6 PUEBLOS PARA DISFRUTAR DEL RÍO MATARRAÑA
Queda claro que hace tiempo que Matarraña es un destino rural deseado. Dicen que es un cruce de fronteras entre Teruel, Tarragona y Castellón, pero ante todo es un lugar perfecto para entender otro modo de vida rural. Las excusas son muchas. Enoturismo, naturaleza, historia, patrimonio artístico y gastronomía hay en muchos rincones. Las preferencias las pone el visitante.
Dos ríos, el Matarraña, que le da nombre, y el Tastavins dibujan un mapa agreste, pero cargado de atractivos paisajes. Además, una fascinante constelación de dieciocho pueblos, cada uno con sus propios encantos, por mucho que de lejos todos se parezcan. Se llega a ellos circulando con calma por las sinuosas carreteras comarcales que dan a ermitas, túmulos ibéricos y zonas de baño. Cada pueblo del Matarraña tiene un especial encanto, en los que parece que el tiempo se ha detenido por mucho que la modernidad esté llegando con los turistas.
Entre tópicos y modernidades, la vida sigue con fuerza en esta zona. Aún los abuelos se sientan a la entrada de sus casas y miran con atención a los visitantes, un poco sorprendidos de que el pueblo que es su hogar y en el que han pasado toda la vida resulte interesante a los forasteros. Todavía se puede escuchar el chapurriau, un dialecto musical y saltarín, en las tiendas, en los bancos y en las plazas.
BECEITE. TERUEL
Tras pasar el escénico puente de la entrada, se pasea con gozo por el entramado urbano de Beceite. Hay que aventurarse por sus calles estrechas llenas de encanto, de portales y callizos. Llamará la atención los edificios de las antiguas fábricas, que es como se llamaban en la zona los molinos de papel, hoy muchos reconvertidos para funciones más turísticas.
Pero si muchos visitantes ponen su punto de mira en esta localidad es porque se trata de la puerta de entrada al Parrizal, la estrella natural de la corona. Una de las zonas más famosas de Matarraña. Ayuda a ello lo escénico de sus pasarelas de madera y la belleza del paisaje que forma el barranco y sus aguas turquesas.
Las pasarelas perfectamente acondicionadas hacen que se recorra con toda seguridad sin perder la sensación de estar viviendo una aventura. Además, en la zona se puede disfrutar de otros parajes naturales como el salto de La Portellada y en la Pesquera, una zona de baño que hará las delicias de pequeños y grandes de la familia.
CALACEITE. TERUEL.
Se podría decir que Calaceite fue la capital rural de muchos escritores y personalidades vinculadas al boom latinoamericano a finales de los años sesenta del siglo pasado. En cierta forma, fue José Donoso, quien se fue a vivir con su mujer e hija a este pueblo, un imán para que escritores de la talla de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Carlos Fuentes pasaran unos días por la comarca turolense.
Pilar Donoso, su hija, describió el pueblo en el libro Correr el tupido velo: “pueblo de piedra, teja y campanario. Una isla entre un mar de viñas y olivares, situado en el ángulo donde confluyen las provincias de Tarragona, Teruel y Castellón”.
Sigue el pueblo tal cual ella lo vio. Aunque hoy el aceite que se produce de los olivares ha ganado mayor excelencia que antaño. A solo 12 kilómetros de distancia, en Cretas, en las fincas de Diezdedos, también se producen aceites de gourmet, lo cual ha convertido el Matarraña en un centro de oleoturismo muy interesante.
En concreto, Calaceite es la segunda localidad más poblada de la comarca; pero esto no significa que se quede atrás de Valderrobres en interés patrimonial ni en belleza. Destaca la Plaza Mayor con sus característicos portales. Ahí está la casa consistorial, siguiendo el modelo manierista como es común en la mayoría de pueblos del Matarraña. A un paso, la Iglesia de la Asunción, con su magnífica portada de grandes columnas salomónicas y estípites. Desde aquí, nace la calle Mayor, donde una serie de edificios barrocos pegados unos a otros llevan hasta el extremo suroccidental de la villa. No hay que dejar atrás la pintoresca capilla portal de la Virgen del Pilar, uno de esos rincones tan fotogénicos que han llevado a esta comarca a estar en boca de todos.
CRETAS. TERUEL
Esta localidad constituye el punto de origen de numerosos tramos de la Vía Verde Val de Zafán, un trazado de raíles reconvertido en camino en plena naturaleza cuyo acceso garantizado universalmente no está sujeto a límites de edad ni de capacidad física. Embárcate en una aventura donde disfrutarás de las espectaculares vistas de los Puertos de Beceite, un macizo montañoso que separa el valle del Ebro del
Mediterráneo y se extiende entre las provincias de Tarragona, Castellón y Teruel.
