Cameros, una hermandad y 13 villas
Formalmente la N-111 es la carretera que une Logroño y Soria, pero para muchos es la carretera del Iregua y el Camero Nuevo. Un lugar perfecto para visitar, disfrutar y para algunos afortunados, para vivir. Un escenario que nos permite disfrutar de muchos escenarios en un solo día…
Hace ya seis siglos que varias localidades riojanas se unieron en la llamada Hermandad de las Trece Villas. Lo hicieron para evitar que se abusara de sus pastos, y la idea funcionó. Ahora, esta institución medieval que se constituyó para la explotación comunal del Monte de la Pineda, donde se hallaban los pastos que alimentaron en tiempos de la Mesta los rebaños de ovejas merinas trashumantes durante el verano.
La historia marca la senda. En el Camero Nuevo turismo y agricultura extensiva se dan la mano. Las ovejas todavía ayudan a limpiar las cunetas y la naturaleza marca sus ciclos anuales con “aventureros” de fin de semana que buscan un paraíso en carreteras que no tienen salida.
Adentrarse en ellas descubriendo naturaleza y patrimonio es todo un placer que se multiplica si además sabemos de antemano algunas curiosidades.
Desde el norte, a pocos kilómetros de Logroño, Viguera marca el inicio de la comarca. Las formaciones rocosas de Castañares convierten a esta localidad en un lugar muy especial, que además es la entrada al valle, donde completan el paisaje zonas de viñedos y el castillo de Castañares.
Las curvas nos llevarán hasta Torrecilla de Cameros. Referente cultural de la comarca. La casa natal del polifacético Práxedes Mateo-Sagasta (1825-1903) se encuentra en este pueblo riojano, que vio nacer y crecer al político, además de periodista, orador e ingeniero. Para alojarse, cuenta con estupendas casas rurales como Villa Liquidambar.
Si lo tomamos como base de operaciones, nos debemos acercar hasta Nestares, que se podría conocer como el pueblo de las ermitas, entre las que destaca sobre todo la Ermita de la Virgen de Manojar. Otra visita obligada es la Iglesia de San Martín, de principios del siglo XVI y con un estupendo órgano rococó del siglo XVIII.
Lo mejor es seguir por las pequeñas carreteras comarcales para llegar hasta pueblos como Pinillos o Almarza de Cameros. En Pinillos, hay una maravillosa sensación de paz cuando se llega a este pueblo. Algún gato vigila desde la ventana, pero la tranquilidad es la gran premisa. La sensación perfecta para observar unas excelentes vistas del Valle. Si subimos hasta Almarza, llegamos a todo un símbolo de la trashumancia en el que la antigua escuela se ha convertido en Museo. Pero además, es una delicia caminar por sus calles empedradas y conocer la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Campillo.
Antes de llegar al famoso puerto de Piquetas hay que parar en Pinillos. Aquí la piedra es de nuevo la protagonista de la arquitectura de este pueblo, como en la mayoría de localidades de la zona, todas con un aire tranquilo perfecto para desconectar mientras damos un paseo hasta la Iglesia parroquial de San Martín.
En verano, todo el mundo sube hasta El Rasillo para darse un baño porque todo el mundo conoce este pueblo cercano al embalse de González Lacasa por su club náutico, con gran actividad en los meses de verano por los deportes acuáticos. Sin embargo, los amantes de la buena mesa saben que el menú de Borja, en el Restaurante los Cameros, es un referente que no tiene estación.
Y por supuesto hay que comprar algún producto local, lo mejor es llegarse hasta Villoslada de Cameros, sus pates y sus chacinas son reclamo suficiente. Es un buen lugar para perderse, y también para deleitarse con la gastronomía de la zona.
Los embutidos son los reyes de este pueblo donde algunos productores de paté se han asociado para crear la marca Paté de Los Cameros, un producto delicioso y perfecto para las excursiones por la zona. Imprescindible también pasarse por el Centro de Interpretación del Parque Natural, situado en el cruce de las carreteras a la ermita de la Virgen de Lomos de Orios y a Montenegro de Cameros.
Y una última parada la dejamos para Lumbreras. Aquí cada año congrega a miles de vecinos y curiosos que se dan cita en la romería de la Luz, la fiesta más emblemática de la Hermandad de las 13 villas. Se celebra en pleno parque natural de la Sierra de Cebollera, a unos 10 kilómetros de la localidad, donde se encuentra la Ermita de Nuestra Señora de la Luz, patrona de las 13 Villas. Adosada a ella está la Venta de Piqueras, uno de esos lugares de toda la vida que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos: lo que antes era un refugio de pastores y tratantes ahora es un lugar de descanso que además realiza una estupenda labor didáctica enseñando qué es la trashumancia y en qué consiste el pastoreo extensivo en la zona.