Tierra de faros

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Mi SCENIC busca el límite. Rodeados de un aire de misterio y romanticismo, los faros nunca pierden su atractivo. Basta con echar una mirada al litoral para descubrir su presencia silenciosa y comprender que, cuando se pone el sol, otra vida se despliega sobre las aguas. España cuenta con unos cuantos que merecen un desvío y un rato detenido delante de la inmensidad del mar.

Faro de Mesa Roldán. Almería.

Todavía quedan figuras como Mario Sanz, el farero de Mesa Roldán, que, aunque no tiene que vigilar la mecha del gran edificio, mantiene vivo el espíritu de los imprescindibles. Este madrileño que lo dejó todo en Madrid para vivir a la orilla del mar hace casi treinta años, se ha dedicado a reivindicar el valor del oficio, rescatar los diarios de otros fareros que habitaron éste en Almería, y a poner en valor las anécdotas, instrumentos y experiencias de aquellos que, como él, han visto pasar la historia por este trozo del Mediterráneo.

Faro de Cabo de Palos. Murcia.

Algo parecido sucede en el Faro Cabo de Palos, en la provincia de Murcia. Fue elegido como uno de los 20 faros más espectaculares de España por una conocida web de opiniones de viajeros, y es, de hecho, bastante imponente cuando se ve a pie de calle. Es otro tesoro del romanticismo, construido en 1863 al plan del Plan de Alumbrado Marítimo que impulsó Isabel II entre 1842 y 1847 e inaugurado en 1865. La monumental torre de 50 metros de altura se levanta sobre una construcción cúbica que sirvió de escuela de torreros, nombre técnico de los fareros, y luego de vivienda del encargado de éste.

Está construido en piedra del paraje del Sabinar, muy cerca de la península donde se encuentra y ha presenciado importantes episodios de la historia del Cabo de Palos, como el hundimiento del Sirio en 1906, un trasatlántico que dejó 550 muertos, más de la mitad de sus pasajeros en la costa.

Faro del Cabo Vidio. Asturias.

Más dramático es el oleaje en el Cantábrico. El faro del Cabo Vidio. Oviñana, concejo de Cudillero, Asturias, es el resultado de varios dramas en aguas del Cantábrico. En 1942, después de registrar numerosos naufragios, se tomó la decisión definitiva de construir un faro que avisara de los peligros de este lado de la costa asturiana y los islotes cercanos. Se inauguró por fin en 1950, rodeado de una pequeña muralla y al borde de un impresionante acantilado de 100 metros de altura.

Sus destellos tienen un alcance de 25 millas, poco menos de 50 kilómetros. Aunque no se puede acceder al interior del edificio, los senderos de los alrededores ofrecen un escenario grandioso para conocer caminando, con bancos y miradores que invitan a contemplar el ímpetu del mar.

Faro de Trafalgar. Cádiz.

El turismo no resta protagonismo a este emblemático edificio, que marca las diferencias en las costas de Cádiz. En invierno, es casi imposible recuperar la huella de las vacaciones y los eternos días de vageo, pero la belleza se mantiene. Siempre tenemos la opción de huir hasta el Faro Roche, en Conil de la Frontera, Cádiz o el hermano de Trafalgar más cargado de historia. El camino de tablas por el que se accede y lo rodea, el Atlántico abierto y la costa de Trafalgar ofrecen un decorado perfecto, que completan las fantásticas puestas de sol. Su historia se remonta a los puntos de vigilancia de Felipe II en el siglo XVI para defender las costas españolas de los piratas berberiscos, pero quedó casi olvidado después de la Guerra de la Independencia, hasta que en 1986 se restauró lo que quedaba y recuperó la función de guía de marineros.

Faro de Estaca de Bares. Lugo

No es menos dramático el paisaje en el faro de Estaca de Bares, que presume de estar

situado en el punto exacto donde se juntan el Cantábrico y el Atlántico, el faro de la Estaca de Bares es, en sí mismo, un lugar de peregrinación. Es el primer faro de la costa coruñesa, situado a la entrada de la Ría del Barqueiro. Los amantes de los puntos geográficos extremos lo saben bien, y aprovechan también para visitar el antiguo Semáforo de Bares, antigua construcción militar situada a poca distancia del faro, que servía de punto de observación y centro meteorológico y desde la que se comunicaban con los barcos mediante señales con banderas. Estuvo en uso hasta finales de los sesenta y en la actualidad alberga el Hotel Semáforo de Bares.

Faro de Cavallería. Menorca

No menos turístico es el Faro de Cavalleria en Menorca, que se encuentra en lo alto de un impresionante acantilado del cabo de Cavalleria, en el punto más septentrional de la isla de Menorca, un rincón fascinante para disfrutar de paseos por los acantilados, las puestas de sol y las vistas.

Algo parecido sucede con el Faro de Castrourdiales, en Cantabria, que formaba, junto con la iglesia de Santa María, el entramado defensivo cerrado por la muralla de la villa. El castillo se remonta al siglo X y es uno de los mejor conservados del norte de España.

Matxitxako. Vizcaya

Pocos sitios vamos a encontrar más sorprendentes que este enclave del Cantábrico. De los faros construidos a mediados del siglo XIX, algunos han caído en desuso, como éste del cabo de Matxitxako, en Vizcaya. Fue construido con piedras de las canteras de Durangaldea en 1852 y su linterna guió a los marineros por este lado de la costa vasca hasta 1909. El Cabo Matxitxaco forma parte de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai y a veces, desde el propio faro y las laderas y acantilados cercano es posible ver grandes cetáceos. Larga vida a estos personajes del mar, que se agarran a la tierra con coraje.

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