Se buscan castillos… con fantasma
Fortalezas, hoteles o miradores: todo tiene su opción.
Coger carretera y manta siempre es buena opción. Pero para dar un poco de emoción al viaje, nada como que el destino final incluya una sorpresa. Puede ser en forma de paisaje de cuento, de playa de postal, de montaña nevada, de buen restaurante en una gran ciudad o en un pueblo recóndito… La lista permite un largo etcétera en el que cabe casi de todo. Y en los primeros puestos de esa lista figura el siguiente plan: que el destino sea un espectacular castillo, y que además albergue un famoso fantasma.
Aunque la historia y antigüedad de la fortificación ya supongan un reclamo más que suficiente para el turista, el espectro hace ganar más puntos. La buena noticia es que esta apuesta, difícil de superar, se da con relativa frecuencia en fortalezas salpicadas por toda la geografía española.
También aparece y desaparece cuando le place un señorial fantasma en la que fuera sede de la Corte del Reino de Navarra hasta su conquista, el Palacio Real de Olite. Era uno de los castillos medievales más envidiados de Europa y en su interior se celebraban torneos, juegos de pelota y hasta corridas de toros. Parece que tanta actividad dejó atrapado al espíritu de algún noble porque cuentan que en la zona que hoy es el Parador Príncipe de Viana se escuchan extraños sonidos además de melodías medievales, todo por obra y gracia de invisibles aristócratas que siguen pasándoselo en grande en el interior del palacio.
Cardona es conocida a muchas leguas a la redonda por su imponente castillo, imposible no verlo encaramado como está a una colina. Era uno de esos castillos inexpugnables de foso, torres, baluartes y troneras. Con decir que ni los franceses, que arrasaron con infinidad de castillos, no llegaron ni a sus puertas. En su interior hay un templo románico que fundara el obispo Gribaldo en 1040, hermano del fundador del castillo, el vizconde Veremundo. En su interior se encuentra el panteón de los duques de Cardona con 22 sepulcros.
Parte del castillo es ahora parador con lo que su conservación está asegurada. En los días de niebla, asomados a la almena, el parador asemeja un barco pirata que surca un mar de nubes, abajo queda el resto del mundo invisible al ojo humano. Las vistas que se contemplan desde habitaciones y demás estancias encabezan una lista de razones por las que se debe visitar este hotel. Es sin duda favorito de los extranjeros a los que la idea de pernoctar en un castillo, con o sin fantasma, les parece una experiencia increíble. La habitación 712, nunca se ofrece a los clientes si no es por petición propia… Queda dicho todo!
Castillo de Pedraza
Algo más al sur, en la localidad segoviana de Pedraza, otra fortaleza alberga no uno sino dos fantasmas, los de una pareja a quien el señor del castillo de Pedraza no quería ver juntos. Los muros de este lugar fueron testigos de la historia de Elvira y Roberto, dos plebeyos que se enamoraron a principios del siglo XIII. Hasta ahí, nada extraordinario. Salvo porque el señor del castillo, el noble Sancho de Ridaura, se había enamorado de Elvira haciendo valer sus derechos feudales para casarse con ella. Elvira fue obligada a ser su señora, pero nadie podía obligarla a amar a su esposo.
Por eso mantuvo una relación con quien ya quería antes, Roberto, que por cosas del destino acabó siendo capellán del castillo. Cuando el guerrero Sancho de Ridaura regresó triunfante de la batalla de las Navas de Tolosa y se enteró de que su esposa no le había sido fiel, decidió dar muerte a su amante, tras lo que doña Elvira se clavó una daga. Fue entonces cuando se inició un incendio y el castillo se convirtió en pasto de las llamas, sepultando los cadáveres de Elvira y Roberto. Cuentan que ahora, en las noches de luna llena, dos figuras se dejan ver paseando por las almenas. Son las de la pareja de amantes a los que solo dejaron estar juntos después de muertos. En Pedraza se sabe vender todo y eso se nota.
Entre los espíritus más inquietos se encuentran algunas ilustres damas que no consiguen descansar a gusto. Una de ellas es Eugenia de Montijo, la famosa emperatriz esposa de Napoleón III, quien restauró el castillo de Belmonte, en Cuenca, y cuentan que siguió habitándolo después de muerta. El mismísimo Charlton Heston dio fé de ello durante el rodaje de El Cid. Se quedó paralizado en medio de una escena y cuando el director preguntó qué ocurría, el actor juró haber visto una extraña mujer en la Torre del Homenaje donde supuestamente no había nadie, al menos no de carne y hueso. Los extras que andaban por allí ni siquiera dieron muestras de sorpresa. Sabían de sobra que cuando se entra en el castillo que en su día restauró la emperatriz, esta puede aparecer en cualquier momento.
Por último, un quinto castillo con fantasma incluido es el de Almodóvar del Río, en Córdoba, donde según la leyenda sigue viviendo la princesa Zaida. Se trataba de una princesa musulmana que encontró refugió en el castillo cuando huía de los almorávides. Allí aguardó al príncipe Al Mamum, esperando que escapara del asedio. Sin embargo, el 28 de marzo de 1091 el príncipe murió sin cumplir la promesa de regresar junto a la princesa Zaida. La leyenda asegura que ella se despertó a la hora exacta de su muerte. Vestida con una túnica blanca, subió a la Torre del Homenaje y desde allí vio cómo un caballo blanco sin jinete se acercaba al castillo. Cada 28 de marzo el espíritu de la princesa sigue subiendo a la Torre del Homenaje, esperando que el príncipe Al Mamum aparezca.
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