RUTA RENAULT-REPSOL II EN EL VALLE DEL TORMES

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A la sombra del macizo de Gredos se esconden algunos de los valles preferidos por los excursionistas españoles, desde hace ya más de un siglo, cuando comenzó la afición por la montaña entre algunos intelectuales y amantes del deporte. Uno de estos valles singulares es el del río Tormes, de aspecto bucólico y profundamente ligado a la tradición de la caza.

Por estas carreteras, la circulación es fácil, pero hay que tener cuidado de las numerosas vacas que se creen las dueñas del asfalto. Pasear, tapear y disfrutar son verbos que se manejan con facilidad en esta tierra. La pareja Renault-Repsol es perfecta para hacer kilómetros gracias al GLP. Un combustible barato, que ayuda a realizan muchos kilómetros de un modo ecológico. Y aquí tenemos suministradores para recorrer toda clase de caminos. Nuestro Renault Clio GLP es una opción perfecta.

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Fue el rey Alfonso XIII uno de los pioneros en el descubrimiento de las bellezas naturales y la riqueza que encerraba este valle y la sierra de Gredos. A principios de siglo, el rey mandó construir la llamada Trocha Real, una senda que desde Navarredonda conduce hasta la Laguna Grande de Gredos, e hizo levantar también un pabellón de caza que daría lugar más tarde al primer Parador Nacional. Después, llegaría Franco, que también optó por este valle para pescar. Como dicen los paisanos: “Entonces, sí que había truchas de verdad…”.

El Tormes es uno de los ríos serranos por excelencia. Nace a pocos kilómetros de Navarredonda de Gredos, en los prados de Tormejón, junto al llamado Puente del Duque. Su origen deriva de los múltiples arroyos y gargantas que bajan por la ladera norte de Gredos y se unen en un valle de aspecto idílico cuya capital es Hoyos del Espino.

Sin embargo, pocos kilómetros antes del nacimiento del río, encontramos un lugar que es parada obligatoria. Venta Rasquilla es unos de esos parajes naturales que son un espectáculo para la vista. Por este pueblecito serrano pasa el río Alberche, que acaba de nacer, con sus caudalosas aguas alborotadas encajonadas entre los montes.

Delante de nuestros ojos están las altas cumbres de Gredos, con el pueblo ubicado en la ladera de la solana, protegido por las sierras de los fríos vientos del norte. En dirección sur, podemos ver cómo se levantan por encima de los 1300 metros los puertos de Serranillo y del Pico, majestuosos. Con la placidez de los primeros soles de la mañana, escuchamos el picoteo del carpintero en los árboles y el canto de las perdices. Nos disponemos a recorrer los 16 kilómetros que separan la Venta de Hoyos del Espino, la capital del Tormes.

Hoyos es un pueblo ganadero, que ha sufrido en los últimos años una gran transformación por la avalancha de montañeros y excursionistas de fin de semana. Ahora es básicamente un pueblo de servicios, principalmente turísticos, alimentados por los muchos excursionistas que se animan a alcanzar el circo y las lagunas de Gredos. A los escaladores y montañeros se han añadido en los últimos años los amantes de los caballos que encuentran aquí una amplia oferta de excursiones ecuestres por los diferentes valles de esta cordillera.

Desde Hoyos del Espino sale una carretera local que nos sube hasta la Plataforma de Gredos, sorprendiendo la belleza del conjunto de Gredos. Llegar caminando hasta su circo nos lleva unas dos horas por un trazado que no es excesivamente complicado, aunque de todas formas no viene mal llevar un calzado cómodo.

Cuando llegamos arriba, el esfuerzo está más que justificado. La singularidad y la belleza de sus paisajes lo merecen. Estamos en el destino abulense preferido para senderistas, montañeros y escaladores. Y en lo alto de la plataforma, vemos a la auténtica reina de estos lugares, la cabra montés.

