EL JARAMA DE FERLOSIO Y MI E-OPEL CORSA

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La literatura y los coches tienen una extraña capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos. Por eso, cuando se recorre la vega del rio Jarama entre Madrid y Guadalajara con el nuevo Opel Corsa,  la reflexión más sencilla nos lleva al Jarama de Ferlosio. Uno de nuestros escritores contemporáneos más célebres, escribió la novela “El Jarama” en 1955.

Releer este libro supone descubrir la forma de vida de un domingo de verano a orillas del río que le da el nombre. Con un lenguaje muy coloquial, Ferlosio nos narra dieciséis horas de la vida de un grupo de jóvenes. Aunque aquellos eran otros tiempos, el río sigue regando los mismos parajes. Casi 70 años después, esos jóvenes vivirían en un mundo de telefonía, movilidad y digitalización que les daría pánico .

El nuevo Opel Corsa Electric es un buen ejemplo de evolución de un concepto tan eterno como el ocio. Este coche combina un diseño ganador, tecnología y una propulsión eléctrica a prueba de futuro, para una experiencia de conducción diaria que garantiza sacarte una sonrisa. Con casi 400 kms de autonomía eléctrica (WLTP) y una carga  que se puede realizar en 30 minutos, es para muchos el ejemplo  de  una primera opción de movilidad eléctrica. Con sus 156 CV, la diversión y la versatilidad son opciones que se nos abren cuando pensamos en un coche para el día a día. Merece la pena su vista frontal de un gris con aleaciones negras. Dinámico, progresivo y joven de corazón, ¡el nuevo Opel Corsa Electric asegura que siempre llegarás con estilo sin importar el destino!

Volviendo al libro, cada fragmento es un recuero a esas momentos  cotidianos, que nos son tan cercanos. “El sol aplastaba. Echó de nuevo a andar y se separaba con dos dedos el cuello de la camisa adherido a la piel por el sudor; se aflojó la corbata. Llegaba al puentecillo donde empezaba un poco de cuesta; a la izquierda vio un trozo rojizo del río y el comienzo de la arboleda, los colores de la gente. Luego la quinta grande de Cocherito de Bilbao, con sus frondosos árboles, le tapaba la vista del río. El sol cegaba rechazado por una tapia blanquísima”. Así, describe Sánchez Ferlosio “la vida” en el Jarama, un río que tiene mucho que ofrecernos. 

Nuestro viaje comienza en las proximidades de Patones, donde nace el río. Desde aquí inicia el Jarama su viaje que concluirá con sus aguas en el Tajo. Los tonos grisáceos y verdosos de la piedra y la pizarra nos sorprenden al llegar a Patones, un escondido rincón de la sierra madrileña. Los lugareños nos comentan que desde “el boom del turismo” parece que ya nada es igual en Patones, pero el pueblo intenta conservar su esencia.

El recorrido sigue teniendo algo de anacrónico. Los hotelitos y las casas rurales se suceden una tras otra en las proximidades de Patones, aunque junto al nuevo turismo rural subsisten también las características eras, majadas y cochiqueras, que recuerdan el origen agrícola y ganadero de Patones. Los muros bajos de pizarra dividen las distintas majadas que saltean las montañas junto a las “antiguas” pocilgas para guardar el ganado y que fueron excavadas en las rocas aprovechando los desniveles del terreno.

Esta imagen tan “agrícola” nos sirve de preámbulo para nuestro caminar hacia otro de los pueblos que llevan el apellido “Jarama”. Es Torremocha. Sus tierras, bañadas por el río y por el arroyo de San Román, se convierten en bellos parajes de ribera, balsas de agua y vías pecuarias aptas para el senderismo. Bajo el amparo de la torre de la bella iglesia del siglo XVI que preside el pueblo se extienden las aguas del embalsillo de Torremocha. Es fácil imaginarse a los jóvenes que inspiraron la novela de Ferlosio bañándose aquí, sólo que no estamos en los años cincuenta sino en el siglo XXI.

Torrelaguna nos recibe con su gran “peso” histórico. La vega del Jarama se vuelve aquí muy fértil, aunque también tiene gran valor el patrimonio monumental de esta villa. Su recinto amurallado nos recuerda los tiempos de la ocupación musulmana, su iglesia de Santa María Magdalena parece una “catedral de pueblo” como dicen los lugareños” y sus callejuelas empedradas nos hacen volver a épocas pasadas.

Pero si de algo se enorgullece Torrelaguna es de haber visto nacer al Cardenal Cisneros, quien, por ejemplo, ordenó la construcción del edificio porticado que sirve de actual ayuntamiento. Otros ejemplos de construcciones civiles que encontramos en el pueblo son los palacios de Salinas, del siglo XVI, y de Arteaga, erigido en el siglo XVIII.

Por momentos, recordamos las andanzas de Manolo, Lucio y Mauricio en la novela de Ferlosio. El río permanece inmóvil, con sus aguas pasando junto a los mismos árboles que regaba hace cincuenta años. Las pilas que se utilizaban como fregaderos, los álamos y las pequeñas playas ribereñas continúan en el mismo sitio. En estas estamos, cuando llegamos a Talamanca de Jarama

Me sorprende encontrar en Talamanca el llamado “morabito”, que en realidad es el ábside de una antigua iglesia románico-mudéjar del siglo XIII. Está en medio del pueblo, junto a la plaza de la Constitución, y es, sin duda, uno de los grandes atractivos de este pueblo que es bañado por el Jarama y por el arroyo de Valdejudíos.

Los restos de la muralla, al igual que en Torrelaguna, nos hablan del origen musulmán del pueblo. Sin embargo, aquí no acaban las cosas, ya que Talamanca conserva en buen estado un puente de origen romano, que en su día fue muy importante ya que era punto de unión del norte de Castilla con Toledo. Andando por las calles de Talamanca también “descubrimos” la iglesia de San Juan Bautista, construida en el siglo XVI, la Cartuja y la Bodega del Arrabal, que fue construida por los monjes de El Paular con túneles subterráneos para unirla con la Cartuja.

Nuestro viaje, entre los recuerdos de la muchedumbre de excursionistas que pueblan la novela y que están completamente abandonados a sí mismos, nos lleva ahora hasta Valdetorres del Jarama, donde siguen realizando excavaciones para encontrar restos de la antigua villa, dominada por los romanos. La portada plateresca, de influencia toledana, de la iglesia de la Asunción bien merece una fotografía. 

Fuente el Saz se cubre todos los 6 de septiembre de hogueras para celebrar la festividad de la Virgen de la Cigüiñuela. De todas formas, si nuestro paso por este pueblo no coincide con esta fecha, se agradece una visita a la majestuosa iglesia de San Pedro Apóstol, cuya imponente torre se divisa desde cualquier rincón del pueblo. Vamos llegando ya al final de nuestra ruta por el Jarama, pero aún tenemos un recuerdo para Mely, Zacarías y sus compañeros “excursionistas”…

En Algete aún se conserva ese “aroma” de los pueblos más profundos de España. De hecho, es un placer escuchar las cinco campanas de la torre de la iglesia que “tocan a misa”. Aunque estemos muy cerca de Madrid, también hay pueblos que siguen “alejados de la capital”. Las casas  están cerca, pero el espíritu está muy lejos. 

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