LA DESCARADA, COCINA MEDITERRÁNEA DESENFADADA EN EL BARRIO DE SALAMANCA
La Descarada no es un señora que fuma mirando a los ojos a los hombres. No es una persona, es casi un concepto. Básicamente es la definición de la cocina de un restaurante ubicado en pleno Barrio de Salamanca (Calle José Ortega y Gasset, 73. Madrid. Tel. 91 089 76 65. www.ladescarada.es) que conquista por su rotunda sencillez y un sabor tradicional logrado a base de preparaciones propias de la cocina de antaño, a las que aportan su toque creativo y desenfadado. Un restaurante de barrio pero con el poso, el reposo y el señorío que transmiten los locales del Barrio Salamanca. A nadie le amarga un dulce y en este caso… ¡un buen plato!
Básicamente, estamos en un restaurante sin muchos artificios ni ínfulas, donde se cocina bien rico, de modo casero y a la vieja usanza, con cocciones lentas a las que se añade una pizca de fresca creatividad, la cual resulta patente nada más leer su divertida carta, dejándonos con ganas de volver a probar cada una de sus interesantes propuestas. Te ofrecen ideas, para la base del disfrute la pone el cliente que en muchas ocasiones acaba como amigo.
Al frente de este restaurante, que nació hace seis años y lleva cuatro asentado en esta ubicación, está una ‘descarada familia’, liderada por Antonio Beaumont a los fogones y su pareja Valeria Trotta, quien desde enero dirige la sala tras haber estado casi 18 años en Tandoori Station.
Aquí cada uno conoce su papel. Del cuidado y respeto por el buen producto se ocupa Antonio, que antes de abrir su propio restaurante dirigió una empresa de distribución de alimentos para hostelería, por lo que, para él, la calidad y la búsqueda de los mejores ingredientes a diario en Mercamadrid son siempre una prioridad. También encontramos en sala a una de las hijas del chef, Eva, que confiere un mayor carácter familiar al equipo, transmitiendo a los comensales un trato amable y cercano que hace que se sientan como en casa. La palabra familia no es gratuita… y eso se nota.
Cada uno de sus platos nos traslada a la cocina de nuestras madres y abuelas, a sabores de siempre como el de las croquetas, que aquí se elaboran de tres sabores; al cocido madrileño que se presenta en formato Hummus en lugar de en vuelcos, sobre una fina tosta de pan y con toda la ropavieja encima; o el de las Albóndigas, (las suyas son de jabalí con salsa de cerveza negra e higos, una combinación potente y suave a la vez).
Otro de los platos que no hay que perderse es precisamente el Lingote de pularda con almendras, ciruela y salsa ‘karma’, “que en realidad es korma, pero con más buen rollito” como explica el chef, pues le añade azahar y rosa para hacer un plato 100% redondo. Porque Antonio no presume de inventar nada, él crea y aporta originalidad a la cocina de siempre. ¿O acaso no suenan bien unos Portobello encurtidos -por él mismo- con huevo a baja temperatura, tocineta ibérica y nueces?
También podemos ponernos un poco más sofisticados. Muestra de esta evolución descarada son también su Bacalao confitado con pil pil de ají, pappardelle de calabacín y perlas de yuzu, entre los favoritos de su clientela; los Piquillos rellenos de Angus en salsa de sobrasada y miel, tomate seco y corazón de alcachofa, muy equilibrados y sorprendentes en cada bocado; o su Lomo de corvina a la plancha con tomatada marinera y pulpitos braseados.
La familia no puede descuidar el postre y esto se nota también. Cinco opciones que invitan al juego, porque la sección se enuncia como “Tu postre soy yo”, aunque realmente lo que llega a la mesa es para comer con cuchara… No falta la imprescindible Tarta de queso Descarada; hacen un refrescante Sorbete de limón con champán del caro, y una Goxua de Lanús con lo mejor de cada mundo, que, a pesar de ser la última incorporación, es el postre más solicitado. Lleva un bizcocho ligeramente borracho, nata montada casera y sustituye el caramelo líquido original del postre vasco por una natilla casera, y la crema pastelera por el dulce de leche en honor a Valeria y su Argentina natal. Una adaptación muy acertada.
Además, su luminoso local, con doble altura y cristalera continua con vistas a la terraza, invita a quedarse tras una contundente comida disfrutando de un cóctel, para lo cual tienen un barman que elabora los tragos de siempre y diseña otros nuevos a gusto del consumidor con jarabes y fruta fresca del día. En cuanto a la decoración, mucha madera en tonos beige con el contraste de las paredes en gris, bombillas desnudas encima de la barra, lámparas de mimbre sobre las mesas… en definitiva, una sencillez que no sigue la apabullante moda del ‘más es más’ y que muchos agradecerán. Si a esto unimos una gran terraza para las noche de verano… Pues plan redondo por el ticket ronda los 35 euros por persona.