Lasala Plaza Hotel

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Perder(se) el norte es perder la razón. Y no conocer el País Vasco de principio a fin es, a todas luces, cosa de locos. Por sus playas, por su increíble gastronomía – es una de las ciudades del mundo con más estrellas Michelín por metro cuadrado –, por su gente y su riqueza patrimonial, Donostia bien merece una visita que ya adelantamos que avanzará muchas otras.

Dónde alojarnos es una decisión tan importante como todas las demás para un viaje redondo, así que toma nota de esta recomendación: Lasala-Plaza, un nuevo art-hotel en pleno centro de San Sebastián.

Para quienes el encanto de esta ciudad ya no es ningún secreto, elegir bien dónde quedarnos cuando venimos cobra cierta importancia. No todo nos vale, queremos algo a la altura de lo que sus calles nos ofrecen, que dicho sea de paso, no es poco. Es así como llegamos a Lasala-Plaza, un nuevo cuatro estrellas en un enclave privilegiado, entre el puerto pesquero, la bahía y la Parte Vieja, en una tranquila plaza de la que hereda nombre y símbolo: el león de bronce que la preside. La opción perfecta para disfrutar Donostia a pie, sin la preocupación del coche ni depender del transporte público.

Se trata del ambicioso y cuidado proyecto del grupo SADE, embajador cultural de la tierra y uno de los protagonistas del Festival de Cine de San Sebastián cada edición. Lasala-Plaza aspira a ser un hotel que abraza y, al mismo tiempo, proyecta lo mejor de Donostia. Un escenario donde coinciden el arte y la historia local con las más modernas tecnologías y servicios hosteleros. En su concepto se prioriza la calidad, la atención exclusiva al cliente y la intención de brindar al visitante de un valor añadido diferencial para que su experiencia sea única y memorable. Consiguen hacernos sentir de aquí sin serlo, y tan cómodos que no queremos saber nada de la vuelta.

Un viaje a la Donostia más auténtica y clásica

La marca y la identidad visual del espacio son obra de Laura Berthier y recoge en ella toda la historia enraizada a la ciudad. A través de su decoración y su propuesta conceptual, el hotel representa el glamour y la elegancia de aquella ciudad que en el siglo XIX prefería la crème de la crème para pasar sus veranos.

El hotel revive un edificio construido en 1917, recogiendo el legado del espíritu y la esencia del mejor estilo clásico francés tanto por fuera como por dentro. Su rehabilitación se ha llevado a cabo respetando las características constructivas originales, que hoy lo hacen único en la zona romántica de San Sebastián. O, al menos, eso nos cuenta su imponente fachada, iluminada cuando cae la noche con la maestría que requiere poner en valor sus tesoros arquitectónicos.

Amor a primera vista

En su interior, el mar y la cultura vasca impregnan e inspiran cada rincón de sus seis plantas, decoradas con fotos, grabados, esculturas y otras piezas procedentes de los museos más significativos de la ciudad. Estamos en un lugar con serias pretensiones culturales y eso se nota.

Predominan los espacios diáfanos y todo se rige por un diseño geométrico, minimalista, limpio, suavemente coloreado con tonos azules, grises, ocre… todo concuerda para que la sensación de descanso no desaparezca en ningún momento. Las habitaciones, de entre 30 y 50m2, ofrecen vistas a la Concha o a la Parte Vieja y cuentan con una decoración exquisita de la que nos llaman la atención, sobre todo, los cuadros realizados a partir de fractales de sal.

Foto de la terraza

Amamos las terrazas, así que la joya de la corona, para nosotros, está arriba del todo. Con solárium, piscina, hamacas y tumbonas. En este espacio lo tenemos todo para acabar de relajarnos mientras disfrutamos de una increíble panorámica de la ciudad, bajo la atenta mirada del monte Urgull.

Con ganas de Jarana

Sabemos que es difícil resistirse a la llamada de las anchoas del Txepetxa o el risotto del Gandaria, lo sabemos. Pero en cuanto descubramos La Jarana, el lamento será no haberla conocido antes. Sin salir del hotel, tenemos la oportunidad de vivir una experiencia gastronómica de las que no se olvidan. Bajo la batuta del exitoso Ander González, esta taberna recupera la tradición culinaria donostiarra y nos ofrece lo mejor de la cocina clásica, respetando el producto local y su temporalidad, sin renunciar a la estética de vanguardia. Platos típicos o más modernos, tú eliges. Disfrutar es la única norma. La Jarana es un sitio acogedor, ideal para saborear la comida y las vistas y pasarlo bien con la cuadrilla. Si no la tienes no importa, no tardarás en encontrarla.

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