Soria: esa escapada que necesitas para cambiar de año

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SORIA: ESA ESCAPADA QUE NECESITAS PARA CAMBIAR EL AÑO


Para despedir 2025 con frío del bueno y estrenar 2026 a base de paisaje, paseos, chimeneas y planes de turismo activo, esta ruta por seis pueblos de Soria es un caramelo invernal: montaña, pinares, Duero, trashumancia y cielos de escándalo para ver estrellas y quemar los últimos turrones caminando.

Borobia: cielo negro y Moncayo blanco

En Borobia el invierno tiene banda sonora propia: cruje la nieve bajo las botas, suena el viento del Moncayo y, cuando cae la noche, el silencio es tan intenso que hasta las estrellas parecen hacer ruido. Aquí el fin de año se vive sin prisas, con la chimenea encendida y la sensación de estar “al final del mapa”, en la vertiente soriana del Moncayo, rodeado de lomas peladas, arroyos y caminos que invitan a abrigarse y salir a pasear. El pueblo es pequeño, de piedra recia, con la iglesia como referencia y un puñado de bares donde el tapeo sabe a producto de pueblo y conversación de barra.​

Uno de los grandes atractivos de Borobia en cualquier época, pero especialmente en invierno, es su cielo nocturno: la zona está muy vinculada al astroturismo y a actividades de observación de estrellas, con iniciativas que aprovechan la oscuridad casi absoluta de la comarca para convertir la noche en espectáculo. Entre un día y otro puedes encadenar rutas a pie por los caminos que conectan con Ciria u otras aldeas del entorno del Moncayo, hacer fotografía de paisaje invernal, buscar huellas en la nieve o animarte con alguna marcha organizada dentro de los programas de naturaleza que se celebran en la zona, donde no faltan senderismo, salidas interpretativas y talleres al aire libre.​

El cambio de año aquí es perfecto para quien huye de las aglomeraciones: uvas frente a la lumbre, paseo corto al amanecer para ver cómo se tiñen de rosa las cumbres del Moncayo, y, si hace noche despejada, telescopio o simple manta y gorro para tumbarse a mirar constelaciones. En los alrededores, la carretera hacia el valle del Jalón o hacia las Tierras del Moncayo permite diseñar pequeñas excursiones diurnas por carreteras secundarias, encadenando pueblos mínimos, ermitas solitarias y miradores improvisados sobre un paisaje duro y precioso, muy fotogénico en invierno.​

Abejar: puerta de los pinares y del embalse

A Abejar se le conoce como la “Puerta de los Pinares”, y en invierno el apodo cobra todo el sentido: llegas en coche y, de repente, te ves rodeado por un océano de pinos que huele a resina y frío limpio, con la silueta de Urbión insinuándose en el horizonte. El pueblo, cómodo para alojarse y moverse, es una base ideal para pasar el fin de año combinando paseos por el caserío, vermú al sol cuando asoma y escapadas al embalse de La Cuerda del Pozo, que queda a un paso y pone el toque de “mar interior” al viaje.​

Muy cerca de Abejar hay un mirador estupendo sobre la lámina de agua del embalse y los pinares, perfecto para ver atardecer el último día del año o estrenar el primero con un café caliente en la mano y la sensación de estar en mitad de un paisaje de postal. Las orillas del embalse ofrecen áreas recreativas, zona de picnic, camping y explanadas donde en verano reina el baño, pero en invierno mandan el paseo abrigado, la fotografía, las rutas en bicicleta de montaña y, si el tiempo acompaña, incluso algún deporte acuático tranquilo para los más valientes.​

Como turismo activo, aquí puedes montar una agenda sencilla pero intensa: senderos que bordean la Cuerda del Pozo, rutas hasta Playa Pita para caminar entre pinares, salidas en BTT aprovechando pistas amplias y pistas forestales, o incluso enlazar con empresas de turismo activo de la provincia que ofrecen actividades como raquetas de nieve en la zona de Urbión, rutas guiadas o experiencias multiaventura. La guinda la ponen las excursiones de día a pueblos cercanos como Vinuesa o la subida hacia la Laguna Negra, que en estas fechas suele lucir su versión más dramática y fría, ideal para un reportaje invernal de los que dejan huella.​

Ágreda: tres culturas a los pies del Moncayo

Ágreda es uno de esos pueblos que demuestran que Soria también puede ser muy monumental: casonas, restos de murallas, iglesias importantes y, sobre todo, una historia potente ligada a la convivencia de culturas que se respira en cada esquina. Situada en la ladera sur del Moncayo, la villa mira a Castilla y a Aragón y funciona como bisagra entre paisajes, tradiciones y climas, lo que la hace especialmente sugerente para despedir el año con algo más que chimeneas y paseo. El casco histórico, con sus barrios diferenciados, invita a perderse sin mapa, subiendo y bajando cuestas, entrando en iglesias y asomándose a miradores sobre el valle.​

