NANAKO

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La recuperación de las calles y los locales cercanos a la plaza de Olavide es uno de esos fenómenos, que suceden en Madrid como por arte de magia. Primero la plaza, luego dos bares, más tarde un restaurante, tres tiendas y pim-pam-pum, un barrio de éxito. Es curioso como la ley de la oferta y la demanda revaloriza unas calles en la capital del imperio.

Locales como Nanako ayudan a fijar población y placer, porque detrás de su puerta se concentran mucha emociones y momentos de placer. El nombre es casi una alusión familiar, como su madre le llamaba cuando era niño.

La madre de Ariel D’Avila le llamaba cariñosamente con ese apodo de pequeño y era un presagio, porque más que a brasileño sonaba a japonés, y hoy es el nombre que luce en el letrero de su restaurante especializado en cocina nipona, sin renunciar a sus raíces brasileñas y gallegas, porque los caminos de la emigración tienen mucho de ida y vuelta.

D’Avila creció en São Paulo, donde hay una poderosa comunidad de japoneses fuera del país del sol naciente, por lo que su gastronomía nunca le fue extraña. En sus 20 años de rodaje – más de 15 de ellos en España – ha pasado por fogones brasileños como el del prestigioso D.O.M. españoles como los de Sacha mexicanos como los de Roberto Ruiz en Punto MX. Si a esto unimos su gran capacidad autodidacta y las tablas que da trabajar delante del publico en una barra de sushi tenemos las bases para ser un lugar de culto para los amantes de este tipo de gastronomía.

Esa extraña confianza en Ariel casi se nota cuando te saluda al entrar en el local. Lo mejor para conocer su cocina en profundidad, más que recomendable, es ponerse en sus manos y dejarse asesorar también por su internacional equipo: el senegalés Mass en cocina y el iraní Masoud en sala, es decir, lanzarse al menú Omakase.

Básicamente es una propuesta personalizada a partir de 53 € – sin límite – que supone un acto de confianza y respeto mutuos. Por un lado el buen hacer de Ariel y por otra la capacidad de disfrute del cliente. Hay algo de seducción entre creador y comensal. Si hay química el éxito está garantizado. Una breve charla y surge la química que se transforma en una selección de lo mejor de su cocina para darle de comer como espera y hacerle descubrir nuevos sabores.

Los entrantes ya son estimulantes. Siempre apetece compartir la Berenjena asiática con salsa de Tahina, sus increíbles Gyozasmoqueca – unión de la empanadilla con una receta típica de Bahía (Brasil)- o el Curry japonés de langostinos – otro imprescindible –, componen la parte más ‘purista’ de su apetitosa minuta. Siempre sorprende la primera vez su sección específica de Robata, en la que se hacen desde la Ternera al estilo brasileiro, al Pulpo con Togarashi, pasando por una Panceta a baja temperatura o Zamburiñas con su concha.

La calidad se entiende mejor en los elementos más clásicos, como sus Sashimis, Nigiris, Hosomakis, Uramakis y Temakis con diferentes pescados frescos del día – atún traído de Cádiz, lubina, vieira, el más que recomendable O-Toro, salmón, anguila, calamar o lo que traiga la marea…- y alguna que otra opción veggie – varios platos tienen versión vegetariana disponible- Chirashis -arroz con sashimi y guarniciones- de los tres básicos o al estilo Nanako.

Entre copa de Godello o Riesling, el menú se disfruta con delicadeza. La pasión de Ariel por los vinos de Jerez es fácilmente contagiosa. Además, hay que dejar hueco para los postres, con solo 3 opciones que también se salen ligeramente de la norma: Mousse de Maracuyá, Tarta de mi abuela y una Piña macerada en mojito de shiso que engancha.

Nanako

Cl. Raimundo Lulio, 24. Madrid. Tlf: 91 445 27 62

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