La ruta del valle sigue la carretera comarcal AV-500 que acompaña al río aguas abajo, pasando por muchos pueblos que nos llevan hasta El Barco de Ávila. El valle del Tormes, en la cara norte de Gredos, contrasta con los valles de la cara sur. Mientras que los valles de ríos como el Tiétar son cálidos al abrigo de la sierra y están a poca altitud, el valle del Tormes es un valle frío expuesto a un clima duro de montaña.

Los pueblos que saltan en nuestro recorrido no pueden negar su situación geográfica, pues la mayoría llevan asociado el Tormes a su topónimo, como Navacepeda, en la margen derecha del río. Navacepeda, como todos los pueblos de este valle, está por encima de los 1000 metros de altitud, demostrando su carácter de alta montaña. Aquí no hay microclimas, como en la vertiente sur de Gredos, sino que las temperaturas son extremas. Los veranos son muy cortos y calurosos, aunque las noches son frescas e incluso pueden llegar a ser frías.

De todas formas, los bellos paisajes verdes se pueden disfrutar durante todo el año. Los prados con pastos de montaña permanecen verdes durante muchos meses, excepto en las zonas más bajas durante el verano, cuando las calores arrecian durante el día, alcanzándose altas temperaturas.

Rodeado de robles, chopos y vegetación de ribera, los arroyos y torrentes acompañan al Tormes. Es un agradable camino entre prados de siega y piornales. Sólo hay que apartarse un poco de la carretera para contemplar los mejores ejemplos de la arquitectura popular de Ávila: pueblos y casas de piedra y teja y calles adoquinadas, gentes dedicadas a la ganadería y a sus pequeños huertos.

El río Tormes debe sus aguas a numerosos torrentes, que por aquí se llaman ‘gargantas’, que se precipitan desde las altas cumbres hasta juntarse con las aguas que bajan bravas del río. Las gargantas más importantes son las que desaguan de la Laguna Grande y de las Cinco Lagunas, dos circos glaciares situados a más de 2000 metros.

Con la tranquilidad que sólo se puede respirar ya en lugares como éstos, pasamos por Horcajo de la Ribera y La Lastra del Cano, todos ellos pueblos de parroquias abandonadas, con gallinas sueltas, mujeres de negro, regatos de agua por las calles, fuentes de caño en las plazas y sin coches ni rótulos, ni siquiera para anunciar un pequeño bar, porque no los hay.

Y en el camino encontramos algunas pozas, tan atractivas en verano para darse un chapuzón, como las que se ven en el trayecto desde La Aliseda de Tormes hasta Bohoyo, con merenderos instalados para los bañistas estivales, con los riachuelos Navamediana y Bohoyo regando estas tierras.

Los Llanos de Tormes son otro de esos pueblos de esta zona, casi perdidos, como olvidados, alejados del mundanal ruido, pero con un encanto natural que puede con todo. Aquí es donde podemos disfrutar de andar por las antiguas cañadas de ganado, retrocediendo a los viejos tiempos de la trashumancia. La cañada se mezcla en ocasiones con el asfalto de la carretera, pero no por ello deja de perder su encanto. Dejamos a nuestro paso pontezuelas sobre arroyos, antiguos edificios abandonados, almacenes de construcción y alguna que otra casa perdida en el tiempo.

El curso alto del río Tormes toca a su fin en El Barco de Ávila. Hemos recorrido numerosos pueblos, algunos de ellos literalmente colgados en la montaña, cuyos topónimos aluden directamente al río que riega este agreste valle. Pueblos que cuando amanece aparecen cubiertos por la niebla. Además, no podemos olvidar que las truchas también han sido nuestras compañeras de viaje…

El final es El Barco de Ávila, donde el Tormes cambia de dirección formando un ángulo recto hacia el norte y adentrándose en los paisajes completamente diferentes de páramos salmantinos dando lugar a una rica vega. En contraste con las pequeñas localidades del valle, El Barco tiene aires de gran capital comarcal.

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