ME COMO SEGOVIA: MARAVILLOSAMENTE DULCE Y PROVINCIANA
ME COMO SEGOVIA:
MARAVILLOSAMENTE DULCE Y PROVINCIANA
Tenemos la Ruta Definitiva para Combatir el frío y olvidarnos de la báscula. Seamos sinceros: el invierno en Segovia no es para cobardes. Aquí el frío no llama a la puerta, la tira abajo y se te mete hasta en los huesos. Pero, amigos, los segovianos llevan siglos combatiendo las heladas con dos armas infalibles: la leña de encina y el azúcar. Sobre todo, el azúcar.
Olvídate de las guías turísticas aburridas que solo te hablan de fechas y reyes godos. Hoy te propongo un viaje diferente. Vamos a recorrer la provincia de Segovia de punta a punta, saltando de obrador en obrador. Vamos a descubrir pueblos de ladrillo mudéjar, villas medievales colgadas sobre abismos, bosques infinitos y plazas de arena. Y en cada parada, vamos a darnos un homenaje. Porque en Segovia, el dulce no es un postre; es una cuestión de puro placer).
Llegamos al corazón de la provincia. Segovia capital no necesita presentación, pero hay que vivirla. Aparca el coche (si puedes) y camina. Ver el Acueducto recortado contra el cielo azul de invierno, con la Sierra de Guadarrama nevada al fondo, es una de las imágenes más potentes de España.
Antes de seguir ruta a los pueblos, tenemos que hacer una parada técnica en la ciudad para hablar de El Ponche Segoviano. Aquí hay una guerra civil (pacífica y dulce) entre dos bandos. Y tú tienes que probar los dos para decidir.
Por un lado, tenemos LIMÓN Y MENTA. Son la elegancia hecha pastelería. Sus locales son preciosos y cuidan el detalle al milímetro. Su Ponche Segoviano es famoso por su jugosidad extrema; el mazapán es fino y el bizcocho está tan bien calado que se deshace. (Calle Isabel la Católica, 2. Tel: 921 46 17 83). Por otro lado, está la tradición pura: PASTELERÍA EL ALCÁZAR, en plena Plaza Mayor, frente a la Catedral. Entrar allí es viajar a los años 50. Su Ponche es más denso, más clásico, con ese sabor a «toda la vida» que muchos locales defienden a muerte como el auténtico. (Plaza Mayor, 13. Tel: 921 46 13 44)
1. CUÉLLAR: El Mar de Pinares y el Hojaldre con Nombre Propio
Empezamos nuestra ruta al norte, casi en la frontera con Valladolid, en la impresionante villa de Cuéllar. Lo primero que te saluda es su Castillo de los Duques de Alburquerque. No es una ruina romántica, es una fortaleza bestial, perfectamente conservada, que te habla del poder que tuvo esta villa. Tienes que visitarlo, sí o sí. Las visitas teatralizadas son una joya para entender cómo se vivía aquí cuando los nobles cortaban el bacalao.

Pero lo que hace única a Cuéllar es su arte mudéjar. Es la capital del «Románico de Ladrillo». Pasear por sus calles es ir tropezándose con iglesias como la de San Martín o San Andrés, con esos ábsides rojizos que brillan al atardecer. Y ojo, que si vas a finales de agosto tienes los encierros más antiguos de España, pero en invierno la villa tiene otro ritmo. Un ritmo pausado, de paseo por la Judería, de subir cuestas empinadas y de buscar refugio.
Aquí hemos venido a por un tesoro muy concreto. En Cuéllar, el dulce tiene denominación de origen oficiosa. Hablamos de la Pastelería Delicias. Este obrador familiar consiguió algo que muy pocos logran: inventar un dulce que se convierte en el símbolo de todo un pueblo. Su creación estrella son las «Delicias de Cuéllar». Visualízalo: dos piezas de hojaldre artesano, pero de ese que cruje de verdad, rellenas de una crema suave y misteriosa (receta secreta, por supuesto), y cubiertas con una generosa capa de azúcar glas y piñones de la zona.

Porque aquí el piñón es oro blanco. Al estar en Tierra de Pinares, el piñón que usan es nacional, sabroso, resinoso, nada que ver con el de importación. Morder una Delicia es una experiencia religiosa: primero el crujido, luego la crema untuosa y al final el toque del piñón tostado.

