Tierra de garbanzos, tierra de pucheros

Los garbanzos han tenido un papel central en la identidad cultural y culinaria española, posicionándose durante siglos como alimento fundamental en la dieta mediterránea y protagonista recurrente en la literatura. España cuenta con una red de pueblos que, gracias a sus suelos y tradición agrícola, han convertido el cultivo del garbanzo en patrimonio gastronómico y artístico.

 

En la tradición española, el garbanzo ha simbolizado tanto la modestia como la sabiduría popular. En la literatura clásica, Cervantes, Quevedo y Galdós retrataron la cotidianidad del cocido como reflejo de la vida nacional, mientras Valle-Inclán y Azorín lo alzaron a estampa de la resistencia frente a la penuria.

 

El cocido, considerado plato nacional, tiene al garbanzo como epicentro; su versatilidad ha permitido alimentar a generaciones de campesinos y nobles por igual, siendo fuente de proteínas, fibras y energía de calidad. Su presencia en refraneros, cuentos y novelas testimonia el papel social y cultural de una legumbre cuya “digestión invita a la contemplación” y cuyas menciones en obras como “Fortunata y Jacinta” de Galdós documentan la importancia histórica. Incluso las crónicas de viajes narran cómo los cocidos de garbanzos eran menús inseparables de ventas y mesones.


Labajos, Segovia: Tierra y leyenda de los garbanzos

Labajos, pequeña localidad segoviana situada en la Campiña a más de mil metros de altitud y cerca del límite con Ávila, ha construido parte de su reconocimiento en torno a un garbanzo autóctono, de tamaño medio-grande y calidad sobresaliente, adaptado a los suelos calizos y al clima riguroso de la región.

Desde el siglo XVIII, el garbanzo de Labajos aparece citado en registros como el Catastro de la Ensenada y en crónicas literarias donde viajeros hacían parada en sus posadas para disfrutar de cocidos y guisos. Cervantes menciona la villa por ser lugar de tránsito y descanso obligado entre Madrid y Valladolid, y los cocidos con “garbanzos de esta tierra” eran reputados entre los más sabrosos que podía encontrar un peregrino.

 

El cultivo sigue una tradición de rotación y siembra tardía, entre marzo y abril, aprovechando aguas puras y terrenos de secano. Familias locales como los García Sanz se dedican a preservar y mejorar el ecotipo, recuperando saberes ancestrales que aseguran la identidad varietal de la legumbre. En la gastronomía local, el garbanzo se emplea en cocidos, potajes con embutido, y guisos de caza, adaptando el recetario castellano a la textura especial de este producto.

En el patrimonio artístico, Labajos conserva la iglesia de San Bartolomé, con elementos mudéjares y un retablo barroco, además del edificio del Ayuntamiento, del siglo XVI, y antiguas fuentes locales donde los vecinos creen que el agua mejora la cocción de sus garbanzos. El entorno rural invita a la contemplación y a la práctica de rutas para descubrir la arquitectura tradicional, cortijos y ermitas dispersas en el paisaje.


Fuentesaúco, Zamora: El garbanzo más célebre y la IGP

Fuentesaúco, en la comarca de La Guareña y al sureste de Zamora, ostenta la Indicación Geográfica Protegida “Garbanzo de Fuentesaúco”, siendo posiblemente el garbanzo más famoso de España. Su renombre surge de referencias históricas que datan de la colonización romana y alcanza el siglo XVI con protección real, cuando se vendía en la Corte y se exportaba a diversas regiones. El Consejo Regulador, vigente desde finales de los noventa, certifica la calidad y origen a través de exhaustivos controles de semilla, cultivo, selección y envasado.

El garbanzo de Fuentesaúco se distingue por su tamaño medio-grande, color cremoso, pico curvo pronunciado y una piel de rugosidad intermedia. Al cocerlo, mantiene integridad, piel blanda, textura mantecosa y sabor delicado, características que han hecho de este producto un “referente para el cocido nacional” y base de miles de recetas regionales. La reputación de su “calidad inigualable” lo ha situado en cartas de restaurantes, ferias gourmet y exportación, siendo objeto de especulación en tiempos antiguos, cuando los vendedores aseguraban procedencias exclusivas.

En cuanto a patrimonio artístico, Fuentesaúco posee la iglesia de San Juan Bautista, ejemplo de arquitectura mudéjar del siglo XVI, y la plaza Mayor, con soportales típicos y monumentos históricos. Festividades como el Corpus Christi y la Fiesta del Garbanzo celebran cada año el producto local, combinando gastronomía con desfiles y mercados tradicionales.


Valencia del Ventoso, Badajoz: Fama, tradición y tierra fértil

En la provincia de Badajoz, Valencia del Ventoso cultiva desde tiempos inmemoriales un garbanzo pequeño, de textura fina y ligeramente harinoso, cuya fama llega hasta crónicas que hablan de reyes españoles y franceses admiradores del producto. Aunque parte de estos relatos son leyenda, sí existe documentación sobre la importancia de la legumbre en la renta de conventos y la economía local. La variedad de Ventoso, diferente al pedrosillano y completamente autóctona, se cultiva en suelos de barros y climas de secano, “solo quiere agua dos veces: al sembrar y al cocer”, reza el dicho popular.

La producción se realiza de forma casi artesanal, donde la selección de semillas, la labor de los agricultores y el proceso de recolección bajo el sol de julio han conferido a este garbanzo un carácter místico: “mágico” por su capacidad de absorber sabores, mantecoso en la boca y esencial en la gastronomía extremeña. Cocidos, potajes y guisos de matanza lo tienen como base, mientras que los menhires y restos prehistóricos en el entorno atestiguan la longevidad del cultivo y el apego a la tierra fértil.

Valencia del Ventoso ofrece un patrimonio artístico compuesto por la iglesia de San Bartolomé, de estilo gótico-renacentista, y casonas señoriales de fachadas encaladas. La villa acoge ferias y festivales dedicados al garbanzo, potenciando el turismo gastronómico y el desarrollo rural. Pasear por sus campos de cultivo, donde la siembra se realiza según calendarios lunares heredados, permite entender el vínculo entre garbanzo y cultura local.


Escacena del Campo, Huelva: Indicación Geográfica Protegida y cocina tradicional

Escacena, situada entre Huelva y Sevilla, es centro de la Indicación Geográfica Protegida “Garbanzo de Escacena”, reconocida por la Unión Europea como única certificación de calidad de legumbres en Andalucía. El garbanzo se cultiva exclusivamente en “tierra de bujeo o tierras negras”, suelos arcillosos y muy fértiles, y el grano resalta por su tamaño grande, color amarillento claro, profundos surcos y abultamientos. Persiste una tradición de cosecha temprana, con garbanzos verdes en su vaina que son delicia en muchas mesas locales.

A nivel gastronómico, el potaje de garbanzos con “pringá” (chorizo, morcilla, tocino) constituye el plato estrella, ejemplo de cocina familiar y base de la economía local. La cocina de Escacena ofrece también dulces caseros como las “orejas de abad”, pestiños y arroz con leche, reflejo de su herencia repostera.

El patrimonio artístico de Escacena del Campo incluye la iglesia parroquial de Nuestra Señora de los Remedios – de origen mudéjar –, y casas solariegas donde puede admirarse una arquitectura popular singular. La ciudad tartésica de Tejada la Vieja, cercana al municipio, comparte protagonismo con el garbanzo en la memoria arqueológica y paisajística: símbolo de continuidad entre civilizaciones y testimonio de las rutas comerciales históricas.


 

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