El invierno suma aquí su propio encanto: el Moncayo, casi siempre con nieve en las alturas, se convierte en telón de fondo permanente, y los alrededores de Ágreda permiten encadenar rutas a pie por caminos agrícolas, sendas que suben poco a poco en dirección a la sierra y recorridos que enlazan ermitas, pequeñas huertas y arroyos. Es un terreno perfecto para el senderismo tranquilo de media montaña, ideal para quienes quieren caminar sin meterse en grandes desniveles, y también para la BTT, con pistas amplias y carreteras secundarias casi vacías en esta época.​

Como plan de fin de año, la combinación gana puntos: mañana de ruta ligera por el entorno del Moncayo, tarde de paseíto urbano con visita patrimonial y noche de tapeo largo en bares donde la cocina castellana manda en la barra. Desde Ágreda es fácil organizar excursiones de medio día hacia el resto de la vertiente soriana del Moncayo, con pueblos como Ólvega o Magaña, o saltar al lado aragonés para cambiar de paisaje en menos de una hora, diseñando así un inicio de 2026 con sabor a viaje circular entre dos mundos.​

Langa de Duero: viñas, bodegas y frío ribereño

Langa de Duero huele a vino incluso cuando las viñas están desnudas y el cierzo recorre el valle a base de soplidos helados. El pueblo se asienta junto al Duero, rodeado de laderas de viñedo y campos de cereal, y es una de las puertas sorianas a la Ribera del Duero, con bodegas tradicionales y modernas que dibujan un paisaje perfecto para un reportaje de invierno entre cepas retorcidas, bodegas subterráneas y paseos junto al río. El caserío, con su puente sobre el Duero y su silueta de pueblo ribereño, se presta a pasearlo cámara en mano, buscando fachadas, chimeneas humeantes y rincones con historia.​

Como turismo activo, aquí manda la combinación de senderismo suave, enoturismo y bicicleta: rutas lineales o circulares por caminos de viñas, paseo por las orillas del Duero y pequeñas subidas a los altozanos para ganar perspectiva sobre el valle. La bicicleta de gravel o de montaña se siente como en casa pedaleando por las pistas agrícolas, y el frío seco de Soria funciona casi como un filtro fotográfico natural, con cielos limpios y colores muy nítidos. Entre ruta y ruta, visitas a bodegas para conocer la elaboración de los vinos de la zona y entrar un rato en calor con catas comentadas.​

El cambio de año aquí se celebra de forma más íntima, casi a escala de barrio, ideal para quien quiere uvas y poco más, y prefiere levantarse el día 1 con tiempo y fuerzas para salir a caminar. Desde Langa se puede trazar una ruta de pueblos ribereños hacia San Esteban de Gormaz, El Burgo de Osma o, en sentido contrario, hacia Aranda, encadenando puentes, miradores y bodegas, o incluso diseñar una pequeña “ruta de castillos y viñas” aprovechando las fortalezas cercanas y los caminos agrícolas.​

Yanguas: piedra, castillo y trashumancia

Yanguas es uno de esos pueblos que parecen dibujados para un libro ilustrado: casonas de piedra, calles estrechas, un río que lo abraza y un castillo vigilando desde lo alto. En invierno, con las laderas de Tierras Altas peladas y el frío entrando razonablemente hasta los huesos, el conjunto adquiere un aire teatral que lo convierte en escenario perfecto para despedir el año a lo grande pero en pequeño formato. La declaración de conjunto histórico no es casualidad: cada esquina invita a la foto, y cada paseo se convierte en una clase práctica de arquitectura tradicional serrana.​

Las posibilidades de turismo activo en Yanguas se apoyan en un entorno espectacular: montes cercanos para hacer rutas de senderismo, pistas que se internan en bosques y parameras, caminos trashumantes que recuerdan la vieja ruta de los rebaños entre Soria y el sur. En temporada de setas la zona es muy conocida por su riqueza micológica, con ferias y rutas guiadas, y aunque eso sucede en primavera y otoño, el invierno ofrece la contrapartida de bosques silenciosos y senderos solitarios, perfectos para estrenar año caminando en calma.​

Los programas de turismo de la zona destacan que Yanguas se ha convertido en uno de los pueblos que más crece en visitantes de la provincia, impulsado por ese cóctel de patrimonio, paisaje y actividades ligadas a la naturaleza. Desde aquí puedes acercarte a Villar del Río y el entorno de los dinosaurios, seguir hacia San Pedro Manrique o perderte por las carreteras comarcales que trepan por Tierras Altas, dibujando una ruta circular de pueblos diminutos, barrancos, ermitas en lo alto y miradores al frío, de esos en los que el aire parece limpiarte la cabeza.​

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