De Tremp a Esterri d’Áneu

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Descubrir Lleida en invierno es uno de nuestros propósitos de Año Nuevo. Dejándonos guiar por la carretera, esta ruta nos depara vistas increíbles, emoción, patrimonio, gastronomía… Otra propuesta para gozar los placeres de la montaña, conociendo la geografía leridana de la mano de sus más hermosos parajes.

La idea es ir en paralelo al Noguera Pallaresa, cruzando el Congost de Collegats y descubriendo las Valls d’Àneu. Para abrir boca, nada mejor que las tranquilas calles y plazuelas de Tremp, donde apreciar su halo barroco en la basílica de Valldeflors o sorprenderse cruzando el barranco de les Adoberies al encontrar el puente medieval de Sant Jaume. Siguiéndolo, se llega a una colina con una vista panorámica digna de admirar. Si las fuerzas flaquean, el Café Lambretto es un excelente sitio para reponerlas.

La carretera comarcal nos llevará hasta La Pobla de Segur. No se tarda mucho en descubrirla, pero a orillas del Flamisell puede degustarse una buena cerveza artesana, como la Ctretze Pirineus, o el licor autóctono, la ratafía, en la destilería centenaria de Portet.

Después cabe animarse, quizá, a ir hasta el Pont de Suert o a recorrer toda la Vall de Boí con sus templos románicos. Para esta ocasión, sin embargo, proponemos salir por Collegats, en dirección Sort y Llavorsí. Una alternativa a los deportes de aventura en esta última es recorrer la parte antigua, con calles de gran pendiente y casas de piedra rodeando la iglesia de Santa Anna, a la que también conviene asomarse. A poco más de cinco kilómetros, se puede visitar la ermita de la Mare de Déu de Biuse, en una cuesta de la sierra de Baladredo. Y, de camino, hay que pararse a contemplar el Pollancre de Vernat, un chopo declarado Árbol Monumental.

La guinda la pone Esterri d’Àneu, otra bonita localidad del Pirineo Catalán donde poner en pausa el tiempo y dejarse atrapar por el encanto de su apariencia de cuento. La iglesia de Sant Vicenç, de estilo neoclásico, o el puente románico del siglo XIII, serán agradables sorpresas para cualquier viajero que llegue a este valle.

El paseo Vora Riu, por la orilla derecha del río que atraviesa el pueblo, puede ser el broche final perfecto después de disfrutar de la mejor cocina de alta montaña: sabrosa, variada, y con el cordero como gran protagonista. Pocas cosas reconfortarán más en esta excursión que una buena sopa de galets y, si visitamos la zona en verano, sería delito no abandonar cualquier prejuicio culinario para atreverse con los célebres caracoles a la llauna.

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