QUESERÍAS DE BURGOS
Un viaje literario por el queso, sus paisajes y el arte de la vida rural.
Burgos, tierra de horizontes abiertos y cielos infinitos, es también un mosaico de pueblos donde el tiempo parece discurrir al ritmo lento de la naturaleza y la memoria. En sus valles, llanuras y montañas, el sector primario late con fuerza, dando vida a productos que son esencia y cultura. Sus quesos y sus queserías son auténticos faros de autenticidad y tradición, guardianas de un saber hacer que integra el producto, el entorno natural y el patrimonio artístico de sus localidades.
SASAMÓN:
QUESOS ENTRE RUINAS ROMANAS Y CAMPOS INFINITOS
En el corazón de la comarca Odra-Pisuerga, Sasamón se alza sobre un otero, rodeado de los campos dorados de Castilla. La villa, declarada Bien de Interés Cultural, es un capítulo de historia: fue Segisama, fortaleza celta y cuartel romano bajo Octavio Augusto, y más tarde tierra de visigodos y condados castellanos. Sus calles, presididas por la imponente Colegiata de Santa María la Real del siglo XIII, rezuman un pasado donde la piedra y la fe se entrelazan.
En este escenario milenario, la familia de Quesos Sasamón (https://quesodesasamon.com/) perpetúa desde 1982 una tradición que hunde sus raíces en la propia historia del pueblo. Julio y Jesús saben hacer las cosas. Su queso, elaborado con leche de vaca y oveja pasteurizada, es blanco y fresco en su interior, con un matiz amarillo en la corteza. La curación se realiza siguiendo métodos tradicionales, cuidando cada etapa como si de un ritual se tratase. El sabor, suave pero intenso, es reflejo de la tierra: pastos de primavera, aire limpio y el rumor del río Brullés que acompaña el crecimiento de los rebaños.
Por eso, Sasamón es más que un queso, es el aroma de las fiestas patronales, el eco de los mercados y la hospitalidad de sus gentes. Aquí, el queso se comparte en la mesa como se comparten las historias: con generosidad y orgullo por lo propio.
ESPINOSA DE LOS MONTEROS:
MANTEQUERÍAS LAS NIEVES, LA FRESCURA DE LA MONTAÑA
Al norte de Burgos, en las estribaciones de la Cordillera Cantábrica, Espinosa de los Monteros es un enclave de verdes praderas y aguas cristalinas. El paisaje es abrupto y sereno a la vez, con montes que parecen custodiar el pueblo y sus secretos. Aquí, la niebla matinal se disuelve sobre los tejados y el aire huele a hierba recién cortada.
En 1948, en este entorno privilegiado, nació Mantequería Las Nieves (https://www.mantequerialasnieves.es/). Su historia es la de una empresa familiar que ha sabido evolucionar sin perder el alma artesanal. Comenzaron con mantequilla pura de vaca, pero pronto ampliaron su repertorio: quesos frescos, tipo Edam, puros de oveja y, por supuesto, el célebre queso de Burgos. Cada producto es fruto de la leche de vacas que pastan en libertad, alimentadas por la riqueza botánica de la montaña. Julio y su equipo saben hacer las cosas.
La calidad de sus quesos ha sido reconocida en certámenes nacionales e internacionales, cosechando medallas de oro y bronce en los Premios Cincho y la Feria Alimentaria de Barcelona. Pero más allá de los galardones, el verdadero premio es la fidelidad de quienes, generación tras generación, buscan en Las Nieves el sabor de la infancia y la autenticidad del campo.
El entorno de Espinosa, con sus casonas blasonadas y su historia de hidalgos y monteros reales, añade un matiz artístico a la experiencia. Aquí, el queso se degusta con la vista puesta en las montañas, en silencio, como si cada bocado fuera un homenaje a la naturaleza y al esfuerzo de quienes la trabajan.
BUSTO DE BUREBA:
QUESOS CARRERAS, LA ESENCIA DE LA MESETA
En la llanura de la Bureba, Busto es un pequeño pueblo donde el horizonte se pierde entre trigales y cielos cambiantes. Aunque a menudo las nubes echan carreras, la vida discurre pausada, marcada por el ciclo de las estaciones y el trabajo en el campo. En este marco, Quesos Carreras (https://www.instagram.com/quesoscarreras/) ha hecho del queso puro de oveja su seña de identidad.
La quesería, de carácter eminentemente artesanal, elabora quesos de corteza estriada y color pajizo, con un sabor que va del suave al potente según su curación. El secreto está en la leche, obtenida de rebaños que pastan en extensivo, y en la paciencia: el tiempo es aquí el mejor aliado, permitiendo que los aromas se concentren y el sabor se afiance.
Quesos Carreras es también un punto de encuentro: la tienda, pequeña y acogedora, es lugar de peregrinación para quienes buscan un producto auténtico y un trato cercano. Los clientes elogian la calidad y la atención, y la posibilidad de llevarse el queso envasado al vacío, entero o en porciones, para prolongar el placer en casa.
El entorno de Busto de Bureba, con su iglesia románica y sus paisajes abiertos, invita a la contemplación. El queso aquí es más que un alimento: es un símbolo de resistencia y de arraigo, un lazo invisible que une a quienes cultivan la tierra y cuidan de los animales.
HINESTROSA DE CASTROJERIZ:
QUESOS MOSTELARES, TRADICIÓN ENTRE CAMPOS Y CAMINOS
A la sombra de los Mostelares, en Hinestrosa de Castrojeriz, la quesería homónima lleva generaciones perfeccionando el arte del queso de oveja. El paisaje, marcado por la presencia del Camino de Santiago, es una sinfonía de campos ondulados, chopos y ruinas medievales. La historia y la naturaleza dialogan aquí en cada rincón.
Quesos Mostelares (https://quesosmostelares.es/) elabora sus productos siguiendo métodos ancestrales, respetando el ritmo de la leche y el saber de los mayores. El resultado es un queso de oveja intenso, de textura firme y sabor profundo, que recoge en cada bocado la esencia de los pastos y el clima castellano. La quesería es visitable, lo que permite al viajero adentrarse en el proceso de elaboración y descubrir los secretos de un oficio transmitido de padres a hijos.
El entorno artístico de Castrojeriz, con su castillo, sus iglesias y su pasado jacobeo, confiere al queso un aura casi mística. Degustar un Mostelares es, en cierto modo, recorrer con el paladar los caminos de la historia y la geografía de Burgos.
Estas queserías son mucho más que empresas: son guardianas de un patrimonio rural que integra producto, paisaje y arte. En cada una, el sector primario – la ganadería extensiva, el pastoreo, el trabajo diario en la tierra – es la base sobre la que se construye la excelencia. El impulso a este sector es, hoy más que nunca, garantía de futuro: permite fijar población, mantener vivos los pueblos y preservar un modo de vida sostenible y respetuoso con el entorno.
Aquí el queso no es solo un alimento: es cultura, es paisaje, es historia. Es la memoria de los que fueron y la esperanza de los que vendrán. Y en cada pieza, en cada corte, late el pulso de una tierra orgullosa de su pasado y comprometida con su porvenir.

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