Un viaje a la India

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Viajar a la India no deja indiferente a nadie. El país de los mil colores sorprende siempre y, también enamora al viajero que busca algo más. Romper nuestros esquemas nos permite ver más y mejor. A la India hay que volver cada cierto tiempo para contemplar la evolución del mismo país y para llenar nuestra alma con la espiritualidad que se respira en las calles.

En esta ocasión nos centraremos en Madhya Pradesh, en las sensaciones y en los contrastes que van de la mano. Respirar esa mezcla de culturas con reminiscencia británica, nos recuerda que fue no hace mucho tiempo (exactamente en 1947) cuando la India consiguió la independencia de los ingleses. Conocer la historia, nos permitirá disfrutar mejor de nuestro presente.

La región ofrece una colección de visitas obligadas. Si quiere continuar alimentando su nivel cultural, diríjase a conocer los templos de Khajuraho. En los siglos X y XII, Khajuraho fue la capital de esta parte de la India. El momento en el que se construyeron estos templos conocidos por la cantidad de escenas eróticas, muchas de ellas son figuras de divinidades, animales, rituales de danzas y esculturas con connotaciones sexuales y posiciones (casi) imposibles que dejarán pensando a más de uno y una. El nivel de curiosidad ascenderá notablemente.

Un viaje con propósito que merece la pena continuar para conocer los monumentos budistas de Sanchi. La Gran estupa de Sanchi fue construida en el reinado del último emperador de la dinastía maurya, Asóka el Grande. Su arquitectura es como un diagrama del cosmos, la representación visual de Buda. Una construcción rigurosamente matemática que funciona como un relicario donde se guardan piezas de valor religioso para la comunidad.

El encanto de este gran país continúa si seguimos descubriendo las joyas de Madhya Pradesh y los abrigos rupestres de Bhimbetka. Un viaje en el tiempo que nos llevará unos 9000 años atrás para ver los restos más antiguos de la vida humana en la India. Posiblemente son algunas de las más antiguas del mundo que fueron descubiertas por un intrépido arqueólogo indio Vishnu Shridhar Wakankar en 1957. En las pinturas se puede ver y re construir la vida de las personas que vivían en las cavernas (nacimientos, danzas, costumbres, etc.). Además de ver algunos animales como los bisontes, los elefantes, los pavos o los rinocerontes.

También hay ciudades que merecen estar dentro del plan de viaje. Ciudades como Bhopal que, por su historia y esencia, hay que visitar. En la actualidad, esta ciudad forma parte del estado de Madhya Pradesh desde 1956 y la historia nos cuenta que fue una de las últimas ciudades en firmar el denominado ‘Instrumento de Adhesión’ de 1947. Lamentablemente, Bhopal también es conocida por su catástrofe en 1984 cuando una nube tóxica de la empresa Union Carbide envenenó a más de 20.000 personas. Sin duda, una tragedia que cambió el rumbo de esta zona del país pero que, poco a poco, los habitantes han sabido recomponer.

Mandu es una de esas ciudades pintorescas que alberga algunas impresionantes arquitecturas afganas de la India. Es una meseta de 25 kilómetros cuadrados llena de monumentos, palacios y mezclas de periodos artísticos que enamora a cualquier alma distraída y bohemia. Las vistas y el entorno relajado son el contexto perfecto para refugiarse en una burbuja de paz y armonía. Si quiere conocerla con calma, tomar una bicicleta siempre es una buena idea.

La tierra de los templos es ese sitio, ese olor, ese sabor al que siempre se querrá volver. No cabe duda de que hay que volver. La India es un país lleno de incógnitas y magia. Un sitio donde hay que volver cada cierto tiempo. Nuestro espíritu lo agradecerá. Si a esto unimos un safari fotográfico para ver los tigres en algunos de sus espacios naturales… El viaje puede ser perfecto.

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