BIKER WEEKEND EN EL CANAL DE URGELL
Aventurarse en bicicleta por el Canal de Urgell, uno de los canales más emblemáticos de Cataluña, es una de las mejores experiencias que se puede realizar para sentir el poder de la naturaleza en Lleida. Por supuesto, que también es una forma de sensibilizarnos frente a los días de sequía. Ingeniería, agricultura y medioambiente durante decenas de kilómetros. La idea de pedalear por un lugar tan cargado de historia y naturaleza y que ha sido crucial para la agricultura y el desarrollo de la región es alucinante. Algo muy personal se activa desde la primera pedalada.
Se trata de una ruta prácticamente sin desniveles que nos llevará por la comarca de Urgell recorriendo en gran parte su canal principal y sus acequias menores y pasando por poblaciones como Tàrrega, Les Borges Blanques, Arbeca, Mollerussa y Balaguer. Los bikers más experimentados lo recorren en dos etapas saliendo de Tàrrega: Tàrrega-Mollerussa (68 km) y Mollerussa- Tàrrega (91 km). ¿Cuándo? Pues primavera y otoño son las mejores temporada.
Tàrrega es mucho más que un pueblo. Su casco antiguo, su arquitectura gótica y su comercio lo convierten en un lugar de referencia. Algo parecido sucede en Les Borgues Blanques, con esos aires capitalinos que lo convierten en parada obligada. El paseo del Terrall con cisnes, patos y un jardín acoge una prensa de aceite antigua y los monumentos a la Sardana, a Francesc Macià y a Lérida. Y, por supuesto, hay que parar ante el antiguo Palacio del Marqués de Olivar, que hoy en día es el edificio del Ayuntamiento.
Y puestos a conocer la verdadera vida cotidiana en la zona, tenemos Arbeca y Juneda. La primera presume de dar nombre a un tipo de aceituna mundialmente conocida. El fruto es pequeño, sabroso, aromático, y resultado es brillante y explosivo. La segunda presume de tener vinos excelentes y hacer de Agustina, la heroína más famosa de todo Aragón, pero nacida en Juneda.
Y no podemos olvidar una parada en Mollerussa. Dicen que ya era un lugar importante en la Edad Media y que sus inicios estaban en una casa de postas en el camino real entre Barcelona y Lérida. Una vez se produjo la reconquista, quedó bajo control del obispado de Vich hasta que en 1597 se cedieron los terrenos a la diócesis de Solsona. Por supuesto que la Capilla de San Isidoro es el gran símbolo de la zona. La llegada del ferrocarril en 1861 y su cercanía con las cuatro comarcas limítrofes (Segriá, Noguera, Urgel y Las Garrigas) convirtió a la población en sede administrativa del nuevo canal de Urgel y del sindicato de regantes.
Junto a esas poblaciones los atractivos del canal están en muchos otros lugares. La recuperación de todo el recorrido tiene algo de reto. Tanto el salto de la Primera Máquina como el de la Segunda se construyeron con la intención de salvar un fuerte desnivel y reducir la velocidad del agua. No fue hasta principios del siglo XX, después de que unos junedenses fuesen a visitar la Exposición Universal de París, que los saltos se aprovecharon para generar electricidad. Actualmente los edificios que cobijaban las máquinas y turbinas han quedado en ruinas y el espacio se ha convertido en un lugar de visita, donde se puede avistar la caída del agua desde encima del puente que atraviesa la cuarta acequia. El recuperado parque del Salt Desfet es un lugar muy concurrido de la población.
Un lugar muy interesante son los Nueve Saltos construidos para frenar la velocidad del agua en zonas donde había un fuerte desnivel. No fue hasta finales del siglo XX que se aprovecharon estos desniveles para producir energía eléctrica mediante la fuerza del agua. La zona del Collet es un espacio donde encontramos algunos elementos significativos y destacables de la ruta. El primero se trata de un espacio arbolado con mucha umbría, donde se puede observar el desvío de buena parte del caudal del canal principal hacia la 4ª acequia por un sistema de compuertas que en la actualidad ya funciona totalmente automatizado. Finalmente, encontramos la edificación de una minicentral que
antiguamente había sido una fábrica de papel que funcionaba con energía hidráulica.
Puestos a pedalear, se puede plantear como una ruta circular. Una obra de ingeniería monumental que fue inaugurada en 1868 para llevar agua desde el río Noguera Pallaresa hasta las tierras secas del Urgell. El canal ha sido clave para transformar una gran parte de esta zona de Cataluña en una de las más productivas en términos agrícolas. Técnicamente, El canal de Urgel es una infraestructura hidráulica destinada básicamente al riego, que transporta agua desde el río Segre a los campos de cultivo, situados en diferentes municipios de las comarcas de Urgel, Plana de Urgel, Noguera, Segriá y Garrigas, con una superficie regada total de unas 70 000 ha y da servicio a unos 77 000 habitantes.
