CANTABRIA RURAL POWER
CANTABRIA RURAL POWER
El turismo rural en Cantabria alcanza una dimensión casi mágica cuando se recorre su geografía a través de sus posadas y casas tradicionales, donde el paisaje se vuelve intimista y el tiempo parece adoptar el ritmo reposado de los valles montañeses. Estas cinco direcciones representan distintas almas del territorio cántabro, desde la Liébana montañosa hasta la Sierra de Ibio, revelando la autenticidad de una región que conserva intacta su hospitalidad ancestral.
La Posada de Cucayo, en Vega de Liébana

Entre las montañas imponentes de la comarca lebaniega, en el pequeño pueblo de Dobres, se alza la Posada de Cucayo, un refugio de piedra y madera que conserva la esencia de las antiguas casonas rurales cantábricas. Incluso el trayecto de carretera es un regalo que está incluido en precio. Curva, contracurva, y llegada a los territorios de Alberto, Ana, Marisa y Tina, como destino premium.
Estamos en un lugar diferente, donde la calidad no se mide por estrellas. Su edificio se integra en el paisaje con natural sencillez, ofreciendo diez habitaciones decoradas de forma individual, algunas con techos de roble y balcones que se abren hacia los valles verdes donde el murmullo del río Deva acompaña el silencio.
En el comedor se sirven desayunos y cenas de cocina típica, entre los que sobresale el cocido lebaniego o las carnes guisadas con vino de la tierra. El salón con chimenea, las galerías acristaladas y el huerto con animales completan una experiencia de reposo. Paseos por los pueblos de Cucayo y Dobres, rutas hacia Peña Sagra o visitas al monasterio de Santo Toribio de Liébana hacen de este alojamiento una puerta noble al alma de Cantabria. Dormir en esta posada es casi un regreso al tiempo de los pastores y el sosiego, envuelto en un silencio que se confunde con la niebla matinal y el toque de las campanas rurales.
El Rincón de Gadea, a orillas del embalse del Ebro

En las inmediaciones del embalse del Ebro, muy cerca de Corconte, El Rincón de Gadea invita a descubrir ese territorio fronterizo donde Cantabria se asoma a Las Merindades burgalesas. El edificio, con sillares de piedra tallados por los propios propietarios, mantiene la estética robusta de las casas de montaña. Sus ocho habitaciones son amplias, de aire familiar, decoradas con materiales cálidos. Es un espacio donde las parejas encuentran recogimiento y los grupos pequeños, convivencia.
Los viajeros destacan la cocina casera, abundante y generosa, que se degusta ante chimeneas encendidas mientras afuera sopla el viento procedente del puerto del Escudo. El entorno natural es un mosaico de contrastes: bosques del Monte Hijedo, playas interiores en Arija, caminos solitarios donde pastan vacas tudancas. Todo invita al ritmo lento, a la conversación pausada y a la contemplación del agua. En cada estación cambia su tono: en otoño, las hayas pintan de cobre el horizonte; en primavera, el valle recobra su verdor. Más que un hotel rural, El Rincón de Gadea es una prolongación del paisaje, donde lo humano y lo natural se funden.

El Corral de Lombraña, Lombraña.
En el valle recóndito de Polaciones, donde el paisaje conserva un aire de aislamiento ancestral, se encuentra El Corral de Lombraña. El pueblo que lo acoge fue cuna de viejas casonas montañesas y hogar de personajes ilustres, como el propio Miguel Ángel Revilla, natural del lugar. El restaurante y posada ocupan un edificio restaurado con fidelidad a la arquitectura tradicional.

Piedras irregulares, aleros de madera y balcones adornados con flores dan la bienvenida a los viajeros que llegan por carreteras serpenteantes entre hayedos. Aquí, la montaña impone su tempo, y el establecimiento lo asume como filosofía: comida lenta, silencio generoso y trato casi familiar. En invierno se refugia uno junto al fuego; en verano, se abre la terraza con vistas a los prados.
En el menú aparecen productos de los ganaderos del valle, y la tradición se mezcla con el refinamiento natural de la cocina casera cántabra. Lombraña conserva todavía la iglesia románica y la Casa de la Cotera, testigo del esplendor montañés del siglo XVIII. A su sombra, este alojamiento es más que un hospedaje: es memoria viva de un valle detenido en el tiempo.
https://elcorraldelombrana.wordpress.com/la-posada-las-habitaciones/
La Posada de Colodra, en Cabuérniga

El valle de Cabuérniga, corazón espiritual del paisaje cántabro, es uno de esos escenarios donde el verde parece infinito. Allí, en Los Tojos, la Posada La Colodra abre sus puertas a los caminantes que buscan el contacto con la naturaleza sin renunciar al confort. El alojamiento combina elementos clásicos —piedra, tejas rojizas, maderas nobles— con interiores cálidos y funcionales. Desde sus ventanales se divisan prados y montes que cambian de color con las estaciones. Las habitaciones, amplias y luminosas, pueden acoger a familias y admiten mascotas, un gesto de hospitalidad cada vez más valorado.
Alrededor se extienden senderos que conducen a reservas naturales, a ríos de aguas frías, o a miradores donde se descubre la cordillera cantábrica. Cabuérniga conserva la tipología de los viejos pueblos cántabros, con barrios empedrados y balcones floridos.
Desde la Colodra se accede fácilmente al Parque Natural Saja-Besaya, donde el visitante comprende la profundidad ecológica del territorio: robledales virgenes, fauna silvestre, cielos abiertos. La posada se presenta como punto de partida y retorno para caminatas, pero también como un destino en sí, donde el descanso se vuelve una forma de comunión con la tierra.

Posada Sierra de Ibio, entre valles y montañas

Entre los ondulados perfiles de la Sierra de Ibio, muy cerca de Cabezón de la Sal, se levanta la Posada Sierra de Ibio, ejemplo equilibrado de arquitectura rural y confort contemporáneo. Enclavada en un entorno boscoso, la casa combina piedra, labra de madera y amplios ventanales que abren la vivienda al verde envolvente. Quien llega hasta aquí siente que entra en un microcosmos de calma, donde el sonido de los pájaros sustituye al tráfico y cada amanecer despierta con brumas suaves.
Las habitaciones, decoradas en tonos cálidos, evocan la vida de campo con toques de refinamiento. Su restaurante se distingue por la cocina tradicional con productos de kilómetro cero: cocido montañés, carnes de res tudanca, setas de temporada o sopas de ajo con pan del día. El visitante encuentra oportunidades de senderismo, rutas en bicicleta o baños de bosque. En su jardín, las tardes se diluyen en charlas pausadas entre viajeros. Con una valoración sobresaliente por parte de sus huéspedes, la Posada Sierra de Ibio se ha convertido en una referencia del descanso rural en Cantabria, donde la hospitalidad se vive como una prolongación natural de la belleza del entorno.

https://posadasierradeibio.com/
Esta opciones son perfecta para entender las posibilidades de un turismo que mantiene el territorio. Cada uno de estos establecimientos encarna un modo distinto de habitar la naturaleza cántabra, desde los picos más altos hasta los valles costeros. Juntas forman un itinerario emocional por la Cantabria rural, donde la autenticidad no se improvisa: se hereda. Entre el rumor de los ríos, los prados húmedos y el silencio de las aldeas, el viajero descubre que el verdadero lujo es la calma, esa antigua sabiduría de quienes se dejaron abrazar por la tierra.

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