EL TRIANGULO DE ISABEL LA CATÓLICA en un OPEL ASTRA
Seguir los pasos de Isabel la Católica es la excusa para conocer tres pueblos que marcan la historia de España. Nuestro Opel Astra demuestra que los kilómetros marcan el ocio de un modo diferente… Aquí te lo enseñamos.
ARÉVALO
Capital de La Moraña
Esta ciudad castellana vivió de cerca la infancia de Isabel la Católica, fue testigo de la firma del Tratado de Tordesillas entre España y Portugal y tuvo encerrado en su castillo al mismísimo Guillermo de Nassau, príncipe de Orange. Nosotros hemos venido en busca de éstas y otras historias.
Hay tres plazas que ver en Arévalo: la de la Villa, ejemplo de arquitectura popular castellano-medieval, flanqueada por tres torres mudéjares la Real, con el Palacio de los Trastámara, y la del Arrabal, donde en la Edad Media se celebraban los mercados y las ferias. Con esto y una buena porción de asado, se presenta un buen día.
Nosotros comenzaremos nuestro recorrido en la Plaza de la Villa donde primero visitaremos la iglesia de Santa María Mayor del Castillo , del románico mudéjar. Desde fuera, llama la atención su ábside que tiene varios pisos de arquerías ciegas de ladrillo. Tiene también una torre mudéjar con un arco en su base por el que pasa una calle. En su interior, hay que ver las pinturas románicas descubiertas en su ábside, con un Pantocrátor rodeado por el Tetramorfos y otras figuras. Desde esta Iglesia, repicaba la “campana de queda” 100 toques, de diez en diez, para la apertura y cierre de las puertas de la muralla medieval.
A continuación recorreremos la plaza empedrada, con sus soportales de columnas, de las cuales 31 son de piedra y 25 de madera. Aquí también está la casa de Los Sexmos, donde se ratificó el Tratado de Tordesillas. En el extremo opuesto a la Iglesia de Santa María está la Iglesia de San Martín con sus dos torres gemelas de origen mudéjar y una galería porticada del muro meridional, que nos recuerda al estilo de los pórticos románicos segovianos.
Cogeremos la calle de la Alhóndiga, en la que antiguamente se emplazaba una institución denominada Pósito del Panadeo y Alhóndiga de los Labradores que se encargaba de almacenar el grano, sobre todo para recurrir a ella en tiempos de escasez. Hoy en día es la Biblioteca Municipal. Al final de la calle llegamos a la Plaza del Real donde está el Ayuntamiento. En esta plaza se encontraba el Palacio Real donde vivió Isabel la Católica unos años, de ahí el nombre. Es una plaza grande a la que los habitantes de Arévalo acuden para pasear tranquilamente. Tiene un kiosco de música y una zona con un pequeño anfiteatro de piedra para distintas actuaciones.
La fama del cochinillo de Arévalo no radica sólo en la manera de prepararlo sino también en la materia prima. El tostón, que es como se le denomina, ha de ser alimentado exclusivamente de leche materna y se ha de sacrificar a los 21 días de vida. Se ha de pelar a mano y con agua caliente, para evitar imperfecciones en la piel. Por último, se unta con una mezcla de manteca, ajos machacados, vinagre y sal y se asa n un horno antiguo. Resultado: corteza crujiente y carne tierna y jugosa.
Madrigal de las Altas Torres.
Mirar a la historia nunca está de más. Aquí nacieron Isabel la Católica, la primera reina de España, y Vasco de Quiroga, primer obispo de Michoacán (México) y misionero español. Y aquí murió Fray Luis de León, poeta humanista y místico. Madrigal de las Altas Torres tiene el honor de haber acogido a grandes ilustres y aunque hoy es un pequeño y tranquilo municipio, aún conserva en sus calles y edificios parte de la importancia histórica de la que ha sido testigo. La historia también cobra sus peajes.
La carretera que nos lleva hasta Madrigal es una mezcla de ensueño, soledad y descubrimiento. Pocos ayuntamientos pueden presumir de hacer su propio vino, que se llama Isabel y cuesta alrededor de los 5 euros la botella, de tener los mejores trigos de la Moraña o de haber tenido entre sus vecinos al famoso Gabriel de Espinosa, el Pastelero, genial impostor que se atrevió a suplantar al Rey Sebastián de Portugal. Así es la vida!
A Madrigal de las Altas Torres, ubicado al norte de la provincia de Ávila, en la comarca de Arévalo, se accede atravesando una llanura típicamente castellana. Le rodean esos inmensos y hermosos campos de tonalidades amarillas que tanto cautivaron al poeta Antonio Machado. En su día llegó a tener cien torres mudéjares, aunque hoy apenas quedan veintitrés en sus murallas.