El canal está formado por dos canales y cuatro acequias principales y discurre por la orilla izquierda del río Segre. El canal principal tiene 144,2 km, y parte del Segre aguas abajo de Ponts hasta Montoliu de Lleida. El proyecto comenzó a estudiarse desde el siglo XVI pero hasta el siglo XIX no
comenzaron las obras, siendo inaugurado finalmente en marzo de 1862, 350 años después de los primeros proyectos.
Los primeros estudios serios para su construcción fueron ordenados por los reyes Carlos I (1506) y Felipe II (1554, 1574 y 1577), si bien, por diferentes motivos, no prosperaron. Con posterioridad, en el siglo XVII (1614-1726), un vecino de Anglesola, Pere Ripoll, encabezó una iniciativa y redactó dos memorias que apoyaron la petición, acudiendo al Consejo de Ciento. También cabe recordar en esta época a Marià Serra, de Figueras, que presentó en 1726 el memorial en real Audiencia ante el rey Felipe V.
En el siglo XVIII (1779-1786) fueron numerosas las iniciativas promovidas principalmente por el comerciante barcelonés Jaume de Duràn y el Marqués de la Ensenada, que encargaron un proyecto al ingeniero Bernardo Lana. Tanto en el diseño como en los objetivos, los trabajos realizados en Francia eran el referente. La iniciativa, que abría al principio muchos recelos, parecía la solución a muchos males. Los pueblos a los que afectaba la obra cooperaron desde el año 1816 con una veintena parte de los frutos y más tarde con una treintena parte, a los que se sumaron más tarde los arbitrios municipales sobre consumos, cobrados en las puertas de las ciudades y pueblos, y en el puerto de Barcelona.
Con estos recursos se iniciaron las obras en 1817, pero se tuvieron que suspender en 1822 por falta de recursos y por dificultades técnicas en la ejecución del proyecto. Proyectos, fracasos y nuevos proyectos fueron parte de los trabajos durante décadas.
En 1847, diversas personalidades de la comarca constituyeron una nueva empresa que obtuvo el privilegio de S.M. la Reina Doña Isabel II, con la condición de presentar un proyecto y presupuestos para hacer la concesión definitiva y acordar los arbitrios que fueran necesarios. Esta empresa nombra como director al ingeniero Pedro de Andrés y Puigdollers, el cual, con la colaboración de Constantino de Ardanaz, presentó el 3 de diciembre de 1848 una extensa memoria.
Esta nueva tentativa fue dada a conocer a los propietarios de Urgel por Jerónimo Ferrer y Valls, consiguiéndose la adhesión de 1600 propietarios. Se constituyó una sociedad anónima con un capital de 32 000 000 de reales distribuidos en 16 000 acciones, que fueron suscritas por toda la población, desde jornaleros a grandes propietarios.
Fue entonces cuando Ignacio Girona y Targa, que tenía en Barcelona una casa bancaria y de comercio que giraba bajo el nombre de Girona Hermanos, Clavé y Cía tomó las riendas del proyecto, pues había ido comprando muchas tierras en la zona, formando la finca del Castell del Remey. Ignacio Girona y Targa y su socio Juan Bautista Clavé, era naturales de Tárrega y estaban afincados en Barcelona desde 1800. Esta sociedad obtuvo del gobierno central la concesión de las obras del canal
por Real decreto de 3 de noviembre de 1852.El trazado del canal fue la obra pública más atrevida que se había hecho en España.
Las mayores dificultades fueron el atravesar en túnel las sierras de Montclar (5 km), Almenara y Sant Jordi, así como la presa de La Llenguadera, en la áspera ladera izquierda del Segre. Finalmente, 350 años después de los primeros proyectos, en marzo de 1862 se regó la primera finca, que no fue otra que la de Tarassó, de Jaume Mestres, de Agramunt.
La tan deseada obra provocó al principio una sensacional catástrofe: el agua que descendía por el canal contenía demasiada sal. Lo que causó unas cosechas insuficientes y, lo que es peor, provocó una epidemia de fiebre palúdica. Cerca de ocho años duró la epidemia, que afectó al 70% de la población. Solo en las postrimerías del siglo XIX comenzaron a recogerse los beneficios del regadío. Por
encima de los datos, el paisaje es impresionante. La experiencia de atravesar kilómetros a la sombra de los chopos con la referencia del agua en un lateral es increíblemente alucinante.
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