SKREILAND:
Posiblemente el nómada gastronómico más famoso sea un pez. El “skrei” cumple cada año con el rito de moverse desde las frías aguas del Océano Ártico hasta las costas de Noruega. Puestos a elegir en ese laberinto de miles de kilómetros, la opción más fácil de conocer los santuarios del Skrei, es visitar las islas Lofoten. A pesar del clima, febrero y marzo es cuando este territorio adquiere más vida y en las Lofoten podemos encontrar una forma diferente y original de pasar las frías noches escandinavas.
La luz solar todavía no es muy intensa. Son una experiencia diferente en las que nadie espera bañarse en el mar, ver aguas cristalinas o ir en una jornada de pesca siempre es emocionante.
Estamos en un mundo desconocido, lejano, de reducidas dimensiones, y situado en lo más septentrional del continente europeo. Las islas Lofoten están muy al norte, más allá incluso del círculo Polar, entre los paralelos 67 y 68. Sus principales islas son Austvågøy, Gimsøy, Vestvågøy, Flakstadøy, Moskenesøy, Værøy y Røst y también pertenece al archipiélago la parte sur de Hinnoy, la mayor de las islas noruegas. Nombres imposibles para un paisaje único.
En conjunto, las islas apenas ocupan 1.227 kilómetros cuadrados en los que viven 24.500 habitantes. Con sus cumbres rocosas y cubiertas de nieve y hielo, con sus calas abrigadas y sus playas y grandes espacios vírgenes, las Lofoten son la última frontera, un destino para amantes de lo diferente, de los espacios abiertos y las experiencias únicas.
Es una naturaleza virgen de bosques y praderas, un mundo dominado en todos los aspectos por una actividad económica que ha hecho célebres a estas islas en el mundo entero: la pesca del mejor bacalao del mundo, el skrei. Aquí es también donde comenzó a fabricarse el famoso aceite de hígado de bacalao. Lo hizo un tal Peter Moller, farmacéutico local, que a finales del siglo XIX decidió distribuir al mundo entero el grasiento líquido que reflotaba tras hervir el hígado de los bacalaos, en la completa convicción de que era la panacea contra la desnutrición, por su riqueza en vitamina D.
La primera planta que se levantó para la elaboración industrial de ese producto aún puede visitarse en Å la población más meridional del archipiélago que es en realidad un pueblo-museo en la isla de Moskenesøy que sólo cuenta con cien habitantes, pero cuyos tradicionales edificios de madera componen un hermoso conjunto histórico que nos transmite fidedignamente la vida del siglo XIX.
La captura del bacalao es la gran fiesta de las islas Lofoten. Cada año, los bancos de bacalao abandonan las frías aguas del mar de Barents en busca de la corriente del Golfo y la encuentran precisamente frente a las costas de estas islas. Comienza entonces el gran espectáculo del «skrei», el «nómada», como es conocido este pescado que, según los mejores cocineros de todo el mundo es el más exquisito. La pesca dura sólo desde febrero hasta principios de mayo y por eso cada jornada comienza temprano, con cientos de pequeños barcos de madera saliendo al encuentro del pescado. Más de la mitad de los bacalaos que se consumen en todo el planeta han sido capturados por pescadores noruegos. El pescado se sala si va a ser consumido en España o en Italia se sala y se seca si su destino es Portugal, Brasil o Iberoamérica.
Entre las montañas de estas islas están siempre presentes los secaderos de bacalao, unas estructuras de madera con forma de escalera de las que penden las piezas, ya desholladas, de los pescados. Y es que gracias a la corriente del Golfo, este es un lugar el que se dan las condiciones óptimas para que el bacalao se seque al aire libre de la forma precisa, hasta convertirse en una delicia muy apreciada por los gourmets italianos. A ello colaboran el viento y la temperatura, que nunca desciende más allá de los 2 ó 3°C bajo cero.
Moverse por las islas no es difícil. Una red de ferrys y una carretera salvan los estrechos que las separan y permiten descubrir caminos semidesiertos que atraviesan bosques y praderas. En los pueblos son inevitables los rorbuer, las tradicionales cabañas de madera construidas desde el año 1120 para que se alojaran en ella los pescadores, y convertidas hoy en alojamiento típico para turistas.
La Fundación del museo de pesquerías de Sund y el museo de pescado curado nos descubren también la forma de vida de la población de esta isla. Aunque aquí también hay que ver antiguas tradiciones, como la de los sopladores de vidrio.
Esas tradiciones también llegan a España y se adaptan. La cocinera Pepa Muñoz, ha sido designada la embajadora del Skrei en España, y sus recetas de Bacalao a la Vizcaina o con Arroz se pueden disfrutar gracias a sus creaciones y a su manera de integrar el Skrei en las vivencias cotidianas de las cocinas españolas.
Novedades
Déjanos tu email y te mantendremos informado.