muchos años después, fue Franco el que encontró aquí el mejor alojamiento para disfrutar sus jornadas de pesca en el río Tormes, famoso por ser unos de los cotos de pesca más preciados del interior.

El rojo de nuestro Giulia hace más dramático el paisaje. Nuestro camino va por la carretera principal, entre prados de siega, piornales y arroyos y, abajo, el río que discurre entre chopos y fresnos, como si fuera una postal. Con sólo salirnos unos metros de la carretera contemplamos algunos de los mejores ejemplos de la arquitectura popular de Ávila: pueblos y casas de piedra y teja y calles adoquinadas, gentes dedicadas a la ganadería y a sus pequeños huertos.

Por supuesto, merece la pena subir por las estrechas carreteras locales y llegar a sus pequeños pueblos, algunos de ellos casi abandonados, como Navasequilla, Angostura, Horcajo de la Ribera o La Lastra del Cano. Pueblos con gallinas sueltas, mujeres de negro, regatos de agua por las calles, fuentes de caño en las plazas y donde son prácticamente desconocidos los rótulos y los coches. En el camino se pueden también descubrir grandes remansos de agua en algunas pozas, especialmente atractivas en verano, como las que se ven en el trayecto desde Aliseda hasta Bohoyo, con merenderos instalados para los bañistas.

Y así, casi sin notarlo, llegamos a Barco de Ávila, donde el Tormes cambia de dirección, formando un ángulo recto hacia el norte y adentrándose en los paisajes completamente diferentes de los páramos salmantinos. En contraste con las pequeñas localidades del valle, Barco de Ávila tiene aires de gran capital comarcal. Su nombre se debe a una antigua barca que se usaba para cruzar el Tormes, pero su fama se debe principalmente a sus célebres judías, tan famosas o más que sus antiguas murallas, la iglesia gótica de la Asunción, el puente románico o su castillo. El pueblo está dominado por el castillo de Valcorneja, situado sobre un promontorio a orillas del Tormes, que da un aspecto monumental a la ciudad. Fue erigido en el siglo XIV para defender el paso del río y el acceso al puerto de Tornavacas, pero hoy, una vez perdida sus funciones, permanece casi en ruinas. Al final del día nos espera una buena cama y una generosa cena, regada con buen vino. Las famosas judías no son probablemente lo más digestivo para una cena pero resultan casi irresistibles, como las patatas revolconas, con torreznos. Giulia también disfruta del buen yantar…

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