En ruta por el Canal d’Urgell: Historia, pueblos, sabores y un poco de bici

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El Canal d’Urgell, inaugurado en 1862 tras siglos de proyectos y dificultades técnicas, es la infraestructura hidráulica más importante de Cataluña, transformando radicalmente la agricultura y la vida de las comarcas de Lleida. Su trazado parte de Ponts y recorre la Plana de Urgell hasta desembocar en el Segre.  Su uso  sigue siendo responsable del desarrollo agrícola de la zona y lo que fue una obra de ingeniería pionera, superando sierras mediante túneles, es una buena excusa para recorrer toda la comarca.   

El recorrido  es una extraña mezcla de historia, recuerdos y emociones que guarda  la esencia del turismo  leridano. La ruta atraviesa municipios emblemáticos como Juneda, Borges Blanques, Mollerussa, Vila-sana, Linyola, Balaguer, Tàrrega y Agramunt, entre otros. Cada uno ofrece un patrimonio singular: desde el Espai Cultural dels Canals d’Urgell en Mollerussa, el Lago de Ivars en Vila-sana, el Castillo del Remei, hasta la fortaleza ibérica de Els Vilars en Arbeca. El recorrido puede adaptarse en 2, 3 o 4 etapas, con tramos llanos y caminos rurales ideales para el cicloturismo familiar o de aventura.

Aunque la opción de hacer esta ruta  andando  o en coche es muy deseable, la idea de hacerlo  en bicicleta  es perfecta  por la orografía y  por las posibilidades que ofrece… El Canal d’Urgell es ideal para recorrer en bicicleta, con rutas señalizadas de diferentes longitudes y dificultades, aptas para BTT, eBike o gravel. Hay distintos itinerarios, pero podemos enlazar casi  unos 200 km, que  discurren  por caminos rurales, bosques y zonas de descanso junto al canal, permitiendo disfrutar del paisaje, la historia y la gastronomía a ritmo pausado. Se puede realizar por libre o con agencias especializadas, accediendo a servicios de apoyo y actividades complementarias.

Por eso El Canal d’Urgell es una ruta cicloturista única que une historia, pueblos con encanto, gastronomía de proximidad y naturaleza, perfecta para descubrir Lleida sobre dos ruedas.

Pedalear junto al Canal de Urgell es dejarse llevar por el rumor constante del agua y la promesa de horizontes infinitos. Arrancamos en Ponts, donde el Segre se despide y el canal comienza su andadura. El puente medieval nos despide entre saludos de pescadores y el frescor del río, y pronto los campos se abren como un tablero de juego. Cada pedalada aquí es un guiño a la historia: el canal, obra titánica, ha regado sueños y cosechas desde hace siglos.

Agramunt nos recibe con aroma a turrón y la silueta robusta de Santa María. No hay mejor excusa para una parada golosa: un trozo de turrón, un sorbo de café y la bici lista para seguir. El paisaje es un mosaico de huertas, frutales y cereal, salpicado de acequias y caminos rurales donde el tiempo parece ir a otro ritmo. El canal serpentea y nosotros con él, entre saludos de agricultores desde su tractor  y el vuelo rasante de alguna garza despistada.

Tàrrega aparece en el horizonte, orgullosa capital de Urgell, con su casco antiguo, plazas llenas de vida y el parque de Sant Eloi, perfecto para un respiro a la sombra. Aquí la historia se mezcla con el bullicio moderno y la bici se siente en casa entre calles animadas y terrazas tentadoras.

El llano nos lleva a Mollerussa, corazón del Pla d’Urgell y parada obligada para entender el canal: el Espai Cultural dels Canals d’Urgell es visita imprescindible, aunque solo sea para maravillarse de cómo el agua cambió la vida de toda la comarca. Y si el calor aprieta, nada como un refresco en alguna terraza, viendo pasar la vida lenta de pueblo.

Más adelante, Vila-sana y Linyola nos regalan la joya natural del Estany d’Ivars i Vila-sana, la mayor laguna interior de Cataluña y paraíso de aves. Aquí la bici pide pausa: subir a una torre de observación, buscar cigüeñas y dejarse llevar por el silencio salpicado de trinos y el zumbido de las ruedas sobre la tierra.

Muy distinto es el paisaje en Arbeca,  que  nos espera con el aroma de sus aceitunas arbequinas y la silueta de su colina con el  castillo asomando entre los olivos. Aquí el aceite es oro líquido y no hay ciclista que se resista a probarlo en pan crujiente. Si hay tiempo, una escapada a Els Vilars desvela secretos íberos entre piedras milenarias.

Si buscamos una población más potente, siempre podemos llegar hasta Les Borges Blanques, que sigue siendo  sinónimo de aceite de oliva virgen extra, de pan de riñón y de sobremesas largas. El canal sigue su curso y nosotros, el nuestro, entre olivares y el rumor de la prensa de aceite. Un alto en el camino y la bici parece agradecerlo tanto como las piernas.

Montoliu de Lleida marca el final de la ruta: el canal entrega sus aguas de vuelta al Segre y nosotros, con el polvo en las piernas y la sonrisa en la cara, celebramos la aventura. A lo largo del recorrido, el canal nos ha unido a pueblos llenos de historia, sabores y paisajes cambiantes. Cada parada ha sido una excusa para saborear la tierra regada, descubrir la hospitalidad local y, sobre todo, disfrutar del viaje sin prisas, a ritmo de bicicleta y con el agua como fiel compañera.

Además del paisaje, la cocina de Lleida  es otro de los grandes reclamos. Es un reflejo de su tierra fértil: destacan los caracoles a la llauna, carnes a la brasa, embutidos, frutas, aceite de oliva y vinos DO Costers del Segre. En los pueblos del canal, restaurantes y tascas ofrecen platos tradicionales como la escalivada, huevos estrellados con jamón, garbanzos con calamares y menús de temporada con trufa o productos de la huerta. La oferta es variada y auténtica, perfecta para reponer fuerzas tras una jornada en bici.

Aceitunas arbequinas,  originarias de Arbeca, son un aperitivo imprescindible. Esto lo podemos complementar con los Caracoles a la llauna: plato emblemático de Lleida, presente en fiestas y celebraciones o una Cassola de tros: guiso tradicional de payés, elaborado con carne, verduras y legumbres.

¿Más ideas? Pues una morcilla negra y tocino con judías: ejemplos de la cocina de aprovechamiento, o una escudella: cocido típico de invierno. Para cerrar, una plato de Orelletes,  dulce típico de Les Garrigues, presente en fiestas mayores, y una tableta de Turrón de Agramunt: reconocido a nivel nacional, elaborado artesanalmente.

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