LA CREATIVIDAD POR BANDERA
Sabores con sorpresa florecen en Oceanika.
Pocos restaurantes vamos a encontrar en Madrid donde la personalidad del propietario se transmita a los platos con tanta facilidad. Ir a Oceanika es ir a ver a Carlos. Es ir a disfrutar, a sonreír, a preguntar por la familia y, ante todo, a comer. A este local se viene a comer las cosas tan ricas que crea una mente privilegiada por su creatividad, y estimulada por su capacidad de trabajo. Si además lo complementamos con algunos de los combinados más “inspiracionales” de la cocina “cheli-peruana”, pues tenemos una decisión perfecta para salir a comer.
Los asiduos saben que en Oceanika nada es lo que parece. El ilusionismo de los platos es la fuerte, pero acertada apuesta que han llevado a cabo desde hace años. Pero desde hace unas semanas los ceviches son el otro punto fuerte para acercanos hasta la calle Antonio Perez, 26.
El dominio de Carlos de los ceviches salta a la vista con su forma de presentarlos. Una hoja de plátano se convierte en el cofre del tesoro, el pulpo se acerca a la huerta para vivir sus mejores momentos y las corvinas se pelean para convertirse en sutiles bocados subtropicales. Así el la vida en este laboratorio de creatividad gastronómica de la mano de un señor que trabaja muchas horas cada día.
Por supuesto que se mantienen los platos más clásicos del local. Por poneros en contexto, entre los entrantes que puedes encontrar en su carta hay café, pero no es café. Hecho en cafetera y servido en taza como tal, nos traen a la mesa un delicioso caldo de pescado y marisco filtrado con verduras, el Cardito Express.
Además, podemos empezar la degustación con una papa rellena invertida de carne y salsa de olivo como aperitivo, delicioso. Todos los platos aquí son muy vistosos, además de ricos, como el ceviche carretillero, la vieira al ají amarillo o el temaki a la andaluza (cazón en adobo rebozado en harina de garbanzo servidos en cucuruchos de lechuga). Además, el lomo saltado (plato típico de Perú) presentado en mortero es una delicia.
¿Algo más? Pues podemos seguir con nuestra experiencia casi onírica con el cucurucho de cochinilla pibil y con dos de las especialidades de la casa que no podéis dejar de pedir si venís a Oceanika. El primero de ellos, el bloody mary, que, como os podéis imaginar, es un cóctel, y a la vez no lo es: se trata de un sabrosísimo salpicón de marisco servido de una coctelera en copa de daiquiri. Por último, pero no por ello menos importante, también es de obligada demanda el sweet sushi, de arroz con leche coronado con dulce de guayaba.
Oceanika nos ofrece una experiencia única donde poner a prueba nuestros sentidos a un precio razonable. Pocos son los sitios en Madrid con apuestas tan atrevidas en los que tengamos a nuestra disposición un menú diario y casero por 13€, y en el cual el precio medio por persona fuera de menú ronde los 35€. Podemos comer con agua, con cerveza o con los vinos de su corta pero cuidada carta. Sin embargo, la idea de comer estos platillos bajo el encanto del Pisco Sour durante toda la comida sigue siendo mi favorita.