LA CALLE MERECE UNA MESA

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El street food ya no es solo cosa de puestos callejeros. Es una forma de comer sin filtros, con las manos y con ganas, donde el sabor manda y las reglas se rompen. En Madrid, este estilo se ha ganado un hueco con propuestas que combinan cocina global, creatividad y mucha personalidad. Hoy te hablamos de dos sitios donde esta filosofía se saborea de verdad: uno con alma de Nueva Orleans y otro donde la fusión es la reina de la carta.

GULAH Y LOS PO’BOYS DE NUEVA ORLEANS

Comer con las manos da placer. Disfrutar de ese placer sin vergüenza porque quien tienes enfrente también se está manchando los dedos es parte de la experiencia. El finger food nunca ha sido cosa de eventos de postín, sino del día a día, de la gente corriente que quiere comer bien, a buen precio, y pasarlo aún mejor. Porque todos tenemos ese mood al menos una vez por semana. . O dos… Y sí, existen muchas opciones en el abanico madrileño para saciarlo, pero hay una recién llegada -inédita, sí- que nadie había traído hasta el momento a la ciudad, ¡los Po’Boys!, que ya se pueden descubrir en Gulah, que acaba de abrir sus puertas en la confluencia de Arturo Soria con López de Hoyos.

Este restaurante está cargado de sabor sin filtros, diseño con actitud y música que acompaña a la perfección un concepto directo desde Nueva Orleans. Los Po’Boys, bocadillos típicos de la ciudad del jazz, se sirven en un pan alargado exclusivo —a medio camino entre un brioche y una baguette— que elaboran en exclusiva para ellos. Su nombre viene de poor boy, el bocadillo barato que podían permitirse los chavales sin recursos. Hoy, el espíritu sigue vivo: puedes comer por menos de 20 €, pero con rellenos cargados de imaginación y raíces locales.

En la carta hay 10 combinaciones sabrosísimas, con salsas caseras y guiños castizos. El Chicken Run (pollo frito con coleslaw y mayonesa picante), el Voodoo Veggie (versión vegetariana con seta ostra crujiente y salsa remoulade) o el Toroloco (rabo de toro guisado durante 24 h con guacamole y cebolla encurtida) son pura fantasía. También triunfan el Jazz Balls (albóndigas con tomate casero y mozzarella), The Slow Burn (costilla de ternera a baja temperatura con puré de palomitas) o el Lomo King, un homenaje canalla al pepito de toda la vida.

Pero hay más: mini brioche con Smoky Salmón o Philly Cheese Steak, ensaladas como la Brutus’ Choice (una César con carácter), y una docena de entrantes para no parar: desde las alitas del infierno, pasando por los Chili Cheese Bites, hasta los Chicken Churros (churros de pollo con salsa de queso de cabra y sirope de arce). ¿Más? Las Patachorras, con queso cheddar y tierra de chistorra; el Mac and Cheese Gulah y postres como brownie con mantequilla tostada, banana split “funky” o tartas variadas. Todo casero, todo con alma.

El local, diseñado por Néstor Marcos Architecture, recrea con mimo la estética del barrio francés de Nueva Orleans: vegetación, colores atrevidos, toques industriales y un aire rebelde muy cuidado. Más que un restaurante, Gulah es una experiencia que va directa al paladar… y al corazón.

COKIMA

En pleno Chamberí hay un sitio aparentemente discreto desde fuera, pero basta con cruzar la puerta para que te atrape: Cokima. Un restaurante que nació en 2020 rompiendo moldes con su cocina tipo street food basada en el producto de temporada local con un twist internacional.

Tras cinco años, este rincón de Andrés Mellado sigue conquistando paladares con una carta que evoluciona junto a su equipo y que convierte cada bocado en un auténtico flechazo. Su cocina puede parecer informal por fuera, pero dentro hay técnica, mimo y muchas horas de trabajo: todo se hace en casa, con recetas que mezclan bases francesas, tradición española, guiños asiáticos y ese alma argentina que dejaron los últimos chefs.

Entre los platos que no te puedes perder están las croquetas semilíquidas de jamón Joselito y papada (¡sí, hay que pringarse!), el brioche de tartar de atún con caviar opcional, el taco de pulpo con mayo katsuobushi y las gyozas de rabo de toro. Pero si te animas a ir más allá, su parte más sorprendente incluye delicias como los mejillones con sobrasada, varenikes de oreja guisada, steak de picaña sobre tuétano o el salmonete con ajo negro.

Todo esto lo hace posible un trío de cracks: Alberto Zurera liderando el proyecto (con experiencia en DiverXo y formación en dirección de restauración), Daniel Martín al frente de la sala, y Diego Hernán en cocina, un chef argentino que pone el alma en cada plato.

En Cokima todo está pensado para compartir, disfrutar y repetir. Y si queda sitio, sus dos postres son el broche perfecto: una tarta de queso con helado de Idiazabal y un trío de chocolate con helado de nuez de arce que te deja sin palabras.

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