Sicilia mira hacia el este

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¿Puede convertirse el paisaje en personaje de novela policíaca? Por supuesto. Ya ha ocurrido muchas veces con Elizabeth George, P.D. James, Sue Grafton, James Lee Burke… Pero basta leer a Andrea Camilleri o a Henning Mankell para comprobar que esta teoría se ha convertido en axioma.

El inspector Montalbano (un homenaje a nuestro Vázquez Montalbán) encarna una Sicilia eterna blanqueada por el sol, de montes resecos y un mar siempre presente. Montalbano vive cerca de Montelusa, en una ciudad pequeña, Vigata, cuyo perfil superior se recorta en el cielo y su parte baja se hunde en otro azul, el del mar.

Alguien ha dicho, quizás para proporcionar una coartada a los adictos a la novela negra, que ésta se ha convertido en la nueva literatura sociológica y de costumbres. También de los relatos de viajes, hasta el punto que nos permite recorrer mundo sin movernos de casa. No importa quelas ciudades de Camilleri no se puedan encontrar en ningún mapa de Sicilia. Vigata es Sicilia y, si no existe, Camilleri ha hecho muy bien en inventarla.

Al llegar a Sicilia, la antigua Trinacria, sabemos que no estamos en una isla cualquiera. Nada más bajar del avión en Palermo nos vienen a la cabeza historias de la mafia. Sicilia es desde luego mucho más que eso, pero lo cierto es que llevan caminando juntas muchos años.

Es difícil abstraerse a la idea de que estamos en la isla más grande del Mediterráneo, con casi 26.000 kilómetros cuadrados y rodeados por una enorme cantidad de montañas que alcanzan su techo en el Etna.También es famosa por los terremotos, aunque el último sucedió en 1968.

Palermo nos recibe con calor y con esa brisa marítima tan característica del mar Tirreno. Se levanta sobre una bahía, custodiada por el monte Pellegrino y por el cabo Zafferano, dentro de la fértil ‘Conca d’Oro’.Los limoneros y los naranjos saludan nuestro paso, como también la catedral del siglo XII.

Salimos de Palermo con dirección a Messina, la ciudad desde la que se divisa la Italia continental. Solunto saluda nuestro paso con sus ruinas fenicias. A nuestro alrededor, árboles cítricos, viñedos y olivares. En el interior todo es más desolado, custodiado por cereales.

Las ciudades en la isla suelen ser grandes urbes, aunque es muy agradable encontrar pequeñas poblaciones como Cefalú, que ya sólo enamora por su ubicación entre el mar y un promontorio rocoso.

Por todas partes hay ruinas de templos griegos y romanos, restos des batallas que siglos atrás se libraron frente a la isla de Vulcano. En Messina apreciamos las consecuencias de los terremotos y los bombardeos. La historia de Sicilia es dura pese a una naturaleza benévola, como podemos ver en Taormina, un balcón al mar con vistas al Etna. Aquí se respira paz. El Teatro Griego,del siglo III a.C. es de visita obligada.

Volver a alojarse en el Gran Hotel Timeo, es casi una obligación. Hay hoteles que son un pedazo de historia. Por encima de estrellas, reservas y tarifas, la llave de cada habitación es un pasaporte a nuestra fantasía. Aquí no hay masificación porque las experiencias son algo personal. En 1873, Don Francesco La Floresta vendió una plantación con cuyos beneficios compró una casa justo debajo del Teatro Griego.

Casi 30 años tardaron Don Francesco y su hijo, Giuseppe, en llegar a las 60 habitaciones, aunque parece ser que era el único hotel en Taormina, como bien cuenta el crítico de arte Bernhard Berenson. A principios del s. XX, el turismo no era una actividad muy popular, pero el Timeo se convirtió en un hotel de prestigio, una revolución. En 1896 el Kaiser Guillermo II de Alemania se alojó en el Timeo y en 1904 y 1906 alquiló el hotel entero durante un mes para volver con su familia y la corte. Eduardo VII, Rey de Inglaterra, y su mujer, Augusta, visitaron por primera vez el Timeo en 1906.

Los artistas también han abundado en el Timeo. El inglés D.H. Lawrence vivió allí durante cuatro años mientras escribía su mundialmente famosa ‘El amante de Lady Chatterley’.Cocteau, Marais, Peyrefitte, Tennessee Williams y Capote se alojaron en él. Durante el boom económico de los 60 tuvo lugar el primer Festival de Cine con la instauración del premio ‘El David’ de Donatello. El hotel fue también escenario de los encuentros y desencuentros de Liz Taylor y Richard Burton y uno de los favoritos de Sofía Loren o Audrey Hepburn.

El pasado es parte del viaje. Sus vistas sobre el monte Etna son impresionantes, y está a tiro de piedra de las ruinas del teatro griego.

El Etna se levanta majestuoso ante nuestros ojos. Estamos en el techo de la isla y ante uno de los volcanes más famosos de Europa. Una extraña sensación recorre nuestro cuerpo cuando el guía nos dice que el volcán puede entrar en erupción. Descendiendo por su cara sur llegamos a Catania, dondeno es difícil tener que soportar 40 grados a la sombra. También aquí hay que andar con cuidado, que por algo es el ‘Chicago siciliano’.

Nuestra visita por Sicilia no puede terminar sin Siracusa y Agrigento. Dos ciudades muy importantes en la época del esplendor griego que conservan todavía restos de su pasado. Aunque para maravilla las islas Lipari, unos islotes que están al norte de la gran Sicilia.

El barco que nos lleva hasta ellas navega por unas aguas transparentes que son la antesala de la belleza volcánica de estas islas, preñadas de luz e ideales para practicar deportes submarinos. La capacidad de disfrute se genera en grandes dosis.

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