UN TRIÁNGULO CON HISTORIA: PEDRAZA, TURÉGANO Y FUENTIDUEÑA

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La historia y el paisaje convierten los kilómetros en un dulcificador reto. Hay tres pueblos segovianos que siempre  nos sorprenden, porque siempre hay algo nuevo dentro de su carga histórica. Pedraza, Turégano y Fuentidueña son los pilares de un trípode maravilloso donde la historia y la gastronomía se unen en un destino perfecto.

Una visita con el nuevo Mazda CX 30 demuestra que la vida puede ser emocionante y tranquila al mismo tiempo. Un vehículo cómodo, polivalente y con una tecnología que siempre sorprende. Desde un primer momento, nos encontramos ante un coche bonito… muy bonito. Los diseñadores e ingenieros del nuevo SUV de Mazda logran, con el CX-30, un vehículo donde prima la armonía. El Mazda CX-30 destaca por su diseño, seguidor del concepto Kodo,  y por las ayudas a la conducción que aportan un manejo confortable y seguro. Un habitáculo amplio y agradable para 5 pasajeros, y un espacio de carga versátil de 430 litros, convierten al nuevo SUV de Mazda en un coche apto para uso urbano diario, en viajes largos por carretera, y en excursiones por caminos off-road. Un coche que nos vale para casi todo. 

Pedraza puede presumir de ser uno de esos pueblos que nunca fallan. Da igual que sea el principio o el final de algo, porque tiene algo de cuento: una villa amurallada en lo alto de una roca inmensa coronada por un castillo. En el interior se puede alardear de que el edificio más reciente es prácticamente del siglo XVII aunque la mayoría son muy anteriores. Es como si el lugar se hubiera congelado en el tiempo y ahora, con el conjunto conveniente rehabilitado, se viviera un ambiente de otro tiempo. En los dos primeros sábados de julio se celebran las Noches de las Velas, cuando se apaga el alumbrado público y el pueblo se ilumina con miles de velas que crean una atmósfera mágica.

La historia marca la ruta. A Pedraza sólo se puede acceder por una puerta, y es como entrar en un decorado de película. Uno se adentra en la calle Real como en un sueño: las casas de Zamarriego, de Pilatos, de los Marqueses de la Floresta y tantas otras forman un conjunto irreal. Así se llega a la plaza Mayor, irregular y maravillosa, con casonas con soportales y una extraordinaria iglesia románica.

Algo parecido podría suceder en Fuentidueña. Las ruinas del castillo,  y el recinto amurallado de la localidad, con tres puertas de acceso la puerta del Palacio, la puerta de la Calzada y la puerta de Alfonso VIII lo convierten en un lugar mágico. Si a esto unimos la Iglesia de San Martín y la Iglesia de San Miguel tenemos un escenario perfecto. Además nos encontramos con la iglesia de Santa María. Antigua iglesia del arrabal de la villa rehabilitada hace pocos años y que es la tarjeta de presentación cuando se atraviesa el puente sobre el rio Duratón.  A esto hay que unir la necrópolis medieval, que se encuentra en la parte superior del recinto amurallado, con sepulturas antropomorfas de cronología medieval.

Una mezcla de estos dos pueblos, historia y decorado, vida cotidiana y postureo de fin de semana,  podemos encontrar con creces en Turégano, que ofrece una de las imágenes más reconocidas de toda la provincia, con su ancha plaza Mayor rodeada de soportales y el imponente castillo en lo alto. 

La imagen del castillo es espectacular en el cerro del Altozano, que  fue ocupado primero por un castro arévaco, del que quedan restos, antes de ser fortificado por los romanos y más tarde por el conde Fernán González. Un obispo edificó la iglesia de San Miguel y la casa fuerte de los obispos que sirvió de archivo antes de que fuera rodeado por las murallas del castillo que se levantó por los partidarios de Doña Isabel en medio de las disputas por el trono de Castilla. 

Por los alrededores de Turégano se puede vagar tranquilamente en busca de aldeas poco conocidas en medio de parajes solitarios. Los árboles de ribera señalan los ríos y arroyos. Si buscamos pueblos pequeños, se pasa por Muñoveros, Valdevacas y Guijar, Cubillo, Caballar o La Cuesta. 

Aquí  la carretera no se mide por kilómetros. En cada plaza dan ganas de parar el coche y pasear en la soledad de los campos castellanos, ese campo de valles apartados, encinares y rapaces que recorren el ancho cielo. Nuestro Mazda CX 30 cumple con creces. 

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