Lo que sí se conserva a la perfección es el Palacio de Juan II, donde nació Isabel la Católica, que hoy es un convento de monjas de clausura. Se trata de un edificio austero del que se puede visitar una parte. Sí se puede acceder a la habitación donde nació la reina, presidida por un cuadro de Zurbarán y una Virgen Inmaculada, obra de Alonso Cano. Austeridad castellana para unos y minimalismo arquitectónico para otros… porque hay opciones para todos los gustos.
Además, en esta tranquila localidad, merece la pena visitar la Iglesia de estilo mudéjar Santa María del Castillo, bien de interés cultural, el perímetro amurallado, el Real Hospital de la Purísima Concepción, el convento de Extramuros, donde murió Fray Luis de León, la sinagoga o el Palacio de los Pocostales. Arte e historia en un escenario que no deja nunca indiferente.
A 7 minutos de Madrigal de las Torres Altas se encuentra Villar de Matacabras, un pueblecito de ocho viviendas deshabitado, al que se accede por la carretera CL 610. Allí aún se conserva la iglesia románico – mudéjar de Nuestra Señora del Rosario, restaurada recientemente. Hoy se utiliza como centro de observación y recuperación del cernícalo primilla.
A la hora de dormir, bueno es dejarse caer por la Posada de Isabel de Castilla. Un precioso y elegante hotel ubicado en el centro del municipio que fue una antigua casa de labranza del siglo XIX. Tiene habitaciones y suites y una biblioteca con más de 1.600 volúmenes: muchos están dedicados a la reina Isabel I de Castilla a Juan II, Enrique IV Ana de Austria o Vasco de Quiroga, entre otros personajes de la localidad o relacionados con ella. Un lugar perfecto para escarpar del estrés.
MEDINA DEL CAMPO, Ciudad de Ferias
La A6 hace un requiebro a la altura de Medina del Campo para circunvalar esta ciudad que en otro tiempo tuvo su principal razón de ser precisamente en ser una villa de paso obligado en el camino desde el centro al noroeste del país.
No hay que dejarse engañar por la autovía porque conviene parar y entrar en Medina, ciudad castellana como pocas, que durante los siglos XV y XVI fue uno de los centros económicos y mercantiles más importantes de Europa.
Los Reyes Católicos la protegieron y auspiciaron su desarrollo y por eso, el conjunto patrimonial que hoy disfruta es sobre todo de esa época, con un sabor medieval bien conservado que nos hace revivir los pasados tiempos de gloria. De su esplendor medieval da fe su Castillo de la Mota, el edificio más emblemático de la ciudad, casi de cuento, que llama desde lo alto a los viajeros de paso.
Estamos en plena “ruta de la lana”, el artículo que propició la prosperidad de Castilla. Y para conocer la trascendencia de su comercio en la Baja edad Media, solo tenemos que visitar el Museo de las Ferias. Aquí nos cuentan cómo Medina del Campo se puso a la cabeza de la prosperidad castellana cuando su feria tomó relevancia europea desde el siglo XIV. Inicialmente el mercado de lana y posteriormente el comercio de paños, sedas, tapices y bordados hicieron de ella el centro de contratación textil más importante de Castilla. En 1491 se declararon Ferias Generales del Reino por parte de los Reyes Católicos y desde entonces se convocaban feriales anuales, en mayo y octubre, que inicialmente eran grandes mercados francos de transacción de productos, pero evolucionaron con el tiempo en reuniones financieras. Junto con mercaderes burgaleses, bilbaínos, sevillanos y catalanes eran numerosos los agentes de grandes casas de finanzas de Amberes, Lyon, Génova, Florencia o Lisboa que acudían a Medina a comerciar. De este modo, el protagonismo de los feriantes y mercaderes de los primeros tiempos pasó a los hombres de negocios, cambistas y banqueros que endosaban créditos, contrataban grandes partidas, ordenaban pagos, enviaban cartas de aviso y, sobre todo, giraban letras de cambio.
En siglos posteriores, Medina fue decayendo y poco a poco pasó a ser una simple ciudad castellana en un punto estratégico en la ruta desde Madrid hacia el Noroeste. Sin embargo, un paseo por sus calles nos devuelve a la historia, entre edificios como el Palacio Real Testamentario de Isabel la Católica, un regio edificio que fue morada habitual de los reyes de Castilla desde San Fernando, y en el que murió la reina Católica en 1504. Hoy es un museo para conocer la figura de la Reina, su vida y su actividad europea y americana.
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