Bodegas Vizcarra
Tanto como el vino, nos gustan las historias que hay detrás de cada botella que tenemos la suerte de sumar a nuestra mesa. Esta combina pasión y entusiasmo por la viticultura y la enología, tradición familiar y una apuesta en firme por la innovación. Del pleno corazón de la Ribera del Duero, al mundo. Toca afinar los sentidos…
Un legado de padre a hijo
Hablar de las Bodegas Vizcarra es volver a los 80 para reconocer el mérito de José Manuel Vizcarra, uno de los pioneros en aventurarse a las plantaciones de viñas cuando nadie daba un duro por la Ribera del Duero. Su sitio, el pequeño municipio burgalés de Mambrilla de Castrejón. La tierra que le vio nacer y donde decidió echar raíces.
Su hijo, Juan Carlos Vizcarra, heredó la pasión por el terruño y, tras estudiar enología, se entregó a los viñedos de su padre como solo la vocación permite: en cuerpo y alma. Cuarenta hectáreas de Tinto fino, una hectárea de Merlot, otra y media de Garnacha y plantaciones de otras variedades foráneas repartidas entre distintos pagos de Mambrilla y Roa de Duero completan la receta para unos vinos únicos que dejan ver la dedicación y el cariño que hay tras ellos.
Los primeros éxitos se cuecen en el garaje de la propia finca vinos jóvenes al principio y luego otros de guarda que no tardaron en ganarse el favor de la crítica. Así nacieron el primer y único tinto de maceración carbónica de Ribera del Duero, en 1995, y el primer reserva de la bodega, tres años después. La innovación ha sido siempre marca de la casa.
Vinos con personalidad propia
El minucioso trabajo de las Bodegas Vizcarra cumple lo que promete: unos vinos que nunca defraudan y que se hacen desear por la elegancia que transmiten y su gran personalidad. La vendimia se hace a mano, en el momento óptimo de maduración, y los frutos son cuidadosamente seleccionados, racimo a racimo primero y grano a grano después antes de pasar a la bodega. El mimo se nota y se agradece.
Desde 2007, todo el proceso de elaboración y crianza se realiza por gravedad, sin bombas, sin alterar las cualidades de la uva y conservando toda su fuerza aromática. Respetando el producto final, comprometidos con el medio ambiente y a unos rendimientos muy bajos así se puede resumir la fórmula de estos vinos inimitables que hoy se beben en más de 20 países.
Además, en el año 2015 suman una nueva nave de crianza y un espacio para microvinificaciones donde seguir investigando para poder crear un producto cada vez más especial. No van desencaminados: una botella con el sello de Vizcarra es ya un imprescindible para quienes queremos de lo bueno, lo mejor.
Un vino para cada ocasión
Para empezar a disfrutar con los Ribera del Duero, Senda del Oro es un crianza complejo a un precio más que razonable. Pero si queremos un vino para beber en cualquier ocasión o atesorarlo hasta que llegue su/nuestro momento, la elegancia y la estructura del Vizcarra 15 meses son lo que estamos buscando: equilibrado y muy persistente.
A propósito de la tierra, el Vizcarra Torralvo tiene mucho que contarnos. Maduro y noble, es la expresión más pura del Tempranillo. Pero si deseamos, además, saber del terruño con el añadido de la elegancia de la Garnacha, Celia Vizcarra será nuestra niña bonita. Un ribera diferente y sofisticado con un delicado aroma a violetas y rosas secas.
Con una exquisita mezcla del Tempranillo y el Merlot, Inés Vizcarra es un caballo ganador si nuestra prioridad es un vino complejo. Pero si por el contrario preferimos un vino divertido, goloso, ligero y perfecto para cualquier situación, el Monovarietal Garnacha reúne todo lo que buscamos.
La joya de la corona es su Gran Reserva, pensado para celebrar el 25º aniversario de la bodega, que sigue saliendo al mercado solo en añadas singulares. Un vino más en la línea clásica de estilo, que no de producto, que hará inolvidable cualquier brindis.