LOS CAMEROS RIOJANOS: NUEVOS, VIEJOS Y DOS RÍOS PARA RECORRERLOS

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¿Nos vamos a los Cameros? Y todo el mundo se apunta. Los Cameros es La Rioja más salvaje y atractiva. Estamos en un territorio salvaje marcado por la Sierra de la Cebollera y con los ríos Iregua y Leza como protagonistas. Durante años Los Cameros eran trashumancia y tierras de tierra de pastoreo. Cuando allá por la Reconquista, al avanzar hacia el Sur, se utilizaban las tierras incorporadas en invierno para pasto del ganado trashumante. En primavera y verano, tiempo de preparativos y campañas militares, los rebaños volvían a los pueblos de la sierra, al ser más seguros y conservar los pastos frescos por encontrarse a una mayor altitud. Hoy es un viaje de referencia.

Actualmente, la trashumancia tiene un museo en el que se le rinde tributo. Situado en Venta de Piqueras, dispone de una amplia exposición que recoge material relacionado con este oficio del pastoreo. La carretera que une Soria y Logroño es un canal turístico no tan bien valorado. Allí, es posible contemplar desde vestimentas o utensilios de cocina hasta instrumentos musicales, amuletos, herramientas de trabajo y otros elementos empleados por los pastores en sus viajes.

Realmente Los Cameros en realidad son dos. El Camero Viejo y el Nuevo. El Camero Viejo es una tierra más áspera. Sus montes están más desnudos, pero cobijan un rosario de pueblos de casas solariegas apabullantes. Pasear por las calles de Laguna de Cameros, San Román o Soto, engalanadas con flores y empedradas hasta la última esquina, es volver a esos tiempos de trashumancia y tranquilidad. Es respirar sosiego y paz con aroma centenario. La falta de promoción ha convertido El Camero Viejo en un secreto.

Camero Viejo

Por el sur las cumbres de hasta 1.700 m de altitud separan la región de las Tierras Altas de Soria y del Parque Natural Sierra Cebollera, desde dónde también hay acceso por el puerto de Sancho Leza o por el puerto de La Rasa. En esta zona alta los bosques y praderas sirven de refugio a los jabalís, corzos y ciervos, así como a la amplia cabaña ganadera. Seguro que encontrarás vacas, caballos, ovejas y hasta cerdos pastando y recorriendo contigo los Caminos de Cameros. Realmente una maravilla en cualquier época del año.

Hay algunas joyas disfrutar del senderismo. Muy cerca de Soto, en plena Reserva de la Biosfera, se esconde el espectáculo paisajístico del Cañón de Río Leza, un desfiladero de siete kilómetros que se puede contemplar desde la carretera o, mejor aún, caminarlo por arriba desde la ermita de la Virgen del Cortijo hasta las huellas de los dinosaurios. Porque sí, en el Camero Viejo también hay huellas de dinosaurios.

En el alto, la aldea de Trevijano, colgada a mil metros de altitud, tiene otro regalo. Una de las mejores vistas de la Rioja. Pero además de la panorámica, allí podemos también disfrutar del patchwork. Esa moda de hacer tejidos con restos de otras telas, tan moderna, lleva mucho tiempo implantada en esta zona. No con ese nombre, claro. Se llama almazuela y está documentada en textos riojanos del siglo XVII. Son vistosas piezas con diferentes usos caseros, sobre todo colchas y manteles, que se confeccionan a partir de retales y trozos de ropa en desuso.

Camero Nuevo

Más boscoso es el paisaje en Camero Nuevo que uno puede disfrutar del Parque Natural de la Sierra Cebollera, parte de la espina dorsal del Sistema Ibérico. Las montañas de este rincón riojano enseñan su naturaleza poderosa, esa que en otoño llega a su máxima expresión. Es entonces cuando los bosques de hayedos ofrecen al visitante lo mejor de sí mismos.

Una buena opción para empezar a descubrir el parque es arrancar en el Centro de Interpretación, situado en Villoslada en Cameros. En Ortigosa de Cameros se encuentran las Cuevas de Ortigosa, con galerías como la gruta de la Paz, que cuenta con 236 metros de largo. Allí se pueden contemplar espectaculares muestras de estalactitas, estalagmitas, columnas y otras formaciones calizas.

El hilo conductor de esa zona es el río Iregua, que es afluente del Ebro, discurre junto a la carretera y atraviesa varias de las localidades del Camero Nuevo que siglos atrás se agruparon bajo la denominación de Hermandad de las 13 Villas: Almarza de Cameros, El Rasillo de Cameros, Gallinero de Cameros, Lumbreras de Cameros, Nestares, Nieva de Cameros, Ortigosa de Cameros, Pinillos, Pradillo, Torrecilla en Cameros, Viguera, Villanueva de Cameros y Villoslada de Cameros. Cada pueblo tiene su reclamo.

Viguera presume de ser la puerta de entrada al Camero Nuevo si llegas desde Logroño y, a pesar de ser un pueblo pequeño, puede presumir de un gran patrimonio. De hecho, sus orígenes son muy antiguos e incluso fue capital de un efímero reino entre los años 970 y 1005 que comprendía La Rioja actual y que pasó a la Historia como el Reino de Viguera.

Torrecilla de Cameros tiene cierto aire capitalino. Situada en un entorno natural de gran belleza, es la capital de la comarca Tierra de Cameros y el lugar de nacimiento de Práxedes Mateo Sagasta, un hombre polifacético que se convirtió en una de las figuras más destacadas del siglo XIX. Además de una exposición permanente sobre Sagasta, encontrarás numerosas fuentes, como la de la Plaza o la del lavadero, ya que Torrecilla es famosa por sus manantiales de aguas medicinales.

Ortigosa es uno de los pueblos más bonitos de Los Cameros y su nombre proviene de la palabra urtica (ortiga). Aquí las casas conservan todo el encanto de la arquitectura serrana riojana, pero este no es su único atractivo turístico. Y para no crear celos tenemos que llegarnos hasta El Rasillo. Este pueblo rodeado de pinares está situado en un territorio habitado desde la Edad de Bronce y perteneció a la vecina Ortigosa de Cameros hasta que fue declarado villa independiente en 1817.

El Rasillo está situado a solo 2km del pantano González-Lacasa, en cuyo centro náutico se pueden realizar actividades acuáticas como windsurf o piragüismo y descansar en su pequeña playa artificial.

Y como como hay que buscar un referente, siempre podemos para en la panadería de Pradillo. Rodeado de bosques, la carretera atraviesa Pradillo dividiendo el pueblo y su “prado” de castaños y tilos en dos mitades: en una de ellas queda la iglesia de San Martín y en el otro el frontón con un área de juego infantil, con bancos adornados por anuncios publicitarios que fueron colocados en los años treinta.

Si a esto unimos algo alguna pieza de queso de la zona bajo el nombre de Queso Camerano, elaborado con leche de cabra o un plato de cuco fino, una variedad de pequeñas alubias blancas que son típicas de Torrecilla en Cameros, ya tenemos un fin de semana perfecto.

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