LA OTRA CAMPIÑA SEGOVIANA: CERCANA Y SECRETA
LA OTRA CAMPIÑA SEGOVIANA: CERCANA Y SECRETA
Una mañana de invierno, con el cielo limpio y el aire fresco de la Campiña Segoviana, el nuevo Mitsubishi ASX se pone en marcha en Villacastín, ese pueblo de soportales y piedra que une Segovia, Ávila y Madrid, y que guarda el eco de la vieja Castilla en cada esquina. Con el depósito lleno y el espíritu de ruta, se toma una pista que nace junto a la autovía y apunta al norte, hacia Muñopedro, entre pinos que poco a poco van aislando del mundo de asfalto y ruido, y se inicia una ruta de pueblo en pueblo, de iglesia en iglesia, de bar de pueblo en bar de pueblo, en busca de esa España profunda que aún huele a pan recién hecho, a chorizo en la lata y a café de máquina antigua.
De Villacastín a Muñopedro: la pista de los pinos
La primera parada obligada es el propio Villacastín, donde merece la pena pasear por la plaza, tomar un café en alguno de sus bares con soportales y echar un vistazo a la iglesia de San Sebastián, de estilo herreriano, que recuerda a El Escorial, y al antiguo palacio de los Condes de Alba Real, testigo de siglos de historia. Desde allí, el ASX se adentra en una pista forestal que, aunque anuncia “firme en mal estado”, en realidad es recta y firme, entre un bosque de pinos que va tejiendo una atmósfera de viaje rural, de escapada sin prisas.

A poco más de dos kilómetros, aparece Muñopedro, un pueblo pequeño, de calles estrechas y casas de piedra, donde la iglesia de San Miguel Arcángel domina la plaza y donde el tiempo parece haberse detenido. En el bar del pueblo, con las paredes llenas de fotos de fiestas y de trofeos de caza, se puede pedir un café cortado y una copa de vino, y escuchar a los vecinos hablar de la cosecha, de la caza o de la próxima romería, mientras el ASX espera, limpio y moderno, en medio de un paisaje que no ha cambiado mucho en cien años.
Martín Muñoz de la Posada: el pueblo del Greco y el cardenal
Desde Muñopedro, la ruta se abre hacia el oeste, hacia Martín Muñoz de la Posada, un pueblo que, aunque pequeño, guarda tesoros de los que pocos se acuerdan. Allí, en la plaza mayor, se alza la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, un templo que ha evolucionado desde el siglo XI y que alberga, entre sus obras de arte, una escultura del cardenal Diego de Espinosa y una pintura de El Greco, lo que convierte a este rincón de la Campiña Segoviana en uno de los pocos lugares de España que conserva una obra del genial pintor.

Junto a la iglesia, el palacio del cardenal Diego de Espinosa, con su portada renacentista y el escudo de Felipe II, es un recordatorio de que este pueblo, aunque hoy parece dormido, tuvo un pasado de nobleza y poder eclesiástico. Tras recorrer la plaza y asomarse a la puerta del palacio, merece la pena sentarse en el bar de la plaza, pedir un vino de la tierra y, si se está de suerte, probar algo de la huerta local, porque en Martín Muñoz de la Posada se cultiva un tomate de gran calidad, protagonista de su famosa feria anual.
Abades: el pueblo de las sopas de ajo y las hojuelas
La siguiente parada es Abades, un municipio de origen medieval que, a pesar de su tamaño, conserva varios templos y ermitas que merecen una visita. Allí, la iglesia parroquial, con su mezcla de estilos gótico, renacentista y barroco, y la ermita de la Soledad, son buenos ejemplos de la arquitectura religiosa segoviana, con techos de madera que aún conservan el encanto de lo antiguo.

En Abades, la gastronomía también tiene su protagonismo, con platos como las sopas de ajo, típicas de la zona, y con dulces tradicionales como las hojuelas y los florones, que suelen protagonizar ferias y eventos de la Caravana de Alimentos de Segovia. En alguno de sus bares, como Casa Vargas o La Cabaña de Toñin, se puede probar un buen vino de la tierra, acompañado de embutidos segovianos, y sentir que se está en un lugar donde la cocina sigue siendo cosa de familia y de tradición.
Cobos de Segovia: el reino del chorizo y las tencas
A poca distancia, Cobos de Segovia es un pueblo que vive, en buena parte, de la carne de cerdo y de la tradición de la matanza. Allí, el chorizo de Cobos es conocido en toda España por su sabor y aroma, fruto de los fríos inviernos segovianos y de la artesanía de sus elaboradores. Aunque hoy la matanza ya no es tan festiva como antes, en muchos hogares aún se mantiene la costumbre de preparar chorizos, salchichones, lomos y jamones, que luego se venden en la única industria artesanal del pueblo.

Pero Cobos no vive solo de embutidos: también es famoso por las tencas, un pescado de charca que se fríe relleno de jamón y se sirve como plato típico en fiestas y celebraciones. En alguno de sus bares o en el bar de la piscina, se puede probar una ración de tencas al jamón, acompañada de un vino de la tierra, y disfrutar de ese aire de pueblo que aún conserva el sabor de lo auténtico.
Etreros: el palacio mudéjar y la iglesia con balconada
La ruta continúa hacia Etreros, un pueblo que se encuentra casi en el centro de un antiguo ramal del Camino Real y que conserva un palacio de la Casa de los Condes de Mansilla, de estilo mudéjar y construido en 1778. Aunque el palacio no siempre está abierto al público, su fachada y su arquitectura son un buen ejemplo de la nobleza rural segoviana, y merece la pena detenerse a fotografiarlo desde la plaza.

En Etreros, la iglesia también tiene su encanto, con su espadaña y una curiosa balconada que domina el pueblo. Alrededor, las calles estrechas y las casas de piedra invitan a un paseo tranquilo, y en el bar del pueblo se puede tomar un café o una copa, mientras se escucha a los vecinos hablar de la vida del pueblo, de la caza o de la próxima fiesta.
El sabor de la Campiña Segoviana
A lo largo de esta ruta, el Mitsubishi ASX demuestra ser un compañero ideal para recorrer la Campiña Segoviana: ágil en las pistas forestales, cómodo en los tramos de carretera y con suficiente espacio para llevarse, además de equipaje, el sabor de cada pueblo. En cada parada, se repite el ritual: un café en el bar de la plaza, una copa de vino, una ración de embutidos o de un plato típico, y una conversación con los vecinos, que siempre tienen una historia que contar.

La gastronomía de la zona, enmarcada en la marca “Alimentos de Segovia”, se basa en los asados castellanos, como el cochinillo y el lechazo, en la sopa castellana, en los embutidos de Cantimpalos y en los productos de la huerta y del río. En los bares de pueblo, se puede probar un buen chorizo, un lomo embuchado, un jamón serrano, o un plato de trucha a la segoviana, todo ello regado con un vino de la tierra, ya sea un Ribera de Duero o un vino de la Campiña.
Una ruta para el alma
Esta ruta por los pueblos cercanos a Villacastín, desde Muñopedro hasta Martín Muñoz de la Posada, Abades, Cobos y Etreros, no es solo un recorrido geográfico, sino un viaje por la España profunda, por esa Castilla que aún conserva sus iglesias, sus bares de pueblo, sus fiestas y su cocina tradicional. Con el Mitsubishi ASX como vehículo, se puede disfrutar de la comodidad moderna sin perder el contacto con lo rural, con lo auténtico, con ese aire de pueblo donde el tiempo parece ir más despacio y donde cada rincón guarda una historia que merece la pena descubrir.

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