TURISMO RURAL GASTRO EN EL RÍO NAJERILLA
A los urbanitas, los días de campo les cambia el metabolismo. Duelen las piernas, pueden rozar las botas; pero todo sienta mejor. Sentir cómo corren los arroyos juntando fuerzas y cómo cada pueblo llama la atención a los posibles visitantes es siempre un reto que nos lleva a entender el turismo rural como un premio a la calidad y al descanso auténtico. No es solo el aire puro o el ritmo pausado, sino también el contacto directo con la naturaleza y las tradiciones.
Un buen ejemplo de esa manera de entender la vida lo encontramos en el río Najerilla, en la parte montañosa de La Rioja. Cuando hace unos meses The New York Times se fijó en una sencilla casa de comidas en Viniegra de Abajo, se demostró que la vida sencilla, de calidad, no necesita grandes decorados. La comanda en un cuadernito, el menú de palabra y las aclaraciones mirando a los ojos, porque la vida es mucho más fácil de lo que creemos. Esta hospitalidad es una constante en el turismo rural, donde el trato cercano y familiar convierte cada visita en una experiencia única.
Posiblemente, detrás de ese menú se guardan los pilares de muchos elementos de la cocina riojana en este valle que se ha convertido en referente de la vida calmada, de la calidad y del buen hacer. Y el turismo rural de la zona es el complemento perfecto para esa cocina de cazuela, puchero y sartén, que sabe mejor después de una jornada de senderismo, recogida de setas o simplemente de contemplar el paisaje.
La suya es una hostelería heroica, alejada de las redes de distribución y separada de sus clientes naturales por una serpenteante carretera que se adentra en lo más profundo del valle del Najerilla. Sin embargo, Irene ha sabido hacer de la necesidad virtud y convertir esa dependencia de los productores cercanos y esa ubicación remota en los mayores alicientes de su casa de comidas. Es precisamente esa autenticidad, ese aislamiento elegido, lo que da sentido al turismo rural, permitiendo a los visitantes desconectar del bullicio y reconectar consigo mismos.
La belleza de las dos Viniegras, la de Arriba y la de Abajo, justifica que sean dos de los pueblos más bonitos de España. El título no es gratuito. La primera presume de la fuente de los 3 Caños y la Ermita de la Soledad, y la otra de la Ermita de la Soledad. Ambas ofrecen un entorno idóneo para el turismo rural: rutas de montaña, paisajes que cambian con cada estación y ese silencio tan difícil de encontrar en la ciudad.
Puede resultar arriesgado, pero me gusta hablar de una gastronomía najerina, que es rica en productos de la huerta y en carnes fuertes. Aquí las vacas vigilan con arrogancia las carreteras que marcan el valle. Tanto la LR333 como la LR113 atraviesan escenarios donde las vacas son las encargadas de recortar la vegetación de las cunetas y las ovejas suben y bajan entre lides de fincas sin cultivar para buscar el pasto más tierno o el más sabroso. Si a esto unimos unos excedentes de caza con el jabalí y el ciervo como estrellas cinegéticas, tenemos una poderosa materia prima que, junto con el encanto rural, se traduce en experiencias culinarias inolvidables.
En cuanto a carnes, hay que reseñar el cordero asado al horno, el cochinillo y las sabrosas chuletillas de cordero asadas a la parrilla sobre brasas de sarmiento. Aquí la carne se valora, se mima y se degusta. Lo que no todo el mundo sabe es el gran patrimonio gastronómico que tiene la huerta. Las menestras o los platos de verduras rehogadas son referentes en la zona. Para la menestra seca, las huertas del pueblo son un referente, con calabacín, acelga, borraja, remolacha o judías que cuecen por separado y albardan con esmero maternal.
Esa misma huerta no es muy productiva en volumen, pero ojo con la calidad. Aquí las cosas saben a huerto. Entre las hortalizas, destaca el caparrón verde, famoso en toda la zona, las pochas acompañadas de codornices y las alcachofas salteadas con jamón. Anguiano ha logrado hacer de su caparrón un producto de referencia.
La Alubia de Anguiano supone una seña de identidad, no sólo de la localidad de Anguiano, sino de toda La Rioja. Se trata de un producto diferente al resto de alubias de La Rioja, de menor tamaño y con piel menos robusta, que se agradece a la hora de cocinarlo y consumirlo. Ese clima tan áspero y los suelos cascajosos, típicos de esta zona de montaña, otorgan estas características singulares.
Además, su textura permite un cocinado muy cómodo, se cuece antes y el grano no se rompe aunque se pase de cocción. Es muy adaptable, ya que al ser tan fino da juego con varias combinaciones. La sensación que produce en boca es muy grata, suave y mantecosa.
Por lo demás, Anguiano es un referente de los pueblos bonitos de la zona. Su arquitectura se adapta al terreno con dificultad, pero el resultado es tremendo. Un estrecho puente sobre el río y la sensación de que los árboles y las rocas han caído en el fondo del cañón lo convierten en un lugar mágico. Si a esto unimos uno de los mejores negocios de turismo ecuestre de España, el resultado es inolvidable. Aquí, los paseos a caballo por los senderos de montaña permiten descubrir rincones ocultos y vivir la naturaleza de una manera única, otro pilar esencial del turismo rural.
Otros productos típicos son el chorizo casero picante, asado a la brasa, los caracoles a la riojana y los pimientos rellenos. Es preceptivo por estas tierras regar todos estos platos con los insustituibles tintos riojanos de la vega baja.
Pueblos como Baños del Río Tobías, Tricio o Nájera tienen en los embutidos un gran patrimonio que anima a mucho curioso a acercarse al mundo de las chacinas y embutidos de calidad.
El río Najerilla también suministra a los aficionados a la pesca materia prima para la elaboración de sabrosos platos, como bobas con tomate, barbos, cangrejos picantes, lampreas, ancas de rana, exquisitos zarpeños y, sobre todo, las incomparables truchas, que le han hecho famoso. Todas estas variedades las puede encontrar el viajero, bien cocinadas, en los diversos restaurantes de la ciudad y en las barras de casi todos los bares.
La huerta del Najerilla es rica también en frutas, entre las que destacan el melocotón, la pera, gran variedad de manzanas, los sabrosos higos de viña y las ciruelas claudias. Y, por supuesto, hay que sacar un rato para subir hasta el Pedroso y disfrutar de sus nueces, tan silvestres como sabrosas. Me gusta este río y seguro que dura muchos años salvaje.
Para disfrutar de una experiencia total y única, es fundamental descargar para recargar las pilas. Para ello, la mejor opción es alojarse en las casas rurales de Ascarioja. Podrás elegir entre 17 opciones diferentes que se localizan en el valle del Najerilla, ofreciendo el equilibrio perfecto entre confort y naturaleza. Para conocer todas estas casas, te recomendamos entrar en su página web.
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