El Mississippi de Mark Twain
Hay nombres que siempre irán asociados a nuestros primeros libros de aventuras. Tom Sawyer y Huckleberry Finn son parte de nuestra infancia, son los protagonistas de las aventuras que siempre tienen el rio como protagonista. No era el Tormes, ni el Tajo, ni el Ebro… El Mississippi es el gran río de Norteamérica.
El nombre de Mississippi tiene su origen en los indios, o más políticamente correcto americanos nativos, y viene de las palabras “mici zibi”, que traducido viene a ser “donde se juntan todas las aguas”. Un nombre muy apropiado, si se tiene en cuenta que es el segundo río más grande de América del Norte y el tercero del mundo. Su recorrido es de Norte a Sur por el tercio este de Estados Unidos.
Ver su recorrido en un mapa invita a un gran viaje. El río Mississippi va del frío norte de Estados Unidos cerca de la frontera con Canadá a la tropical Luisiana hasta morir en el Golfo de Méjico. El Mississippi es un río ancho de fondo muy lodoso, de hecho hay un dicho que dice que un hombre puede cultivar maíz en su estómago si bebe agua de este río. Incluso el nombre de Mark Twain, significa dos brazadas, en el dialecto local que usan los navegantes en la zona.
De las muchas caras que presenta el Mississippi nos quedamos con las tierras que recorre por el sur, con los terrenos de las grandes plantaciones donde antaño trabajaban los esclavos, con esas grandes y elegantes mansiones pensadas para celebrar fastuosos bailes, con partidas de poker y botella de bourbon en el centro de la mesa y con las melancólicas canciones de “blues”… Toda una colección de tópicos. Si hay algo que en seguida viene a la mente cuando se escucha la palabra Mississippi es sin duda el nombre de Mark Twain.
El famoso escritor se llamaba en realidad Samuel Clemens. Lo de Mark Twain era un vocablo empleado por los pilotos de los barcos de vapor para indicar la profundidad del agua necesaria para la navegación. Durante la infancia de Twain, el sueño de la mayoría de los niños era ser piloto de barco de vapor y Clemens llego a ejercer esta profesión. Su trabajo eventual como periodista se transformó en un afamado escritor, que firmó por primera vez con ese nombre en 1863.
Un recorrido por sus orillas es un viaje a la América profunda. Los viejos carromatos se han transformado en poderosos camiones y las viejas barcazas son ahora modernos barcos de mercancías. Por suerte, una de las posibilidades, sin duda la más auténtica, es hacer un viaje en barco de vapor. Estas reproducciones, mantienen todo el espíritu de antaño con las comodidades de este siglo, es hacer un viaje en el tiempo saboreando los placeres de una época dorada.
En la cubierta los niños aprenden a volar cometas mientras los mayores pueden echar una partida de dominó o una partidita de cartas, por suerte las disputas ya no se solucionan a punta de revolver. Al llegar el atardecer, la banda de música interpreta viejas canciones o alguna de esas canciones románticas inspiradas en el río Mississippi, como “Old man river” de Paul Robeson. A lo largo del recorrido, tanto si se va en barco como si el viaje se hace en coche, hay que hacer múltiples paradas para no perderse nada.
Visita obligada es el pueblo de Mark Twain, Hannibal, en el estado de Missouri. En toda la localidad se respira la obra de este autor, desde la casa museo hasta las tiendas de suvenires. Missouri es un destino en sí mismo, además de su relación con el escritor, en Missouri hay otras ciudades como St. Louis o Kansas, varios parques naturales y lagos entre otros atractivos.
Si por algo tienen fama estos estados del sur es por su hospitalidad y su buena cocina. Sus gentes, influidas por ese clima tropical húmedo, se toman la vida con mucha calma. En inglés se utiliza el término “Southern hospitatlity” para describir la tendencia de las gentes del sur a ser hospitalarios. No es un acontecimiento raro que alguien a quien has conocido brevemente te invite a su casa… Sin temor, bajo la sombra de un magnolio, bebiendo limonada helada te cuente la historia de su vida.
La comida es un punto y aparte, una mezcla ecléctica influida por su pasado nativo, francés, español y llena de misterio por sus raíces africanas. No es una gastronomía para los delicados de estómago… Las salsas picantes, los fritos, los agriodulces… y las raciones que sirven en los restaurantes son siempre muy generosas. La conocida comida criolla presenta platos como el “gumbo”, que viene de la palabra africana nkombo (okra) y que consiste en una sopa con arroz y algún tipo de carne o de marisco.
El gumbo es un poco como la paella española , no por su sabor, si no porque no hay una receta única y cada ama de casa y cada chef lo preparan de una manera distinta. Ninguna comida o cena que se precie acaba sin un buen postre, cuanto más dulce y más empalagoso mejor, como el “pecan pie” una tarta llena de nueces o el famoso “pan perdú” que es un postre francés que se hacía para utilizar el pan del día anterior y en el sur lo preparan con ron o whisky y bien de azúcar y canela.
Todo esto queda en un segundo plano al lado de Nueva Orleáns… Por último, y siguiendo la frase famosa de Mark Twain, “uno no ha visto Estados Unidos hasta que no ha visto Mardi Grass en Nueva Orleans.” Dicen que todavía la zona no se ha recuperado del huracán Katrina, pero esta ciudad es la esencia pura de los estados del sur.
Paseando por sus calles se va descubriendo una arquitectura anclada en el pasado llena de matices e influencias del viejo continente, los hoteles boutique con camas con dosel y mayordomos de librea, le dan un toque muy romántico, y sus afamados restaurantes son el anticipo a una noche de Jazz y Blues en locales donde el bourbon se mide por dedos… La Conjura de los Necios tiene su escenario real!