A nuestro Marco Polo le gusta el vino
La Ruta del Vino de Rueda demuestra cómo el vino es la excusa perfecta para montar un viaje distinto. Caminos, cordeles, autovías o carreteras unen personas, pueblos y productos. Estamos en tierra de vinos, harinas y verduras. Los duros inviernos ayudan a sentir la primavera con más intensidad. Los vinos de la corte de los Reyes Católicos viven una edad de oro apoyados por una colección de cosas buenas. Aquí la harina se convierte en pan, las aceitunas en aceite, y las uvas en vino. La historia y el arte cierran un círculo donde el gusto por la calidad no es un capricho.
La posibilidad de un viaje con la última versión del Mercedes Benz Marco Polo demuestra como estos pueblos de Castilla y León son perfectos para recuperar escenarios que ofrecen un ocio diferente. Es un vehículo perfecto para los viajes improvisados, para coger el coche y salir corriendo. Sin esperas ni compromisos. La posibilidad de dormir en su confortable cama de techo pero con una altura inferior a los 2 metros que nos permite entrar en cualquier garaje. Su módulo de cocina con hornillo de gas, fregadero y nevera integrada lo convierten en un apartamento móvil. Además, tenemos un acceso muy cómodo al espacio de carga a través del portón trasero con cierre eléctrico.
Entre los pueblos en los que debemos parar debe estar siempre Madrigal de las Altas Torres porque tiene algo épico. Esos paneles de muralla cuarteados por el tiempo parecen ser los testigos silenciosos de una historia con más sombras que luces. Esta tierra sabe de batallas, asedios y mística. Después de años en el olvido, el turismo parece revitalizar las calles de este pueblo. El ayuntamiento presume de hacer su propio vino y los vecinos lo enseñan orgullosos. La historia y alguna serie televisiva han puesto el pueblo de moda. Lo mismo sucede con el poderoso Castillo de la Mota en Medina del Campo o en la bella Villa de Olmedo.
La gastronomía parece el nuevo reclamo de estas tierras. Curiosamente, el pan es el nuevo valor en alza en la zona. Un pueblo, Gomeznarro, que para muchos era un simple desvío desde la Nacional VI, es ahora un referente para los amantes del pan. Pecado Artesano es una historia de amor en casa de la abuela de Maiku y Quique. Algo parecido sucede con el aceite de la joven almazara de Oliduero en Medina del Campo o con la pastelería de la Giralda, en Matapozuelo.
Este pueblo parece un vivero de cosas buenas. El Mesón de Pedro, con sus pinchos de lechazo, siempre fue lugar de parada. Sin embargo, el referente en la zona ahora es La Botica. Ese restaurante es un ejemplo de cocina global. La familia Cruz demuestra cómo la modernidad no está reñida la tradición. Una estrella Michelin es un adjetivo más para las ideas de Miguel Ángel y su familia.
Ese gusto por las cosas buenas se ha cargado de juventud. Rubén con los Quesos de Cantagrullas ha sido una revolución en la zona. Los amantes de los quesos tradicionales saben que en la Serrada los quesos de Campoveja son compra obligada.
A la hora de comprar, las sorpresas surgen por cualquier lado. Casa Lola, en el corazón de Rueda, es ahora mucho más que un buen sitio para tomar bocadillos de jamón. Sus estanterías guardan auténticas joyas enológicas. A pocos metros, La Cuba de Rueda se ha convertido en el mejor reclamo para un descanso desde la autovía.
Por eso Rueda ejerce de capital de la Denominación de Origen. Quizás los atardeceres de La Seca, las Iglesias de Nava del Rey o Pozaldez sean más llamativos que la Asunción de Rueda, donde los amigos de las Vespas tienen un monumento perfecto para una foto divertida.