LOS DIEZ BANCOS MÁS BONITOS DE ESPAÑA
Diez bancos, diez emociones.
Sensaciones de los bancos más bonitos de España
1.- Loiba: El horizonte que abraza
Sentarse en el banco de Loiba es sentir cómo el viento del Atlántico despeina los pensamientos y el mar se convierte en un espejo de sueños. Aquí, el alma se expande ante la inmensidad azul, el olor a salitre y la música de las olas. El entorno es salvaje y puro: acantilados que invitan a la reflexión, gaviotas planeando y el rumor de historias antiguas. Uno se siente pequeño, pero también parte de algo infinito, con Ortigueira y O Barqueiro aguardando cerca, como refugios de autenticidad gallega. Un lugar único que merece la pena conocer.
2.- Campo da Rata: La ría en calma
El banco de Redondela mira la ría de Vigo con la serenidad de quien ha visto pasar muchas mareas. La luz baila sobre el agua, el Puente de Rande se recorta en la distancia y el aire huele a marisco y a memoria. Aquí, el tiempo se diluye entre el verde de los montes y el azul del agua. El murmullo de las barcas y el eco de las fiestas marineras acompañan el reposo, mientras Redondela y Vigo ofrecen el bullicio justo para volver a la quietud del mirador. Un lugar que te deja sin palabras, donde soñar te lleva un mundo urbano, con playas que se acercan a la ciudad para disfrutar del callejeo cotidiano.
3.- La Concha: Belleza serena
En San Sebastián, el banco del Paseo de la Concha es un palco frente a la elegancia natural. La bahía se curva como una caricia, la brisa es suave y la ciudad se adivina vibrante a la espalda. Sentarse aquí es entregarse a la contemplación: surfistas en la distancia, parejas paseando, la promesa de un pintxo esperando en el casco antiguo. El rumor del Cantábrico y la silueta de la Isla de Santa Clara invitan a quedarse, a dejarse envolver por la belleza y la vida donostiarra. No hay palabras… Simplemente debemos acercarnos a este lugar maravilloso.
4.- Cal Andreu: Susurros de montaña
En Alàs, el banco de Cal Andreu es un secreto entre montañas. El aire es fresco, el silencio profundo y los Pirineos se despliegan como un mural de verdes y grises. Aquí, el tiempo se mide en campanadas lejanas y en el vuelo de las rapaces. El entorno rural, los prados y la cercanía de La Seu d’Urgell invitan a la calma, a saborear un queso local y a dejar que la montaña cure el alma. Toda la energía y las posibilidades del Segre, vigilados por las vacas más felices del Pineo. Un lugar mágico.
5.- Museo Paleontológico (Cuenca): Entre eras y piedras
El banco junto al Museo Paleontológico de Cuenca es una ventana al pasado y al presente. Desde aquí, la ciudad medieval parece flotar sobre las hoces, y el eco de los dinosaurios se mezcla con el bullicio de turistas. El aire huele a historia y a tierra húmeda. Sentarse es dejarse llevar por la imaginación, soñar con gigantes extintos y con las casas colgadas, mientras el sol cae sobre los tejados y Valdecabras espera, silencioso, en la serranía.
6.- Riaño: El espejo de los dioses
El banco de Riaño se asoma a un paisaje de agua y picos, un lugar donde la montaña se refleja en el embalse y el silencio es casi sagrado. Aquí, el frío limpia los sentidos y el viento trae aromas de cecina y leña. El entorno invita a la aventura y al recogimiento: rutas de senderismo, paseos en kayak, la compañía de Burón y Boca de Huérgano, y la certeza de que la naturaleza es, a veces, la mejor compañía. Las carreteras que nos llevan hasta el puerto de la Tarna hacen el resto.
7.- Cabo Vidio: El abismo azul
En Cabo Vidio, el banco es un balcón al infinito. El Cantábrico ruge abajo, los acantilados cortan el aliento y el cielo parece más grande. Sentarse aquí es sentir la fuerza de la naturaleza, el olor a hierba y sal, y la promesa de un pescado recién preparado en alguno de los locales de Cudillero. El viento despeja las dudas, el horizonte invita a la introspección y el atardecer tiñe el mundo de naranja y esperanza.
8.- Mirador de Antonio Morante: El rincón inesperado
En algún lugar escondido, el banco de Antonio Morante espera al viajero curioso. No hay mapas ni señales, solo la intuición y el deseo de encontrar belleza en lo inesperado. El entorno es un misterio: puede ser una sierra, un pueblo blanco, un valle secreto. Sentarse aquí es rendirse a la sorpresa, dejarse sorprender por la hospitalidad local y descubrir que los mejores paisajes a veces no tienen nombre, solo emoción. La costa de Granada guarda todavía algunos rincones que invitan a la tranquilidad cotidiana en las calles del Casco viejo de Salobreña.
9.- Collado del Alguacil: Bajo el cielo inmenso
En Guéjar Sierra, el banco del Collado del Alguacil es un mirador privilegiado a Sierra Nevada. Las montañas se visten de blanco, el aire es puro y las estrellas parecen más cercanas. Aquí, el silencio es profundo y la noche invita a soñar. El entorno rural, los platos de migas y jamón, y la cercanía de pueblos como Monachil completan una experiencia de paz y asombro.
10.- Galizuela (Cerro Masatrigo): El mar interior
En lo alto del Cerro Masatrigo, el banco de Galizuela mira el embalse de la Serena, un mar de agua dulce en mitad de Extremadura. El horizonte se extiende sin límites, las dehesas se pierden en la distancia y el aire huele a encina y a libertad. Sentarse aquí es meditar, dejar que el tiempo pase despacio y descubrir la riqueza de la Siberia extremeña, con sus pueblos tranquilos y su naturaleza intacta.
Por eso cada banco es un relato, una emoción, una invitación a detenerse y sentir. Porque en España, sentarse en un banco puede ser el principio de un viaje interior y la mejor manera de abrazar el mundo.

Novedades
Déjanos tu email y te mantendremos informado.