La pastelería es un ir y venir constante de gente. Además de las Delicias, en Navidad se vuelcan con los turrones y los polvorones, pero hazme caso: llévate una caja (o dos) de Delicias. Son el souvenir perfecto, si es que logran llegar intactas al coche.
Pastelería Delicias Dirección: Plaza de los Coches, 6, 40200 Cuéllar (Segovia) Teléfono: 921 14 02 73
2. CARBONERO EL MAYOR: El Bollo que Mueve Montañas
Bajamos hacia el sur por la CL-601. Dejamos los pinares densos y entramos en la campiña segoviana. Carbonero el Mayor es uno de esos pueblos trabajadores, industriales, con vida propia más allá del turismo. Pero no te dejes engañar por las naves industriales de la entrada; aquí se esconde uno de los secretos a voces más potentes de la provincia.

Carbonero es parada y fonda. Su ubicación es estratégica, a medio camino entre la capital y el norte. Si tienes un rato, entra en la Iglesia de San Juan Bautista. Te vas a quedar de piedra con su Retablo Mayor, una obra maestra del Renacimiento que tiene poco que envidiar a los de la capital. Es de esas joyas escondidas que te hacen preguntarte cómo algo tan grande acabó en un pueblo «de paso».
El ambiente aquí es auténtico. No es un pueblo postal, es un pueblo real. Bares donde se juega la partida, gente trabajando y ese olor a chimenea cuando cae la tarde. Aquí no venimos buscando filigranas de chocolate ni mousses deconstruidas. Aquí venimos a por lo básico, lo rotundo, lo que te alegra la mañana. Venimos a la Pastelería Los Mellizos. Su fama ha traspasado fronteras gracias a un solo producto: el Bollo de Carbonero. Puede parecer un simple bollo suizo a primera vista, pero no te confundas. Es una pieza de masa brioche, fermentada con paciencia infinita, pintada con huevo y coronada con azúcar.
¿El secreto? La textura y el aroma. Al abrir la bolsa, te golpea un olor a anís y mantequilla que te teletransporta a la cocina de tu abuela. Es esponjoso como una nube, pero con cuerpo. La gente de Segovia capital e incluso de Madrid hace el viaje expresamente para cargar el maletero con bolsas de estos bollos. Son ideales para mojar en un chocolate caliente o en un café con leche mientras fuera hace un frío que pela.

En Navidad, «Los Mellizos» también sacan artillería pesada con sus mantecados y pastas, pero irse de Carbonero sin su bollo es como ir a París y no ver la Torre Eiffel. Un pecado.
Establecimiento: Pastelería Los Mellizos Dirección: Calle Real, 17, 40270 Carbonero el Mayor (Segovia) Teléfono: 921 56 04 29
3. EL ESPINAR: Aire de Sierra y Refinamiento Dulce
El Espinar es la puerta de entrada a Segovia desde Madrid, un municipio serrano rodeado de naturaleza salvaje. Aquí el paisaje cambia radicalmente: pasamos del ladrillo y el llano al granito, el pino silvestre y las cumbres. El Espinar (y su núcleo de San Rafael) ha sido lugar de veraneo y descanso desde hace décadas. Y se nota. Hay casonas señoriales, villas de recreo y un aire aristocrático mezclado con la rudeza de la montaña.

Yagüe no es una pastelería de pueblo cualquiera. Es una institución con un nivel técnico que dejaría sentados a muchos pasteleros de grandes capitales. Lo suyo es la pasta de té. Pero no esa pasta seca y aburrida que te ponen en las conferencias, no. Aquí cada pasta es una joya en miniatura. Juegan con el chocolate como nadie en la provincia. Tienen un surtido de bombones y pastas glaseadas que son vicio puro. Son bocados pequeños, delicados, que explotan en la boca. Por suerte, Antonio sabe lo que hace.