Desde aquí, vislumbrarás lugares como el campanario de la Torre del Compte y campos de cultivo de olivos y almendros a orillas del río Matarraña, donde podrás darte un chapuzón.
FUENTESPALDA. TERUEL
Las casas palaciegas y la iglesia parroquial de esta pequeña villa se han convertido en epicentro de turistas ávidos de emociones fuertes. Es fácil que al cruzar por la carretera se escuche un extraño zumbido metálico que se va acercando rápido. Si se mira hacia arriba, muy arriba, se tendrá la oportunidad de ver cruzar los cielos cual superman a una o a dos personas.
La tirolina de Fuentespalda tiene dos kilómetros de longitud, lo que la convierte en la más larga de Europa con doble cable. Se salta desde 2.000 metros de altura y llega a unos 800, cruzando todo el valle disfrutando de una de las panorámicas sobre Matarraña más asombrosas. En el punto más alto del recorrido hay 100 metros, por lo que hasta los famosos buitres de la buitrera de Valderrobres se quedan abajo. Lo mejor es que esta experiencia está adaptada a personas con movilidad reducida y es
totalmente segura.
LA FRESNEDA. TERUEL
El casco histórico de La Fresneda está en el selecto grupo de conjuntos histórico-artísticos de la comarca, como Calaceite, Valderrobres y Ráfales. Las mamposterías, los portales, los balcones forjados y su iglesia parroquial son testimonio de la grandeza económica que vivió en el pasado la villa. Ahí están como prueba las bellas casas palaciegas a banda de la plaza Mayor y la casa consistorial con sus gárgolas.
Las ruinas del antiguo castillo y la iglesia en la parte alta de la población se convierten en miradores excelentes para observar los campos de olivos de la comarca, por lo que todos los visitantes acaban ascendiendo en un agradable paseo hasta arriba.
Igual atención merecen otros dos templos culinarios: el restaurante Matarraña (Plaza Nueva, 5), todo un estrella Michelin donde comer como en casa, y El Convent 1613 (Calle Convento, 1), todo un pionero del turismo rural, con uno de los comedores más espectaculares que se pueden disfrutar en Aragón: cerramientos de cristal de 360 grados dejan ver desde la mesa las capillas de lo que fue un antiguo convento de la iglesia de la Orden de Mínimos de San Francisco de Padua. Más que recomendable el ternasco al horno de la casa, con 4 horas de cocción.
VALDERROBRES, TERUEL.
Pasando por Arnes, se deja Cataluña para entrar en Aragón. Se sigue por la A-231 unos pocos kilómetros más y entonces, después de una curva, aparece Valderrobres.
No podría haber mejor bienvenida. La panorámica de la capital de Matarraña tiene mucho de épica. Tejados escalonados se apiñan hacia arriba por la ladera, coronada por el excepcional conjunto de castillo e iglesia que parece todo un escenario de Juego de Tronos.
La belleza del conjunto patrimonial hizo que Valderrobres fuese reconocido como Bien de Interés Cultural ya en 1983. El río Matarraña divide el pueblo en dos; por un lado, el casco histórico, por el otro, la parte nueva. La entrada es de lo más escénica posible, cruzando el hermoso puente de piedra y traspasando la puerta de San Roque. En realidad, es una de las antiguas torres de la muralla que rodeaba la población. Acto seguido, se llega al corazón de lo que fue en su día el centro de poder de toda la comarca, destacando la casa consistorial, de estilo manierista, y la gran casa palaciega que acogió a la Fonda Blanc.
A partir de aquí toca subir, que la villa, salvo tres calles llanas está toda ella en pendiente. Hay casas de tres alturas, estrechas y altas. Las hay de piedra sencillas, balcones de madera y algo de forja, y otras en ruinas. Se puede pasear con calma, dejando que los rincones sorprendan.
Antes de llegar al palacio-iglesia donde los arzobispos de Zaragoza venían a pasar algunas temporadas y desde donde se disfruta de una perspectiva de la villa espectacular, se debería hacer un alto en el museo del municipio. Un interesante batiburrillo de información y datos con los que acercarse a la historia de la localidad y sus personajes ilustres, como Doña Elvira Juana Rodríguez Roglán, quien fuera cantante de ópera famosa en la época y profesora de la diva María Callas.