Autopista al gran Norte
Acaba el día… que ha sido muy largo. El sol se esconde detrás de una sucesión casi infinita de colinas y una poderosa luna aparece en el lado opuesto de la carretera. Un pequeño lago se convierte en el espejo perfecto de este espectáculo natural. En los últimos cincuenta kilómetros no he visto ningún otro vehículo, sólo las señales de tráfico.
El paisaje es una ‘borrachera’ de colores. El gran norte demuestra que todavía quedan en Europa, paisajes vírgenes. El silencio cae como una losa sobre unas tierras donde la luz y la oscuridad marcan los ritmos de las estaciones.
El viejo diario de un viajero inglés de los años cincuenta era la excusa perfecta para recorrer Noruega, en sus territorios más septentrionales, desde el Círculo Polar hasta el Cabo Norte. El nombre Artic Highway ya es un buen reclamo para una ruta en nuestro coche. Es un mundo de belleza solitaria e inquietante, de islas desiertas y fiordos que se extienden a lo largo de cientos de kilómetros de costa. Una bombilla encendida y dos caballos en un prado nos indican la presencia humana, pero la sensación de vecindad queda en un segundo plano.
Historia de la autopista
Esta carretera es conocida por la Autopista Noruega del Ártico. La mayoría de los que habitan en la zona no saben el nombre de la carretera, pero se asombran cuando alguien recorre más de 1.500 kilómetros por encima de la mítica línea de los 66° 33′ de latitud norte, esa línea imaginaria que marca el Círculo Polar Ártico.
Esta carretera tiene una pequeña pero interesante historia detrás. Se podría decir que su existencia data de los años 40 del siglo pasado, cuando por primera vez se pudo realizar un viaje por carretera desde el sur del Círculo Ártico hasta el extremo noreste de Noruega. Realmente esta carretera es la unión de diversos caminos que unían las pequeñas poblaciones entre sí. Y es que durante siglos el norte de Noruega no tuvo ninguna carretera o camino seguro por la que transitar. Poco a poco comenzaron las obras de construcción. Éstas avanzaron lentamente hasta los años 30 en los que se intentó comunicar Mo i Rana con Kirkenes. Las obras no habían terminado todavía pero fueron una de las razones por las que la Alemania Nazi invadió el país. Los alemanes tuvieron acceso a Narvik, un punto estratégico para lanzar ataques aéreos y por mar. Esta página de la Autopista está manchada de sangre.
Una ruta para mitómanos
Comenzamos el viaje, un viaje que para los moteros es todo un mito y para nosotros una forma distinta de conocer un mundo que tiene mucho de irreal. La salida desde Mo i Rana tiene algo de punto de escape. Esta localidad es la puerta de entrada al Ártico Noruego, Mo i Rana se encuentra en un extremo del Ranfjord, justo en el lado sur de las montañas Salrfjellet con el glaciar Svartisen, que es el segundo glaciar de Noruega por su tamaño.
Nuestra primera parada al norte del Círculo será Bodo, la ciudad del águila pescadora. Para llegar hasta allí tendremos que dejar por un momento la E-6 en Fauske y viajar durante 63 kilómetros por la Ruta 80 hasta llegar a Bodo y desde allí visitar las islas Lofoten y el Cabo Norte. Durante el viaje hasta Bodo recorreremos los fiordos de Skjerstad y de Salten.
Posiblemente, uno de los parajes del mundo donde más bellos atardeceres se pueden observar. Saltos de agua, faros que iluminan hacia el fin del mundo y montañas que parecen surgir de la nada. El mar pasa de la dulzura a la fiereza en segundos. Sólo la oscuridad del invierno puede romper esa imagen idílica. Nuestro siguiente destino es Narvik, la ciudad más importante entre Mo i Rana y Kirkenes.
Este lugar es relativamente moderno, sobre todo si se compara con otros asentamientos cercanos como Tromso, la capital ártica, o Hammerfest, la ciudad más septentrional del mundo. Narvik está rodeado de montañas y la mayor atracción de la ciudad es ver la Maelstrom, la corriente marina más poderosa del mundo, en la que se inspiraron Julio Verne o Edgar Allan Poe para sus narraciones. Al poco de zarpar de Bodo y después de atravesar el Vestfjorden, divisamos los copetes blancos de las montañas que rodean Svolvaer, la capital de las Lofoten.
Desde Narvik continuamos hasta Nordkjosbotn, un pueblo construido al final de un fiordo. Desde aquí se puede hacer una excursión a Tromso, la conocida como París del norte, con sus viejos edificios de madera, su catedral o la posibilidad de visitar el Museo Polar.
Volvemos a la carretera para alcanzar Alta, antes de llegar la Autopista se eleva lo suficiente para regalarnos unas espléndidas vistas del fiordo de Alta y de sus cuevas y pequeñas islas. Aquí es imprescindible visitar el hotel de hielo más septentrional del mundo Sorrisniva Igloo Hotel. Anexo al hotel se ha construido un edificio de apoyo con saunas, duchas, un restaurante y unos fantásticos jacuzzis de agua caliente al aire libre indispensables después de una noche en este peculiar hotel.
Más al norte nos encontramos con Olderfjord, donde comienza la Ruta 69 que te lleva directa al Cabo Norte, pero nosotros continuamos por la E6 rumbo a Karasjok, una ciudad que yace a la rivera del río del mismo nombre. Al fin, llegamos a Kirkenes, la Autopista del Ártico ha llegado a su destino. El viaje ha sido de alrededor a los 1.520 kilómetros desde Mo i Rana. Sin lugar a dudas hemos atravesado una de las grandes carreteras del mundo, una en la que la casi total parte del recorrido transcurre por el Círculo Polar.
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