En Navidad, su obrador huele a gloria bendita. Elaboran mazapanes artesanos, turrones de autor y unos coquitos que son famosos en toda la comarca. Lo mejor de Yagüe es que combina la tradición (llevan ahí toda la vida) con un toque moderno y elegante. Entrar en su tienda de la calle Bruno Ortega es un peligro para la tarjeta de crédito, porque todo entra por los ojos. Llévate una bandeja surtida; te aseguro que no durará ni el viaje de vuelta.
Establecimiento: Pastelería Yagüe Dirección: Calle Bruno Ortega, 10, 40400 El Espinar (Segovia) Teléfono: 921 18 21 21
4. SEPÚLVEDA: La Villa de Piedra y el Hojaldre Milenario
Cruzamos la provincia hacia el nordeste para llegar a uno de los platos fuertes: Sepúlveda. Si El Espinar era bosque, Sepúlveda es roca. Esta villa medieval es un prodigio, colgada literalmente sobre las hoces del río Duratón.
Sepúlveda es para pasearla despacio, con las manos en los bolsillos y mirando hacia arriba. Es la capital del románico segoviano. Sus iglesias, como la del Salvador, tienen siglos de historia en cada piedra.

Pero el verdadero espectáculo está a sus pies: el Parque Natural de las Hoces del Duratón. Tienes que acercarte a los miradores. Ver a los buitres leonados planeando a escasos metros de tu cabeza, en silencio absoluto, con el río serpenteando allá abajo, es una experiencia que te reinicia el cerebro. Sepúlveda huele a leña, a asado (aquí el cordero es religión) y a invierno crudo.

Después del cordero y la caminata, todos los caminos conducen a la Plaza de España. Y allí, en un rincón privilegiado, está La Peña. Esta pastelería es el guardián de las esencias en la zona. Su especialidad es el trabajo con el hojaldre. Pero un hojaldre recio, con sabor a mantequilla de la buena. Sus pasteles de crema, sus milhojas y sus bartolillos son legendarios.

Es el sitio típico donde entra el abuelo del pueblo, el turista madrileño y el senderista. En Navidad, su mostrador se llena de empiñonados y mantecados. Pero si me aceptas un consejo, prueba sus soplillos y cualquier cosa que lleve crema pastelera. Tienen esa mano «de antes» para las cremas, densas, amarillas y con sabor a huevo y limón, nada de polvos industriales. Comprarse un dulce en La Peña y comérselo sentado en la plaza porticada, viendo la vida pasar, es el verdadero lujo castellano.
Establecimiento: Pastelería La Peña Dirección: Plaza de España, 19, 40300 Sepúlveda (Segovia) Teléfono: 921 54 00 89
5. RIAZA: La Plaza de Arena y las Tortas de Chicharrones
Terminamos nuestra ruta en el extremo oriental, casi tocando Soria y Guadalajara. Riaza es un pueblo con personalidad propia, a los pies de la Sierra de Ayllón y cerca de la estación de esquí de La Pinilla.
Riaza sorprende. Su Plaza Mayor es una de las más curiosas de España. ¿Por qué? Porque tiene forma de anfiteatro y el suelo es de arena (sí, se usa para festejos taurinos). Rodeada de soportales y casas solariegas, es el salón de estar del pueblo.

Desde aquí, la excursión obligada es a los «Pueblos Rojos y Negros» (Madriguera, El Muyo…), llamados así por el color de la piedra y la pizarra de sus casas. Es una zona de contrastes cromáticos alucinantes, sobre todo en otoño e invierno. Hace frío, mucho frío, y por eso la gastronomía aquí es contundente.

¿Su gran hit? Las Tortas de Chicharrones. Puede que el nombre te asuste si no eres de la zona, pero tienes que probarlas. Es una masa dulce, enriquecida con manteca y los chicharrones fritos, con azúcar por encima. Es una bomba calórica deliciosa, crujiente y con un sabor entre dulce y salado que engancha. Es el snack definitivo para subir a la montaña. También bordan las tortas de manteca y la bollería tradicional (magdalenas de las que tienen copete alto, bizcochos que pesan…). Marisol representa esa pastelería de pueblo que alimenta el cuerpo y el alma, hecha para gente que trabaja duro y necesita energía. Es el broche de oro, rústico y auténtico, para nuestra ruta.
Establecimiento: Pastelería Marisol Dirección: Calle Gran Vía, 6, 40500 Riaza (Segovia) Teléfono: 921 55 03 32

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